El subdirector de ESdiario explica en este videoblog por qué no se debe hablar de un chantaje de Puigdemont a Sánchez. El presidente del Gobierno ha elegido a los independentistas de socios.
Se suele hablar del chantaje al que Puigdemont somete a Sánchez, obligándole a pasar por el aro, a ceder cuestiones como la amnistía, para conservar el poder. La realidad es que no existe tal chantaje, existe un acuerdo, una sociedad de intereses.
El chantaje en términos jurídicos es un “delito consistente en exigir de otro el pago de una recompensa, normalmente dineraria, bajo amenaza de revelar o difundir hechos referidos a su vida privada o sus relaciones familiares que no sean del dominio público y puedan perjudicar su fama, crédito o interés”. Eso no encaja para nada en la relación que mantienen Puigdemont y Sánchez.
Un chantaje es una extorsión e implica la existencia de un delincuente, el que chantajea, y de una víctima, el extorsionado. Sánchez no es víctima de nada. Sánchez es parte de un trato corrupto: borra los delitos de Puigdemont y otros para obtener de él los 7 votos que necesita para mantenerse en el poder.
Sánchez no es víctima, es el cerebro de esta trama de corrupción política. Puigdemont es su socio. El presidente del Gobierno ha elegido de manera voluntaria ese camino: pactar con los independentistas catalanes de derecha e izquierda, Junts y ERC, y con la izquierda abertzale proetarra de Bildu.
Tenía alternativas, claro que sí, más interesantes para España aunque todas menos beneficiosas para él. Podría haber renunciado a gobernar, podría haber intentado un acuerdo con el PP, podría convocar elecciones… Pero no, Sánchez eligió sus socios para hacerse con el poder y no solo eso, para llevar a cabo una estrategia más amplia: levantar un muro y aislar al PP y a Vox, a media España.
Sánchez no es víctima de Puigdemont, es socio y cómplice.