Mientras Milei sólo pretende destruir el Estado: otros ya los han conseguido...
La sanidad cada vez es más ineficaz, deshumanizada y precaria, con sus ya incurables listas de espera; y en educación, siempre y sin remedio, suspendiendo en los últimos lugares del informe Pisa.

El presidente argentino, Javier Milei, durante una cumbre en Rio de Janeiro.
Es enternecedor contemplar desde este todavía privilegiado lado del charco como esos abominables ultramontanos, neoliberales o ultrafascistas -qué más dará el palabro policía que hoy agitemos...- Milei, o el pelirrojo de Trump, que al parecer sueñan con destruir el Estado. O eso al menos, van y vehementes, proclaman cada vez que les arriman un micro.
Sí, toda esta nueva ola derechista, extremista, arrogante y bocazas, que tanto dice despreciar a Maduro, la Cuba castrista o a nuestro protector Sánchez. Y que sin recato al parecer anhelan un mundo atroz sin lo público: únicamente con escuela y universidad privada y con una medicina elitista para el que se la pueda pagar. Y hasta sin obra pública. Y palo y tentetieso. Qué, por no tragar, dicen no tragar ni con la tibia socialdemocracia.
Cantamañana al fin y a la postre, que adelocen de una ceguera política absoluta: ¿pues qué Estado se puede encontrar hoy más derruido o desaparecido que el de la actual Cuba...? Tal vez solo el de la Corea del Norte. Qué en la gigante del Caribe y en la septentrional de la península asiática, no sólo falla la provisión pública de educación y de sanidad: si no hasta la luz, el agua y los más elementales alimentos.
Como roto hasta la médula está y desde hace años el otrora poderoso Estado Venezolano: hoy por eso con cerca de un 30% de su población a la fuga. Y con los que aún no han podido huir chapoteando en la mas cruel de las miserias.
Pues si bien te fijas, en Cuba, Corea del Norte o en Venezuela, probablemente solo funciona el ejército y la policía. En definitiva ese Estado mínimo, o minarquista, que tanto desean y de siempre los ultraliberales.
Proceso en que aún contra Milei, podríamos encontrarnos en curso en nuestra tan confiada y desprevenida ESPAÑA, donde ya hace lustros
que no existe vivienda pública, y donde mientras nos dicen que van a reducir la jornada laboral, a la par nos aumentan sin cesar la edad de jubilación. Como acrece la inflación de los alimentos básicos por más que aducen que suben y un huevo el salario mínimo. Y la sanidad cada vez es más ineficaz, deshumanizada y precaria, con sus ya incurables listas de espera; y en educación, siempre y sin remedio, suspendiendo en los últimos lugares del informe Pisa.
Por no hablar de como se privilegia y agravia descaradamente a unas regiones frente a otras, según las necesidades coyunturales del más barriobajero mercadeo político; o se abandona y sin rebozo a los funcionarios, que ven como se esfuma y de la noche a la mañana su Muface de toda la vida; o se dejan tiradas a las inocentes víctimas de la última dana, que descubrieron aterrorizadas como el Estado en el que un día creyeron, había desaparecido: y por completo, y no sólo antes, si no durante y después de la asesina riada.
Hasta la fecha