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DERECHO A LA PROTESTA

¡Quieto todo el mundo!

Quienes estamos convencidos de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos no podemos por menos que recordar el 23-F como un día importante de nuestra Historia reciente

Coronel Tejero

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El 23-F no es una fecha cualquiera. Todos los años nos viene a la memoria lo que sucedió un 23 de febrero de hace ahora 44 años, en el Congreso de los Diputados. Un teniente coronel de la guardia civil llamado Antonio Tejero entró en el hemiciclo del Congreso, donde se estaba produciendo la votación para la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno, acompañado de un numeroso grupo de guardias civiles, pistola en mano. 

A causa de unos disparos en ráfagas al techo del Congreso casi todos los presentes se refugiaron debajo de los bancos, temiendo como es lógico por su vida. Tan solo Adolfo Suárez y el capitán general del Ejército Gutiérrez Mellado, vicepresidente del Gobierno de Suárez, que había dimitido, y Santiago Carrillo permanecieron en pie. A Gutiérrez Mellado los golpistas lo zarandearon, pero no se dejó tirar al suelo, quedando en nuestra retina como el signo de mayor dignidad de cuantos se produjeron dentro del Congreso aquella tarde. Representaba a todos los españoles que querían que se consolidara nuestra joven democracia y que rechazaban una vuelta al antiguo régimen, es decir, a una dictadura post franquista.

Tejero subió a la tribuna de oradores y pronunció la famosa frase de “¡Quieto todo el mundo!”, seguida de las no menos célebres “¡Al suelo!” y “Se sienten, coño”. Estas expresiones han quedado impregnadas en nuestro acervo popular colectivo y las solemos pronunciar con un tono un tanto cómico en la actualidad, que no se corresponde con la realidad de aquel momento tan crítico que vivimos como país. 

En las horas que siguieron al intento fallido de golpe de Estado las cosas no estaban tan claras como se vivieron tras la aparición del Rey Juan Carlos I en televisión, con el uniforme de capitán general del Ejército, a la una de la mañana, situándose en contra del golpe y en defensa de la Constitución Española. Fíjense si será importante nuestra Constitución que, en aquel momento tan complejo y en el que nos jugamos la democracia, fue la pieza clave que justificó el freno a los golpistas. En caso de haber triunfado, el golpe podría haber tenido funestas consecuencias y haber cambiado el curso mismo de nuestra Historia reciente. Por mucho que reneguemos de los defectos obvios de nuestra democracia, imaginemos por un momento lo que habría ocurrido si no se hubiera sofocado el golpe.

El Gobierno de España en pleno y los diputados quedaron secuestrados desde esa tarde del día 23 de febrero hasta el mediodía del día 24. La conmoción en España fue enorme. Más de dos mil militares salieron a la calle en Valencia, al mando del general Milans del Bosch, mientras en Madrid el general Alfonso Armada pretendía hacerse con el poder. Según la periodista Pilar Urbano, el intento de golpe de Estado se explica por la ambición desmesurada, mesiánica, de Armada, que aspiraba a ser presidente de un gobierno de concentración, pero visto lo visto quién sabe si no le tentaría más convertirse en un nuevo caudillo. Armada decidió ejecutar por su cuenta un plan, traicionando a Tejero. Había estado muy cerca del Rey Juan Carlos I, puesto que fue el predecesor de Sabino Fernández-Campo en la Casa Real.

Pasado el tiempo, algunas de las múltiples revisiones de la Historia que han tenido lugar nos han dado a entender que en realidad el 23-F fue una operación preparada por el CESID para cambiar el curso del gobierno de España y dirigirnos hacia una democracia que llevara la “dirección adecuada”, según el criterio de quienes lo idearon. Como consecuencia del fracaso de esta intentona golpista, la Corona salió fortalecida y España consiguió evitar un golpe de Estado militar, que se estaba fraguando para unos meses después. Quienes estamos convencidos de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos no podemos por menos que recordar el 23-F como un día importante de nuestra Historia reciente, que nos permitió avanzar como nación hacia la modernidad y reforzar el papel fundamental de la Constitución, norma básica del Estado. Estar en contra de la Constitución es incompatible con ser demócrata.

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