Del grifo al río, un viaje crucial para el agua
El camino que realiza el agua desde que le damos uso hasta que vuelve al río una vez ha sido depurada es un proceso que requiere del compromiso de todos para evitar muchos problemas.
Después de conocer que el coste de arrojar por el desagüe productos que tendrían que haber ido al cubo de la basura puede superar los 100 millones de euros, conviene conocer todo el proceso que realiza el agua desde que hacemos un gesto tan simple como es el de abrir el grifo o tirar de la cadena hasta que, tras haber pasado por unos avanzados procesos depurativos, vuelve al río que la vio llegar.
Desde 2010, el Canal de Isabel II viene detectando un incremento del 20 % en la recogida de toallitas húmedas y otros elementos que llegan a sus instalaciones en la creencia de los usuarios de que se trata de unos desechos biodegradables. Debido sin embargo al escaso lapso de tiempo que transcurre desde que salen por el desagüe hasta que llegan a las depuradoras, apenas 8 horas, no resulta una cualidad operativa.
El gestor del agua de los madrileños lleva dos años tratando de concienciar a los ciudadanos para que eviten realizar estos vertidos en los inodoros de sus casas, y, en su lugar, los depositen en la basura, y aunque ya se notan los efectos, hay que seguir trabajando en todos los frentes para revertir una tendencia que, además, va a en aumento por el propio interés de la industria que las fabrica y que no para de incitar a los usuarios a usar más y más elementos de higiene que son dañinos para el ecosistema del agua.
A pesar de que en muchos de estos artículos se indica que son biodegradables, el periodo que transcurre entre que se tira la toallita por el inodoro y ésta llega a la red de alcantarillado y a la propia depuradora no es suficiente para que se deshaga, por lo que se acumulan en las rejas de llegada a las EDAR (Estación de Depuración de Aguas Residuales) y en las bombas, especialmente en época de lluvias. Desde allí, estos residuos, una vez retirados, se llevan a los vertederos. Es decir, hacen una parada no solo innecesaria, sino peligrosa, en las estaciones de depuración, cuando deberían ir directamente a los vertederos.
Este hábito puede llegar a serios daños no solo en instalaciones interiores y en infraestructuras hidráulicas, sino, por supuesto, en el medio ambiente, ya que las bombas que impulsan el agua residual dentro de las depuradoras pueden dejar de funcionar y, en un caso extremo, la planta podría llegar a quedar inoperativa. Por último, los operarios que trabajan en estas instalaciones y en las redes de saneamiento se ven sometidos a riesgos laborales importantes cuando tienen que desatascar conducciones, bombas u otros elementos.
Canal de Isabel II ha cuantificado en una cifra media anual de 2,2 millones de euros el sobrecoste que suponen estos vertidos a la red de saneamiento. Este importe incluye los costes de retirada de estos residuos, los costes extra de mano de obra para la limpieza de las bombas, la reposición de las que quedan inoperativas y el incremento en la factura energética. No olvidemos que no sólo las toallitas y los bastones de los oídos suponen un problema, cualquier residuo sólido que no sea papel higiénico contribuye a formar tapones en las redes de saneamiento. Recuerda, todo debe ir a las papeleras, tu gesto suma.