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Pedro Sánchez
Pedro Sánchez

El Pedro Sánchez más autócrata: juez y parte

Si la acusación de terrorismo es infundada, o bien no llegará a juicio o bien los encausados serán absueltos. Lo que no puede ser es que el presidente del Gobierno se erija en juez

| ESdiario Editorial

Pedro Sánchez siempre es capaz de dar una nueva vuelta de tuerca a la decencia política, sobre todo cuando lo que está en juego es él mismo. Este jueves, en una rueda de prensa en Bruselas, protagonizó un hecho probablemente inédito: sobre su traje de presidente del Gobierno se colocó de manera simbólica la toga de juez y dictó sentencia sobre la causa que instruye García Castellón contra Tsunami Democràtic antes incluso de que el juez de la Audiencia Nacional haya terminado de investigar el caso: todos los independentistas acusados de terrorismo se verán beneficiados por la amnistía porque no son terroristas, dijo Sánchez.

Reconciliarse con Puigdemont, que el martes le dejó derrotado y humillado, es vital para la supervivencia de la legislatura, es decir, para que Sánchez pueda seguir en la Moncloa. Por eso no tuvo reparos en enmendarle la plana al juez García Castellón que aprecia presuntos delitos de terrorismo en varias decenas de miembros de los CDR e incluso en dirigentes políticos catalanes, entre ellos el propio ex presidente de la Generalitat ahora prófugo.

España es un Estado de Derecho en el que todos los acusados tienen plenas garantías de tener un juicio justo. Todos. Así que, si la acusación de terrorismo es infundada, o bien no llegará a juicio o bien los encausados serán absueltos. Lo que no puede ser es que el presidente del Gobierno se erija en juez supremo y dicte sentencia ante los medios de comunicación. 

Las palabras de Sánchez sobre el caso que está ahora mismo en fase de instrucción es una injerencia brutal del poder ejecutivo en el judicial, un ataque irresponsable y peligroso a un juez concreto. También a la separación de poderes y, en consecuencia, a la democracia. El líder del PSOE muestra su cara más autócrata cegado por la ambición de poder. El día que sea él el que decida quién ha cometido un delito y quién no, la democracia habrá muerto. No es normal ni es admisible lo que está sucediendo.