Tormenta política sobre Valencia
El tumor de Podemos debutó el día que Íñigo Errejón intentó hacer tablas en su partida contra el todopoderoso Iglesias, cuando el tablero de juego era de obligado jaque mate
La sonrisa china de Ximo Puig se desdibuja por momentos. Su Botànic ha dejado de ser muestrario de floresta urbana con el toque de algunas plantas exóticas, para convertirse en páramo marciano. La tropa podemita se le desmanda y dispersa al president valenciano mismamente como a la de Pancho Villa en la batalla de Celaya. Algo que se veía venir desde que Pilar Lima ocupó el liderazgo de Unides Podem, y con esa desconfianza natural que padecen quienes no pueden oír, impuso los esquemáticos signos sin matices a la polisemia de las palabras complejas en semiótica politóloga.Es disfunción que sobreviene en la cadena de mando cuando el jefe de la banda guerrillera deserta a su plácida hacienda de Chihuahua o de Galapagar, abandonando al grueso del gobierno y ejército político convencional.
Un convencionalismo que ha funcionado como un reloj de madera cuando ocuparon el poder los dos partidos mayoritarios por excelencia: PSOE o PP (tanto montan en la política y experiencia de Estado), apuntalados, eso sí, por puntuales e interesados apoyos y peaje nacional-independentistas y comunistas a lo Enrico Berlinguer. Si bien, tanto los independentistas enmascarados de nacionalistas (Pujol, Arzalluz...), como los fidedignos marxistas en democracia burguesa (Carrillo, Solé Tura...) supieron y quisieron adaptarse al inequívoco liderazgo de los presidentes de Gobierno (Aznar, Zapatero...). Posicionamientos de renuncias y conveniencias, "un paso atrás dos adelante", que hicieron posible el funcionamiento de La Moncloa al volante y cambio de marchas de las Españas, pónganles los adjetivos ideológicos que gusten, como necesaria integración en la Europa democrática XXI y en el mundo de las naciones libres.
Pero desde la coalición de izquierdas sean en el ámbito de los gobiernos nacional y/o autonómicos, con la entrada de Podemos a los Consejos de administración estratégica (Ministerios, Consellerías, Direcciones Generales, concejalías, etc.) la hemos liado parda, porque los socialistas ya no saben con quién o quiénes de sus supuestos aliados morados deben pactar futuros. Y no porque Pedro Sánchez o Ximo Puig no les ofrezcan bastante pesebre y majado, sino porque los podemitas no solo no se aclaran entre sí, sino que las cuchilladas fratricidas están desangrando lo que era una esperanza a la izquierda del PSOE y su versión PSPV. Imposible servirse de la poltrona y de la pancarta al mismo tiempo
El tumor de Podemos debutó el día que Íñigo Errejón intentó hacer tablas en su partida contra el todopoderoso Iglesias, cuando el tablero de juego era de obligado jaque mate, y obviamente perdió Simpson-Errejón, quien montó rancho y cuadrilla aparte con el resto de hartos de los caprichos de Irene Montero y su dogmática pareja ex-cátedra. El aniñado disidente ha tenido un relativo éxito con Más Madrid, y su extensión Más País, al punto de que el propio Pablo Iglesias en su calculada estampada, declaró (excusatio non petita del salto de la rana) que tal vez el problema fuera él mismo propiamente como generador de antipatías sociales, después de la subdivisión del voto de la ultraizquierda en cuantas urnas se han propuesto últimamente.
A Compromís se le gripan las encuestas, por eso mucho se teme que Ximo Puig le dé una patada a la mesa y decida jugar solo con sus fichas
La pólvora madrileña ha corrido hasta disparar una auténtica traca en el Regne, Comunitad o País Valencià, que de accidentes en pirotecnias sabemos mucho. Y el mortero grueso ha estallado cuando el actual, y por poco tiempo conseller podemita Dalmau, prudente toreador frente al morlaco de la covid 19, amenazando por tiempos con irse del gobierno autonómico, mientras Ximo Puig intentaba hacerle el quite para salvarlo de esa extraña compañera de cama que ha resultado la señora Lima: "líbreme Dios de mis amigos que de mis enemigos ya me libro yo" como pensamiento volteriano hecho carne en el Govern Valencià.
Mónica Oltra ha perdido a su amante-bandido en Madrid, y sabe que Yolanda Díaz no es Pablo Iglesias ni su corte de los milagros. A Compromís se le gripan las encuestas (Virgencica que me quede como estoy), por eso mucho se teme que Ximo Puig le dé una patada a la mesa y decida jugar solo con sus fichas sabiendo que no le harán ningún extraño, al menos hasta la llegada de las próximas elecciones, que podrían adelantarse tras pasar apenas el ecuador legislativo, o seguir de interino entendiendo que no apoyarlo en los mandamientos progres sería contraveniente para un Gobierno cerrado por obras : la lengua, la financiación versus Madrid, el eje Barcelona-Valencia-Palma, inclusive el renacimiento medievalista de Aragón (tan desconfiado con los catalanes que ahora quieren superponerse a lo que fue histórico), consigan generar un Arco Mediterráneo que empiece en Orihuela y acabe en Montpelier, como alternativa a la España profunda.
Ximo Puig quiere invertir su tiempo en gobernar, ya va siendo hora, y no perderlo en pactos tan frecuentes e imprevibles como atrabiliarios. En plenas Fallas arde el Botànic.