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Majestuosa Albufera de Valencia

Bien merece la oportunidad de celebrar en Valencia una Exposición Internacional que diera continuidad a la Regional de 1909. Resultaría un colofón al permanente conjunto de acciones y hechos que, desde la Dirección General de la Capitalidad Verde, mantiene el Ayuntamiento.

Atardecer invernal en la AlbuferaJUAN SOLBES

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He dejado pasar un par de semanas (tal vez he hecho mal) para escribir este modesto homenaje a nuestra Albufera y su Parque Natural, que bien merece el esfuerzo colectivo de su declaración como Reserva de la Biosfera. Con el beneplácito del Pleno del Consell Valencià de Cultura he hecho pública recientemente una Declaración institucional de apoyo al decálogo de expertos y científicos sobre criterios y medidas que resultan de necesaria atención e implementación. Todas ellas imprescindibles para la garantía de tan importante candidatura.

Es más que sabido que que la Valentia Edetanorum, la Valentia romana, así bautizada por el valor -la valentía- de sus gentes allá por el 138 antes de Cristo, cuando como recoge Tito Livio, el cónsul Décimo Junio Bruto  tuvo que poner un nombre.

Y su estructura urbana se construyó en una pequeña isla fluvial, con los dos brazos del padre río, abrazándola y estrechándola a la vez. El mismo Turia que, evocando a Neptuno rodeado de las ocho acequias, antes moras, después cristianas, el escultor Silvestre Edeta dejó en la estatuaria de la fuente trasladada a la plaza de la Virgen veinte siglos después. Una isla fluvial, como Nôtre Dame de París, pero con su cardo y su decumano, atravesada por la vía Hericlea -la posterior vía Augusta.

Luego alejada del mar -que no de espaldas- para no ser alcanzada por las baterías bereberes desde nuestra abierta bahía. Pero de su mediterraneidad da cuenta la calle de Las Barcas, a tiro de piedra de la Plaza del Ayuntamiento, dónde estuvo el Convento de San Francisco. Y ahí está, aunque aquejada de sed, La Albufera de Valencia y su parque natural, que fue hábitat de fieras exóticas, como tan exóticas resultaron en su fecha las cacerías reales. Bien lo conoce la profesora Pilar de Insausti. Como las noticias de naumaquias en los aledaños fluviales del Palacio Real.

El ecosistema verde, que compone junto a la huerta periurbana y el Jardín del Turia con su Parque de Cabecera, es una característica territorial única -y excepcional para una metrópolis europea- que bien merece la oportunidad de celebrar en Valencia una Exposición Internacional que diera continuidad a la Regional de 1909. La idea no me parece más ambiciosa que factible. Resultaría un colofón al permanente conjunto de acciones y hechos que, desde la Dirección General de la Capitalidad Verde, mantiene el Ayuntamiento de Valencia.

Cabe celebrar, en consecuencia, la posición unánime de los municipios ribereños y de la práctica totalidad de instituciones públicas y privadas de la CV, a la espera, aún, del necesario pronunciamiento del Gobierno de España.

Madre, al fin y al cabo, ha tendido su manto mientras -como todos- lloraba la tragedia de la DANA. Fue capaz de laminar parte de la avenida relámpago que nos golpeó con tanta dureza. Y ocho meses más tarde sus heridas en el emprendimiento, abiertas todavía, necesitan cura urgente.

Hemos conocido los últimos compromisos de aporte de agua, de estudios y diagnósticos precisos -la UPV hará la primera batimetría rigurosa- y una campaña extraordinaria de limpieza del lago y el Saler que la ciudad efectuará “a pulmón”. Consciente de su complejidad e importancia, un servidor -siempre atento a las observaciones de un experto de la talla de Juan Ors- espera los borradores eternamente anunciados sin éxito, de la legislación de protección específica: el Plan de Ordenación de Recursos Naturales (PORN) y el Plan Rector de Uso y Gestión, tanto como el definitivo nombramiento de la dirección de su órgano de gestión y dirección que ya cuenta con un Consejo Rector de excelencia.

Seña de identidad valenciana y testigo permanente de la historia, la majestuosa Albufera de Valencia, debe recuperar su señorío y su simultánea condición de protegida y protectora.

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