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El plan B para Mónica Oltra le acerca a Rita Barberá

| Vicente Climent Edición Valencia

Ser vicepresidente del Consell es algo que con serlo una vez basta. Dicen que lo piensan José Císcar en el PP y Mónica Oltra en Compromís. Y si ésta última no repite, ¿a qué puede dedicar su vida política?

De vicepresidente se puede dar el salto hacia adelante a presidente, a ministro, y a un liderazgo claro en la política nacional. Y Oltra va teniendo cada vez más difícil estas tres opciones.

La primera, porque a medida que pasa el tiempo y la crisis de Estado que capitanean los independentistas catalanes Ximo Puig ha conseguido salir -mucho- en unas teles que sólo tenían ojos para la mediática Oltra. Y no para partir la pana, como hace la vicepresidenta aunque ahora se vista de seda y no con camisetas, sino como socialista moderado y casi senatorial con quien hay que contar para las reformas que tengan que venir.

Puig no ha dado voces aunque haya sido crítico, es y se le tiene en Madrid cada vez más por institucional a pesar de su perfil nacionalista (pero de orden), y ha conseguido posicionarse en el imaginario político valenciano como fiel de la balanza, consiguiendo que las críticas a su gobierno se dirijan sólo a los consellers correspondientes, despejando a córner a la vez a Oltra y a Bonig, y situándose en un centro que le habilita para pactar con Compromís (llegado el caso ¿cómo se iba a negar el socio preferente del Botànic?) pero también con Ciudadanos.

Como consecuencia de todo ello las encuestas indican que el PSPV puede recuperar voto, y Puig dejar de ser el político en retirada que se conformaba con haber sido president en las peores circunstancias electorales y que le abría paso a la joven y pujante Oltra (incluso orgánicamente, cosas más raras ha hecho la ahora colíder de Compromís aunque visto cómo han evolucionado la situación ahora esa opción es todavía más utópica). Una Oltra por otro lado cada vez marcada más de cerca internamente por el Bloc de Àgueda Micó, una política aún más joven que se cree que es otra lideresa, y con un Vicent Marzà cada vez más “trabajado” por Ximo Puig, como dice Juan Carlos Ferriol en Las Provincias.

La número dos del Consell a un ministerio no puede ir mientras Pedro Sánchez no llegue a presidente de un gobierno amplio de izquierdas, y ya veríamos. También Carmen Montón estaba en puertas, y ya ven ustedes para lo que ha quedado, peleándose con todo el sector que gestiona, y con Puig “nada convencido de los rescates sanitarios que impulsa Carmen Montón”, según acaba de actualizar -3 de diciembre de 2017- el delegado de La Vanguardia Salva Enguix.

Y digo Sánchez, porque Iglesias, con quien se le asociaba para dar el salto a Madrid desde que se cambió el acento de abierto a cerrado, va a la baja, con su errática política estatal por mor de sus veleidades catalanas. Además, a Oltra no le interesa, jugando a valencianista (su gran éxito estratégico) a la vez que dirige una coalición que, como dice José Císcar en la entrevista que le ha hecho Álvaro Errazu para ESdiarioCV, es la “extensión del nacionalismo catalán en la Comunidad Valenciana”, mezclarse con un Podemos ahora ya claramente alineado con el independentismo al recurrir nada menos que la aplicación del 155 y nada menos que en el Constitucional.

Por eso ella -que en previsión de males mayores llegó a pedir a Carles Puigdemont que renunciara al referéndum del 1-O- no está en el cartel del 21-D de los morados asociados con En Comú, al contrario que en 2016 con la coalición Compromís-Podemos-És el moment, que en julio del ese año pasó a llamarse Unidos Podemos al sumar a EU (en la Comunidad se denominó “A la valenciana”).

