Por culpa de Antonio Asunción
No se ha reconocido ni se ha valorado lo suficiente el trabajo de Antonio Asunción y de las prisiones en el fin de ETA
Iba a pedir al editor de ESdiario que me perdonara mi ausencia un par de semanas o tres. Jubilado y todo, no doy abasto para tanta tarea, demasiado trabajo para un anciano. Tengo pendientes de publicación y trabajando en ello –hablo como Aznar cuando ponía los pies encima de la mesa de George Bush- tres novelas. Y sin negros que me hagan ni siquiera un reglón.
En la cuerda floja. Narcotráfico en Mallorca, es un recorrido por casos reales, con nombres y apellidos, ocurridos en esa isla paradisíaca, que demuestran hasta qué punto el hombre persigue el dinero que cree fácil. Ocho meses picando piedra, documentándome con periódicos y videos de la época y limando las frases para novelar porque nada más lejos de mi intención que caer en el insulto fácil o en la menor vejación por muy narcos y chorizos que sean los protagonistas.
La hija del barbero. Una mujer en la España de Fernando VII, es fruto del taller literario de la Universidad de Alicante en el que, para mantener las neuronas engrasadas, disfruto desde que Jorge Olcina acogió mi “ocurrencia” de impartirlo. Los alumnos –noten que no soy hortera como para decir alumnos y alumnas, escribientes y escribientas- veteranos, curtidos en mil batallas casi todos, médicos, abogados, maestros…hasta policías, revueltos conmigo, nos damos un paseo feliz y doloroso por el siglo XIX de esta España de nuestros amores y damos fe en nuestra novela – venciendo incluso al cabrón coronavirus para acabar de escribirla- de hasta qué punto fueron lerdos nuestros antepasados, perdiendo incluso la vida a pecho descubierto para poner otra vez en el trono a un sinvergüenza que había vendido el país reiteradamente a los franceses. Y no sigo que me enciendo.
De Prisiones, Putas y Pistolas. El desmantelamiento de ETA en la cárcel. Es una novela de encargo, de ahí el título del artículo, y ahora mismo lo explicaré. Estoy distraído, no ocupo mi tiempo en andar viendo obras ni en enterarme de los líos que engrandece la caja tonta, que se tiran semanas dando pábulo a unos cuernos, aireando romances falsos como Judas y montando dramas lacrimógenos donde solo hay intereses pecuniarios. Perdida la urgencia del orgasmo, hasta he desechado la idea de demandar a la artillería española porque el bromuro de la mili, de efectos retardados, me esté haciendo efecto treinta y cinco años después.
Es el momento de trabajar con un solo impulso para sacarnos de la ruina sanitaria y económica en que nos ha sumido el virus. En Madrid y en toda España. Lo demás es pura basura, puro egoísmo de partido. El que sea.
Dedico mis castas noches a dormir en el bidé con un libro en brazos, acomodado con un par de cojines, pacífico como un bebé y sin necesitar pegarme con un ladrillo en el esternón – método de San Jerónimo, el autor de La Vulgata- para vencer las tentaciones contra la castidad ni urdir diez o doce maneras hacerle luz de gas a mis amigos, todos con unas señoras de bandera –véanse letras de Aute, “Una de dos, o me llevo a esa mujer o te la cambio por dos de quince”.
Como no todo van a ser novelas, leo periódicos y oigo noticias en distintas emisoras para ser ecléctico y no encomendarme ni a Tezanos, ni a los esbirros de Iglesias, ni al poder económico de ningún grupo mediático. Me cabreo sin remedio, me sube la tensión, se me quitan las ganas
de hacer uso del matrimonio, actividad que recuerdo como del Paleolítico, y me entran ganas de asaltar las Cortes lo mismo que a otros les entraban ganas de invadir Polonia.
El Gobierno – todo el día negociando por debajo de la mesa: ¿qué queréis que os demos para que votéis los presupuestos y podamos tirar cómodamente el resto de legislatura disfrutando del chollo- comparece en el Parlamento a dar cuenta en no sé qué sesión de control.
