Penitentes, pasos extravagantes y ritos ancestrales se aúnan en estas Semanas Santas que no dejan indiferente a quien las vive
La tradición de los "picaos" data de finales del siglo XV o principios del XVI, siempre ha estado ligada a la Cofradía de la Santa Vera Cruz, y aunque durante muchos años hubo prácticas similares en otros muchos lugares de España, actualmente es es el único rito de penitencia disciplinante con sangre que queda en nuestro país.
Los penitentes, que deben ser mayores de edad y van cubiertos con capuchas para mantener su anonimato, se flagelan la espalda durante veinte minutos. A continuación, la persona que le acompaña le pincha las ampollas con una bola de cera que lleva incrustada 6 cristales con el fin de evitar problemas posteriores. Esta procesión fue declarada en 2005 Fiesta de Interés Turístico Nacional
Es única por su paso conocido como el de La Diablesa,aunque su nombre real es El Triunfo de la Cruz. Representa al diablo con cuerpo de mujer, acompañado de un esqueleto, y fue realizado por Nicolás de Bussy en 1694 por encargo del gremio de labradores. Este paso tiene prohibido el acceso al interior de los templos religiosos, así que la procesión tiene dos recorridos: el de los pasos que cruzan por el interior de la catedral y el protagonizado por La Diablesa que procesiona extramuros de la misma
El origen de la Danza de la Muerte está muy ligada a la epidemia de peste que asoló Europa durante la Edad Media. En ella participan cinco danzantes vestidos de esqueleto, acompañados por antorchas, que bailan y dan saltos al ritmo del tambor. El capdanser guía el baile, dando vueltas sobre sí mismo con una gran guadaña, el banderer lleva una bandera negra y va acompañado de otros dos esqueletos que llevan platos con ceniza y, el último porta un reloj que simboliza la llegada de la muerte.
Esta es otra de las procesiones que impresionan ya que los penitentes visten una túnica blanca, que será la mortaja que les acompañará cuando mueran. Cuando salen del templo hacia la plaza entonan el desgarrador Perdón Oh Dios Mío. Antes, y después del sermón, desenclavan de su cruz a un Cristo articulado del siglo XIX, se la presentan a su madre, la Virgen Dolorosa, y la introducen en la urna de cristal con la que después procesionan.
Los empalaos recorren el Vía Crucis de noche, descalzos, con el torso envuelto en una maroma, los brazos atados a un madero, dos espadas en forma de aspas en la espalda y una corona de espinas. La penitencia además les obliga a arrodillarse ante las 14 cruces que se encuentran en su recorrido y ante cada empalao con el que se cruzan. Participar en esta procesión es un acto de penitencia ligado a una promesa