En ambos casos los diputados correspondientes se fueron al Grupo Mixto, para disgusto de Iglesias, que obtuvo el respaldo a regañadientes de los valencianos a su moción de censura a Rajoy de junio de 2017, aunque antes éstos cuestionaron incluso la candidatura del líder podemita a la presidencia del Gobierno por no contar con los votos suficientes si no se sumaba al PSOE de Pedro Sánchez.

Esos eran dos motivos fundamentales de disenso entre ambas formaciones, a pesar de que Compromís y la rama valenciana de Podemos han votado juntos en Valencia en determinadas cuestiones de cara a los presupuestos de la Generalitat de 2018 (en concreto en el Debate de Política General) en contra de la opinión precisamente del PSPV, socio de Consell de Compromís. Marcaje a Puig, puro y duro. Además, al Bloc (pata mayoritaria de los nacionalistas) no le gusta la opción de una nueva convergencia con Podemos para no "diluirse", y a Iglesias el Bloc le ha llegado a parecer “conservador”.

La cuarta opción

Así las cosas, lo más vistoso que le queda por explorar a Mónica Oltra (a punto de cumplir los 48) es … quedarse en su coalición e intentar sustituir a otro que se supone que estaba en retirada, pero que a diferencia de Puig no ha conseguido (o querido) superar esa imagen: el alcalde Joan Ribó. Guiseppe Grezzi, el concejal que tiene a Valencia voluntariamente sumida en un caos circulatorio (a ver quién se cansa antes, si los conductores de coger el coche o él de estrangularles la conducción) y Pere Fuset cuestionado en el mundo fallero como pocos antes de él, no parecen claros sucesores a mitad del segundo mandato, y mucho menos como cabezas de cartel.

No habiendo aún candidato del PP (María José Catalá parece la mejor opción si Esteban González Pons consigue esquivar la nominación), ni estando clara la opción socialista de Sandra Gómez (pendiente de primarias y de la imputación por presuntas injurias a la popular Beatriz Simón), al final lo que parecía iba a ser un duelo por la alcaldía entre damas mayoritarias también podría serlo mixto y de emergentes, con Fernando Giner (Ciudadanos, con buenas perspectivas personales  precisamente a raíz del posible éxito electoral catalán de Inés Arrimadas, del inequívoco papel durante la crisis de Estado de un Albert Rivera que decía lo que muchos querían oír, y de la propia situación en el consistorio valenciano) y la mismísima Oltra (previa retirada de Ribó). Probablemente sin mayorías absolutas, el que más concejales pueda sumar en los respectivos bloques (derecha o izquierda) sería el próximo alcalde.

Razones que avalan la tesis

Oltra se viene trabajando la ciudad, de la que es más que simpatizante. Socia del Valencia CF -del que presume, pese a su patinazo con la presunta discriminación del club al fútbol femenino-, últimamente se viene prodigando en los mercados de la ciudad (con el “Bonic/a fest”, nombre que le viene tan de perlas a la bonica Oltra como el lema de “Alicante guapa, guapa, guapa” de la guapa Sonia Castedo), y especialmente con el mundo fallero. Hasta el punto de decir en una rueda de prensa del Consell que tiene que repartir su tiempo entre el gobierno valenciano y su cargo de fallera mayor de la comisión Ángel del Alcázar, que ejercerá justo en el año pre-electoral de 2018.

Casualmente mercados y fallas eran dos de las especialidades de Rita Barberá, aunque ésta no consintiera nunca en vestirse de fiesta. Y casualmente también ni a la ex-alcaldesa ni a la eventual pre-alcaldesa se les conoce apenas en Alicante y Castellón, más allá de sus apariciones televisivas, porque han centrado casi toda su actividad en la ciudad de Valencia.

Además, un aliciente extra para Oltra -si se convirtiera en primer edil- sería ser ya de pleno derecho una de las tres alcaldesas del cambio, junto a Manuela Carmena (Madrid) y Ada Colau (Barcelona) -no olvidemos que Barberá fue considerada durante mucho tiempo la alcaldesa de España- y dejar de ser la vice para pasar a ser la number one.