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Un futuro incierto (I)

Pedro Sánchez y su coalición de gobierno, España no es de fiar para los aliados occidentales y las consecuencias empiezan a airearse

Pedro Sánchez durante la última cumbre de la OTAN

Pedro Sánchez durante la última cumbre de la OTAN

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¿Qué podemos esperar de “lo político”? Una de las tres preguntas existenciales que todo ciudadano medio puede formularse en este largo y cálido verano tiene tres instancias a las que apelar una respuesta: la “bola de cristal”, lo que nos dice la “prospectiva” y su carga intuitiva, o partir de la “situación” que define su vida en el plano existencial de “lo político”. Descartemos los dos primeros y salvemos la tercera para encontrarla; con un método, el de la interacción entre la existencia individual y el poder político en una situación dada, y siguiendo a Martin Heidegger para el que la relación entre la existencia individual y su contexto político es significante entre otros contextos facticos. La forma en que los individuos se enfrentan y comprenden su realidad política puede determinar, no solo el darse cuenta de su situación sino también su capacidad para actuar en el mundo.

“Lo político”, ahora como concepto inmediato, puede desplegarse en tres planos: internacional, europea y nacional, y autonómica. Tres partes de un mismo todo donde incardinar el sentido del “Das Sain” heideggeriano. La cuestión es el anclaje entre el devenir existencial y la concreción del poder con el que interactúa la existencia inmediata del ciudadano, esto es: el ahí y ahora, concretado en el poder político de Pedro Sánchez. Y de ahí, la pregunta en ese primer plano: ¿qué podemos esperar de Pedro Sánchez en el contexto internacional?; la respuesta es fácil, tal cual se presentan los hechos a nuestra mano: “su radicalizada en política exterior, marcada por un creciente enfrentamiento con Estados Unidos en materia de defensa y seguridad, y los “guiños” políticos a China, empieza a tener consecuencias prácticas negativas para los ciudadanos españoles”. Y no solamente con la amenaza arancelaria en unas relaciones bilaterales al margen de la Unión Europea.

Este viernes, en Alaska, se sentarán frente a frente Trump y Putin. El norteamericano tiene prisa por encontrar una solución a la guerra de Ucrania, cuyo desenlace no considera esencial para los intereses de los EE. UU. Su baza negociadora es la amenaza de imposición de más sanciones económicas a Rusia. El ruso no tiene ninguna prisa -posee más recursos militares y humanos que Ucrania- para llegar a un acuerdo de paz, y el futuro de Ucrania es para él una cuestión existencial. Hasta el momento, ha sorteado sin graves perjuicios todas las rondas de sanciones económicas impuestas por la UE y Estados Unidos. Paz por territorio, lo que significaría de ser aceptada, un mazazo para la Unión Europea.

La probable ausencia del presidente Zelenski y el del Consejo Europeo, o de la Comisión en esa cumbre, y el temor europeo a que se negocie un mal acuerdo con concesiones territoriales a Rusia —que debilitaría enormemente las fronteras orientales de la U.E.—, motivó al canciller alemán Merz a convocar este jueves pasado una cumbre telemática preparatoria del encuentro donde se dejó clara la posición europea y de Ucrania. A ella fueron convocados la Casa Blanca, el vicepresidente Vance, Zelenski, el secretario general de la OTAN, la presidenta de la Comisión Europea y el presidente del Consejo, además de Francia, el Reino Unido, Italia, Polonia y Finlandia. España no fue invitada: la primera en la frente.

Pero no debe extrañarnos, dado que Pedro Sánchez se opuso a aumentar nuestro presupuesto de defensa en la última cumbre de la OTAN y, recientemente, ha rechazado oficial y explícitamente la posibilidad de compra de los aviones estadounidenses F-35, sin tener alternativas de sustitución para nuestros portaviones, debilitando así nuestra capacidad defensiva. Una posición extraña y molesta apara los convocados.

Este es el gran drama existencial en el plano de la política internacional, que tendrá consecuencias negativas en la cotidianidad y que costará años reconducir

La tercera, que huele a represalias de la Casa Blanca contra España a favor de su aliado estratégico en el Mediterráneo occidental y en África: Marruecos. Sabido es que Washington ha retirado al puerto de Algeciras de la ruta marítima estratégica que conecta las costas de Estados Unidos con los puertos clave de Asia. Tal decisión amenaza con hundir la relevancia logística y económica del puerto español. Se relega así a Algeciras a un papel secundario en favor del puerto marroquí Tánger-Med, con espectaculares instalaciones y construido por el reino alauí en su realpolitik de aislamiento y sofoco de la ciudad autónoma de Ceuta.

Las navieras, lideradas por American President Lines y Maersk, justifican la decisión con argumentos de optimización operativa y reducción de costes, pero el trasfondo es otro: una investigación de la Comisión Marítima Federal de Estados Unidos señala a España por denegar, en noviembre de 2024, el acceso a Algeciras de dos portacontenedores norteamericanos (Maersk Denver y Maersk Seletar) con destino a Israel, en medio de sospechas de transporte de material bélico. La exclusión de Algeciras no solo eleva los costes logísticos y retrasa envíos, sino que amenaza con consolidar rutas alternativas fuera de España, relegando a nuestros puertos a un papel secundario y socavando su competitividad en el comercio global. Y eso puede afectar negativamente al puerto de Valencia como centro logístico europeo de contenedores por la ruta más cercana al Canal de Suez

Resumiendo, con Pedro Sánchez y su coalición de gobierno, España no es de fiar para los aliados occidentales. Consecuentemente, representa una amenaza para la seguridad nacional e intereses estratégicos y económicos de los ciudadanos españoles. Este es el gran drama existencial en el plano de la política internacional, que tendrá consecuencias negativas en la cotidianidad y que costará años reconducir. 

Las dos próximas semanas dos entregas más: el plano nacional y europeo, y el autonómico.

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