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Raffaella Carrà
Raffaella Carrà

Raffaella Carrà, adiós a la musa de la libertad y del amor

La gran diva se fue en silencio, dejando K.O. a toda Italia y huérfana a una generación de españolitos que bailamos, bebimos y cerramos garitos de todo perfil al son de sus canciones.

| Milagros Martín-Lunas Medios

 

 

Fue la reina de la televisión, la diva entre las divas, la emperatriz de la licra y las lentejuelas, majestad de los escotes infinitos. Felina de justas curvas, labios carnosos, mirada abisal y melena platina inflexible. Mujer revolucionaria, incombustible, reivindicativa, amante de la polémica. Raffaella Carrà fue la musa de la libertad y del amor.

"Raffaella Carrà nos ha dejado, se fue a un mundo mejor, donde su humanidad, su inconfundible risa y su extraordinario talento brillarán para siempre". Sergio Japino, su pareja desde hace años, anunciaba devastado el fallecimiento de la artista italiana.

 

Japino, en su comunicado, la describió como una "mujer fuera de lo común, pero dotada de una sencillez sorprendente. Desde hace algún tiempo, la enfermedad atacaba su cuerpo, tan diminuto, pero tan lleno de energía desbordante". Eterna como nadie, cuando la enfermedad comenzó a roer su cuerpo, la Carrà se aseguró de que no se filtrara nada de su profundo sufrimiento. "Otro gesto más de amor hacia su público y hacia quienes compartían su afecto, para que su calvario personal no perturbara su brillante recuerdo", escribía un abatido Japino. Raffaella Carrà se fue en silencio, como ella quiso, dejando K.O. a toda Italia y huérfana a una generación de españolitos que bailamos, bebimos, mezclamos efluvios y cerramos garitos de todo perfil al son de sus canciones.

"Nunca he vivido un día vacío". Cantante, presentadora, bailarina, actriz… Pocas artistas de su época consiguieron ser un icono de la música pop, pero también de la política. Votante comunista, ya lo dejó claro en una entrevista en Interviú, allá por el pleistoceno, en 1977, cuando en este país la televisión todavía se veía en blanco y negro y como mucho en canal y medio: "En un conflicto entre trabajadores y empresarios, yo siempre estaré del lado de los trabajadores. Si has crecido con una educación rigurosa, lograr ser libre es mucho más hermoso, porque realmente la libertad explota", decía.

La vida de Raffaella Carrà

Raffaella Maria Roberta Pelloni nació en plena II Guerra mundial, el 18 de junio de 1943. Dos días después de que las tropas partisanas lograran romper el cerco alemán en los Balcanes. Empezó su carrera profesional a los nueve años por casualidad. Un amigo de la familia, cautivado por su simpatía, la animó a presentarse a un casting para Tormento del passato, una película de Mario Bonnard. A la niña Pelloni le picó el gusanillo de la interpretación y seis años después se matriculó en el Instituto de Cinematografía de Roma para formarse como bailarina. Siempre quiso ser coreógrafa, pero la vida la llevó por otros derroteros.

Debutó oficialmente en el cine en la década de los años 60, fue en aquella época cuando cambió su apellido paterno Pelloni por el de Carrà. Se lo puso un guionista en homenaje al pintor futurista Carlo Carrà. Por aquella época compartió cartel con figuras de la talla de Marcello Mastroianni o Frank Sinatra, al que, por cierto, le dio calabaza en más de una ocasión.

En la década de los años 70, Raffaella Carrà conquistó el corazón de los italianos al tiempo que le quemó la sangre al mismísimo Papa. La RAI la había contratado para presentar el show nocturno Canzonissima y esta italiana irreverente la lio parda bailando y cantando el Tuca Tuca mientras enseñaba el ombligo. Su irrupción en televisión supuso toda una revolución para las mujeres de la época.

Raffaella Carrà

Alternó el éxito televisivo con el inicio de su carrera musical. Sus canciones de ritmos pegadizos y letras irreverentes la trajeron de promoción a una España de dictadura agonizante y hambre de modernidad.

La vimos por primera vez en Señoras y señores, un programa de variedades dirigido por Valerio Lazarov cuyo famoso zoom dejaba boquiabiertos en cada entrega a los millones de espectadores de la época.

La Carrà llegó, cantó, bailo lució y venció. Entiéndase, ella se mostraba caliente caliente, eh-oh; caliente caliente, oh-ah. Hace tiempo que mi cuerpo anda loco anda suelto y no lo puedo frenar (Aah y no lo puedes frenar) Por las noches me despierto abrazada a la almohada y con deseos de amar (Aah y con deseos de amar).

Pasmada, la ciudadanía no daba crédito. Ellos y ellas, que para ver El último tango en París tenían que cruzar la frontera, alucinaban los sábados por la noche con esta sensual y lujuriosa rubia platino de golpe de melena inimitable que les pedía que explotaran su corazón al tiempo que les recordaba que En el amor todo es empezar y que Para hacer bien el amor hay que venir al sur. Las letras de sus canciones trataban de manera festiva y con cierto doble sentido temas como la infidelidad, la masturbación femenina o la homosexualidad. "No sé si logré cierta liberación femenina, pero creo que a las mujeres les he dado toda la energía y la positividad que llevo dentro. Yo sí que pagué el precio de mi libertad".

Su vestuario tampoco pasó desapercibido. Raffaella Carrà marcó tendencia (y lo que fuera) con los modelos diseñados por Luca Sabatelli, a quien continuamente desafiaba: "Yo le dejaba hacer y luego le decía: '¿Qué te parece si a este mono le alargamos la espalda descubierta hasta que se me vea el principio del culito?'. Él me contestaba: 'Es demasiado, Raffaella', pero siempre terminaba saliéndome con la mía", confesó la artista en más de una ocasión.

Su presencia en televisión fue constante, hubo hasta quien se quejó de que en la televisión española se le diera tanta visibilidad a una italiana. En 1992 TVE estrenó su programa ¡Hola Raffaella!, uno de los hitos de la historia del entretenimiento televisivo de este país. 

Adorada por las masas, se convirtió en todo un icono gay. No era para menos. En 1978 cantó la historia de Lucas, un joven que prefería la compañía masculina, mientras su chica se preguntaba dónde se había metido. El colectivo gay le otorgó el World Pride 2017. Galardón que la artista recogió en la Embajada Italiana de España.

Ella jamás se sintió la diva que el pueblo encumbró y eso que, en las décadas siguientes (en los años 80 y 90), no podía salir sola a la calle porque la turba de fans no la dejaban dar un paso sin adorarla. "En mi tumba dejaré escrito: ¿Por qué he gustado tanto a los homosexuales? No hice nada para serlo, pero me encanta. A mí me gusta mirar el interior de las personas", decía Raffaella cuando le preguntaban si se consideraba una diva gay.

En octubre de 2020, una película, Explota, explota, resucitó para las nuevas generaciones los temas de esta italiana fumadora empedernida de Muratti, enemiga del violeta y del número 17. Ella, ya había anunciado su retirada un par de años antes. "Sé bien la edad que tengo y no sé hacer las cosas a medio gas". Ahora sus palabras cobran mayor sentido.