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Un pillo, un pícaro y un funeral

La situación es muy delicada ¿hasta cuándo prolongar la agonía?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la Comisión de Investigación sobre el 'caso Koldo', en el Senado.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la Comisión de Investigación sobre el 'caso Koldo', en el Senado.Europa Press

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Me resisto a pensar que exista un solo responsable del bochorno político por el que estamos pasando los valencianos. La Moncloa se olvida deliberadamente de tres leyes nacionales que facultaban al Gobierno de Pedro Sánchez a declarar unilateralmente el “nivel 3 “de la emergencia el fatídico día 29 de octubre de 2024 y asumir el Mando Único de la emergencia: la de seguridad nacional, la del sistema nacional de protección civil y la orgánica de estados de alarma, excepción y sitio; busquen los artículos de creación, habilitación y procedimiento para asumir el mando y lo verán. Pero ellos, en la Moncloa, no lo hicieron

Ante la gran dimensión de la catástrofe, una Autonomía, al igual que un Lander alemán o un Estado federado norteamericano, por ejemplo, no dispone de los recursos para afrontarla manteniendo el “nivel 2”, por mucho que se le diga “lo que necesites me lo pides”. Y el día 29 por la noche, ni la vicepresidenta, María Jesús Montero, en funciones de presidente del gobierno de Pedro Sánchez, ni el ministro de interior, Fernando Grande Marlaska, tomaron la decisión que les habilitaba la normativa nacional. En cambio, nos tuvimos que oír esa noche de la ministra Ana Redondo, “este es nuestro momento”. El PSOE estaba dispuesto a sacarle rédito electoral a la catástrofe.

La ceremonia de homenaje de Estado a las víctimas de la dana, solemne y laico, mal llamado “funeral de Estado”, fue el acto pensado por la Moncloa para blanquear esa inhibición y la responsabilidad que hubiere del gobierno de España, y cargar toda la culpa en la Generalitat Valenciana. Que por supuesto la tiene. Y sea la que fuere la opinión que se tuvieran en Madrid del titular del Consell, la exclusión del encuentro con las asociaciones, en la fila de autoridades a saludar, y la colocación posterior en un lugar secundario en la sala, fue un feo escenificado a la Alta Institución de autogobierno del pueblo valenciano. Se olvidaron de quien era el anfitrión. Y si bien la colocación de las banderas era la correcta según el protocolo oficial, tras el podio quien debían presidir era la de la Unión Europea, la Nacional y la Señera; ahí solo estaba el vació. Discutirán la legalidad o no de la escenificación, pero ahí se jugaba con las emociones.

Los interlocutores de la Generalitat cedieron a la presión de los de la Moncloa. Estos últimos olvidan demasiadas veces que España es un Estado complejo, y las autonomías son parte del Estado; no son Mancomunidades. Pero si lo que pretendía la Moncloa era desviar el tiro hacia Carlos Mazón, escenificando ante la audiencia atenta de los medios la justa indignación de los familiares de las victimas sobre él, lo logró una vez más. El relato construido funcionó, entre otras por la incapacidad del aparato de comunicación del Consell en contrarrestarlo y la facilidad en descargar toda responsabilidad en la picaresca del actual inquilino del palacio de la calle Caballeros de Valencia.

No se puede mentir tantas veces a tantos, como ha hecho en un año; pronto, quizás puede ser la décima vez según cuente Maribel Vilaplana en Catarroja el próximo lunes día 3 de noviembre. Un particular puede jugarse su prestigio, pero un presidente de la Generalitat no. No solo se lo juega él, sino que arrastra el de la Institución que preside y la confianza del partido, del PPCV, que ahí lo colocó al presentarlo a las elecciones. He aquí el problema político que aboca lo sucedido en el funeral por las trapacerías de un pillo, Pedro Sánchez, que busca blanquear su conducta sobre quien ha hecho todo el esfuerzo para merecerlo: en el cargo va la carga.

Pero la cuestión no acaba ahí; la consecuencia de la acción es quien preside la Generalitat. Puede seguir el actual, pero… 

La situación es muy delicada. Y la cuestión política a ventilar es como resolver el enredo que muy bien define Inmaculada Aguilar en su artículo (El País, 31/10/2025) “Como dimitir después de un año sin dimitir”. Sostiene que Carlos Mazón no puede, sin más, dimitir a estas alturas pues los beneficiarios de la acción son sus adversarios políticos; queda el construir el relato y la escenificación…”Feijóo me lo ha pedido por bien del partido, y yo pongo mi cargo de presidente del PPCV a su disposición” Si eso es así, se acepta en la planta séptima de Génova y se pone en marcha lo previsto en la normativa del partido: el segundo al mando asume la presidencia del PPCV, sin más, o preside y conforma una gestora que convoca un Congreso para resolver la situación. Pero la cuestión no acaba ahí; la consecuencia de la acción es quien preside la Generalitat. Puede seguir el actual, pero… ¿hasta cuándo prolongar la agonía?

El tema no es baladí. De entrada, lo tendría que resolver, si o si, la nueva dirección del PPCV de acuerdo con Génova y con Bambú, la sede madrileña de Vox. Si el actual presidente de la Generalitat presenta su renuncia, pues es una decisión personal, pasa a formar parte de su grupo parlamentario, asume interinamente el mando del Consell la vicepresidenta primera, y el Grupo Parlamentario del PPCV presenta un candidato a la investidura, diputado por supuesto, que no se vea sometido al veto de Vox para obtener la mayoría de las Cortes Valencianas. ¡Ojo!.. podía haber pulsado el botón de elecciones anticipadas, no lo olvidemos. En fin, pase lo que pase, lo que venga son especulaciones si la presente no lo ha sido ya.

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