En lugar de tirarse todos a una y exigir medios y médicos para luchar contra la epidemia. En lugar de buscar juntos medidas concretas y eficaces para salvar la ruina a que el virus nos ha llevado, es decir, usar de manera milimétrica los fondos que nos va a dar Europa para crear los millones de puestos de trabajo que hacen falta para que este país levante cabeza, se dedican a discutir y echarse en cara supuestas frases ofensivas o desacreditadoras para la monarquía.
Los políticos siempre preocupados del sillón y sus mamandurrias, nada de la vida y el bienestar de los ciudadanos. Pura falsedad todos sus discursos engolados.
Queridos mandamases del país, diputados de todos los partidos, culiparlantes de izquierdas – decís- o de derechas todos, desde Abascal hasta Arrimadas.En lugar de intentar un acuerdo unitario – todos a la greña sin tregua, izquierdas contraderechas como si el virus tuviera filiación partidista- discuten sobre unos ministros que – desocupados y metidos en huertos cojonudos para su solaz, en sus casoplones escoltados-“han ofendido a la monarquía y buscan la desestabilización”. Me 'cagoentó'.
Yo no soy monárquico ni por el forro. Creo – es mi opinión- que solo se puede ser monárquico en España si se tiene poca idea de la historia, y no me refiero solo al traidor Fernando VII. Dice Casado –recuerden la velocidad a la que aprobó su carrera- que la monarquía lleva garantizando nuestra continuidad histórica los últimos cinco siglos. Esta falacia histórica y jurídica – véanse las falacias en la filosofía del derecho del catedrático Atienza- merece contestación extensa en artículo aparte.
Sin ser monárquico reconozco que no es el momento de hablar de eso. Es el momento de trabajar con un solo impulso para sacarnos de la ruina sanitaria y económica en que nos ha sumido el virus. En Madrid y en toda España. Lo demás es pura basura, puro egoísmo de partido. El que sea.
Volvamos al libro que anuncio, De prisiones, putas y pistolas. El desmantelamiento de ETA en la cárcel. Antonio Asunción, a principios de marzo de 2016, se estaba muriendo, se le iba la vida a chorros como en un desangramiento irremediable, en el IVO de Valencia. Solo yo estaba junto a él. Para distraerlo, porque se quejaba de dolores insufribles, contábamos batallas de abuelos cebolleta y rememorábamos nuestras andanzas con los etarras de los noventa.
Mil incompetentes y otros tantos gilipollas se han colgado medallas que son suyas en la política de dispersión que inventó Asunción
Antonio inventó la dispersión – que ahora la derecha interpreta como un castigo añadido y que no tiene sentido con ETA disuelta y desaparecida- y yo la llevé en primera persona y pese a la oposición de una derecha montaraz que dirigía uno, expulsado hasta de un partido instrumental que fundó para seguir viviendo de puta madre. Antonio inventó la vía Nanclares.
Manuel, me dijo, esto tienes que escribirlo porque es la historia de España. No tenía ni puñetera gana de escribir nada sobre aquello, pero le dije que lo haría. Se murió a los pocos minutos y tengo la mala costumbre de cumplir lo que prometo, salvo el amor eterno que es una promesa imposible.
No se ha reconocido ni se ha valorado lo suficiente el trabajo de Antonio Asunción y de las prisiones en el fin de ETA, mil incompetentes y otros tantos gilipollas se han colgado medallas que son suyas.
P.D. Tengo mucho más que decir - los absueltos de Bankia, las residencias de abuelos como negocio de grupos económicos potentes, la mierda de barrio de la División Azul sin tocar por socialistas y populares…., las nuevas y explosivas revelaciones del caso Kitchen y el PP sin caérsele la cara de vergüenza, la ministra Celaá que regala bachilleratos con suspensos y creando analfabetos- En fin, “ars longa, vita brevis”.