Las Navidades ante el Ómicron
El Gobierno español no ha demostrado hasta la fecha una especial habilidad a la hora de controlar nuestras fronteras e impedir de esta forma la propagación del virus
Las últimas novedades en relación con la dichosa pandemia no pueden ser más inquietantes. La variante de origen sudafricano, denominada Ómicron, que cuenta con más de un centenar de posibles mutaciones, está desatada y ya se ha expandido a varios países europeos, además de a otros tantos africanos.
Así las cosas, es obvio que nuestras perspectivas no son precisamente halagüeñas, aunque esta variante no haya llegado aún a España, lo que no podemos calificar más que de milagro. En primer término, y aunque no se pueda poner puertas al campo, el Gobierno español no ha demostrado hasta la fecha una especial habilidad a la hora de controlar nuestras fronteras e impedir de esta forma la propagación del virus. Doy por hecho que los aeropuertos serán otra vez el coladero por el que entrará el Ómicron en nuestro país. Sin embargo, tenemos la ventaja de que no exista vuelo directo de ninguna compañía española a Sudáfrica. Este hecho afortunado puede servir de freno para la propagación de esta variante por España. Ante esta situación alarmante, otra vez, solo nos queda esperar que las vacunas sean eficaces y sirvan para evitar los casos graves, puesto que doy por hecho que incluso con la pauta completa de vacunación sería posible contagiarse. Y, por cierto, ¿a qué llamamos ahora mismo pauta completa de vacunación, teniendo en cuenta que están aprobando una tercera dosis para gran parte de la población? Esto parece el cuento de nunca acabar.
Las medidas que se están aprobando en la actualidad por diversos gobiernos autonómicos para contención de la pandemia incluyen la exigencia del pasaporte de vacunación, para poder entrar en determinados lugares públicos. El cerco a los no vacunados se va estrechando de esta manera cada vez más. Esta semana se ha administrado la primera dosis a muchas personas que, hasta el momento, no se habían decidido a vacunarse y que, posiblemente animadas por la exigencia del pasaporte, finalmente han dado el paso. Llevo días preguntándome si el derecho a la salud del conjunto de la población es superior al derecho individual de elección de recibir o no la vacuna, y viceversa, pero créanme que no tengo una respuesta para darles a esta cuestión, puesto que encuentro argumentos para defender ambas posturas casi con igual intensidad. Es un tema nada pacífico y enormemente complejo.
A menos de un mes de la Nochebuena, el ande, ande, ande cantado en familia resulta francamente dudoso ya
Como consecuencia de la explosión de esta variante, en Johannesburgo hay 150 turistas españoles tirados en el aeropuerto sin poder volver a nuestro país. De una parte, entiendo las ganas de viajar por el mundo de muchas personas, sobre todo después de haber estado todos encerrados durante el confinamiento, pero lo cierto es que salir de viaje en estos momentos sigue siendo un riesgo grande. Esta película sabemos cómo acabará, seguro que habrá que fletar un avión para ir en busca de nuestros compatriotas viajeros, porque no los vamos a dejar ahí si no tienen otra manera de volver a casa, pero me gustaría pensar que, cuando lleguen a España, les van a someter a una cuarentena suficiente para garantizarnos la contención del virus. Otro tanto se debería hacer con todos los viajeros que vengan de otros países en los que la incidencia de la variante sea alta. Ya saben lo de que cuando veas las barbas de tu vecino pelar has de poner las tuyas a remojar, y Marruecos ha cerrado el espacio aéreo a vuelos de Europa en estos días. Parece que andan más espabilados que nosotros.
A menos de un mes de la Nochebuena, el ande, ande, ande cantado en familia resulta francamente dudoso ya. Y yo ensayando “Noche de paz” con la guitarra, en plan voluntarioso, que puede que acabe teniendo un público muy inferior al pretendido. Ya nos hemos quedado sin misa por los compañeros abogados fallecidos por miedo a la extensión de la pandemia, con la correspondiente actuación del coro -que era mi estreno como contralto, pero ha quedado en homenaje y despedida-. Independientemente de lo que digan los diferentes gobiernos autonómicos con su disparidad de criterios habitual, para entrar en diversos actos se exige llevar el pasaporte covid en la boca y estamos a un paso de que vuelvan a prohibir las reuniones privadas numerosas. Es decir, estamos a un tris de quedarnos otra vez sin festejos, que veníamos añorando y esperando como agua de mayo. ¡Qué lástima!
Mónica Nombela Olmo
Abogada y escritora