Un país guarda el verdadero origen del Halloween (y no es Estados Unidos)
Entre colinas verdes, ruinas celtas y pubs encendidos, aún se celebra el festival que dio origen a la noche más famosa del año

Halloween en irlanda
Mucho antes de los disfraces de plástico y las calabazas iluminadas, una antigua celebración marcaba el fin de la cosecha y el inicio del invierno. En un país al borde del Atlántico, los druidas encendían hogueras en lo alto de las colinas para ahuyentar a los malos espíritus. Ese país era Irlanda, y la fiesta se llamaba Samhain.
Samhain (pronunciado “sow-in”) era el momento en que el velo entre el mundo de los vivos y el de los muertos se hacía más fino. Los antiguos celtas creían que los espíritus regresaban por una noche, y que solo las llamas, las máscaras y las ofrendas podían mantenerlos contentos. Las familias dejaban comida en la puerta, se disfrazaban para despistar a los fantasmas y contaban historias a la luz del fuego.
Donde todo empezó
Hoy, siglos después, Irlanda sigue celebrando Halloween como nadie. En pueblos como Derry, Athlone o Galway, las hogueras iluminan las plazas y los desfiles se mezclan con tradiciones que tienen más de dos mil años. En la colina de Tlachtga, cerca de Meath, cada octubre se revive el Festival del Fuego de Samhain, donde cientos de personas, vestidas con capas y antorchas, reencarnan la antigua ceremonia druida.
Del campo a Hollywood
Cuando los irlandeses emigraron a Estados Unidos en el siglo XIX, llevaron consigo estas costumbres. Allí, la calabaza sustituyó al nabo que originalmente se tallaba para espantar espíritus, y el Samhain se transformó en el Halloween global que conocemos. Pero su alma (esa mezcla de respeto, miedo y celebración de la muerte) sigue siendo irlandesa.
La noche que conecta los dos mundos
Viajar a Irlanda en octubre es ver el Halloween más auténtico: pubs decorados con símbolos celtas, músicos tocando baladas antiguas y niños disfrazados no por consumo, sino por tradición. En lugares como Boyne Valley, se organizan rutas nocturnas entre tumbas neolíticas, mientras los guías cuentan historias de espíritus que, según dicen, nunca dejaron de visitar el lugar.
Halloween, en Irlanda, no es una fiesta de marketing: es un eco del pasado que aún late bajo la lluvia. Y mientras el resto del mundo se disfraza, ellos simplemente vuelven a encender el fuego que nunca se apagó.