| 03 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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San Isidro. C. Prensa. La casta de los Victorino. El valor de Ureña y De Justo

La Corrida de la Prensa puso el broche a un San Isidro cargado matices. Como matices tuvieron los toros de Victorino y las faenas de Paco Ureña y Emilio de Justo

| Miguel Angel Moncholi Ocio

La Corrida de la Prensa, epílogo de la Feria de San Isidro tuvo la emoción de la casta de los toros de Victorino. Todo un espectáculo del que pudieron disfrutar los miles de espectadores y aficionados que pusieron el cartel de "No hay Billetes" (otra vez más en esta Feria) y entre ellos El Rey Felipe VI, que acudió acompañado por el ministro Iceta y asesorado por el maestro Paco Ojeda.

Dejo para otra ocasión lo que dicen y piensan algunos de los miembros de la Asociación de la Prensa sobre su Corrida y cómo luego se benefician de sus ingresos. Un ejercicio de cinismo que merecería un tratamiento aparte. Porque la de la Prensa no merece ser enturbiada por semejante dislate.

Victorino de antaño, de ayer y de siempre

Los Victorino fueron aplaudidos de salida por su presentación y ovacionados en el arrastre por su casta demostrada en el ruedo. Casta buena y casta mala, pero casta a fin de cuentas. Emoción que conlleva lo que fue un comportamiento exigente, poniendo en un brete más de una vez a los de luces, que dieron la cara con sus más y sus menos, como héroes reconocidos de la tauromaquia.

Ureña es cogido por el primer Victorino de la tarde.

Cuando un torero se mide con un toro fiero, lo mínimo que se debe tener es un gran respeto. Como así se lo ganó Paco Ureña en el primero, un toro que desarrolló sentido, sabiendo lo que se dejaba atrás, rebañando a la primera de cambio, para así poder segar con sus guadañas la figura del lorquino.

Ureña, protagonista del sacrificio y la entrega

Dio la cara Ureña ante un toro que al girar sobre sus anteriores, -propio de los victorinos-, se lo llevó por delante, le lanzó al suelo y allí, a merced, le zarandeó e hirió en la frente. Le pegó una paliza de la que tardará en recuperarse y olvidar.

Apenas repuesto del trance, se levantó, tomó la muleta, remató la faena y dejó una entera algo contraria baja, tan encunado que le volvió a prender. La gran petición de trofeo a la gesta del torero quedó, por mor de la Presidencia, en ovación saludos.

Expresión de rabia y coraje de Ureña, que se quedó en el ruedo.

El trofeo le llegaría en el tercero, tras una petición menos numerosa, por una faena con altibajos, de aguante, construida por ambos pitones y rematada con naturales de frente y una entera tras pinchazo de colosal ejecución.

Los desafíos del quinto y la proeza del lorquino

Fue la única oreja cortada de las varias que llevaban para cortar los Victorino. El quinto tuvo fijeza y nobleza, pero no menos peligro a medida que se fue enterando.

Emilio de Justo, al natural.

Ureña aceptó para sí que le pusiera el pitón en la cara y cambiando la muleta de mano, ora por el izquierdo, ora por el derecho, fue soportando los desafíos del victorino, al que despidió de una media lagartijera, haciéndole hilo y casi llevándose por delante a su peón, Agustín de Espartinas, que había acudido a hacerle el quite.

Emilio de Justo, lote de orejas con olor a hule

La tarde de Emilio de Justo no fue menos de sacrificio y aguante. Es lo que tiene la casta. No es fácil. Y por eso el reconocimiento debe ser mayor. La buena brega al segundo, ganando terreno hasta depositarlo en los medios, siguió con una faena por el izquierdo (el toro sabía lo que se dejaba detrás) y por el derecho; por el izquierdo una tanda muy despacio; por ambos, despegado y sin cruzar. Una entera algo tendida y caída ponía el punto final a un toro que tardó en echarse, entre la ovación de los presentes.

Lances de recibo de Emilio de Justo.

Brindó Emilio el cuarto del festejo al sobresaliente Alvaro de la Calle que tuvo un comportamiento heróico la tarde del infeliz accidente del torero extremeño sobre el ruedo venteño, que le mantuvo alegado tanto tiempo del escalafón. Apareció el viento y algunas gotas en el cielo, con el arco iris coronando la plaza venteña. Todo muy bucólico y De Justo, vuelta a torear despegado, fuera de cacho y perfilero. El diestro de Torrejoncillo debe quitarse estos defectos para recuperar el fervor de la afición madrileña, que vio cómo pasaportaba de una entera caída, motivos por los que recibía silencio el torero y palmas el toro.

Emilio de Justo con un gran toro, el sexto.

Con el sexto, otro victorino encastado, que hacía el avión, gozaba de recorrido y humillaba, tenía el defecto de rebañar por el izquierdo. Aprenden rápido estos albaserrada a los que es difícil engañar. Y ligero, algo atacado, Emilio de Justo fue elaborando una faena con la diestra, aguantando al natural y terminando con unos doblones y trinchera de buen recuerdo, junto a una entera tras dos pinchazos, que le obligaron a saludar. Un toro de oreja por el que había que apostar, cosa que hizo Emilio de Justo, aunque debió hacerlo algo más relajado.

El Rey, mal asesorado

Así fue la Corrida de la Prensa, con el Rey en barrera, que no en el palco real, echándole de menos para que venga más veces, como hacían su Abuela y su Padre. Y a quien alguien debería haberle advertido que podría salir el mayoral a saludar, como así ocurrió. Hubiera sido un detalle de buen aficionado que a Doña María de las Mercedes no se le hubiera escapado.

El mayoral de Victorino saluda la ovación de los aficionados, al término del festejo.

Una corrida de Victorinos, todo casta, compromiso y exigencia, recordándonos a todos que el toro también es así. Casta y emoción. Y junto a ello, el respeto a quienes dieron la cara. Ureña con total entrega, a veces cayendo en el tremendismo por su ambición de triunfo. Y De Justo por su incondicional disposición, cuyos defectos debe quitar para volver a ser lo que es, un gran torero. Y la Asociación de la Prensa encantada con su liquidación, mientras algunos socios siguen maldiciendo la Fiesta de la que se nutren.

Pero, por encima de todo, la casta de toros y toreros, porque así es la Fiesta. La Fiesta de los Toros.

 

Reseña:

22ª tarde de San Isidro. Corrida de la Prensa. Plaza de Las Ventas que puso el cartel de "No hay Billetes".

Presencia en barrera de El Rey Felipe VI acompañado del ministro Iceta y del maestro Paco Ojeda.

Toros de Victorino Martín, de excelente presentación, encastados y juego desigual.

Paco Ureña. Ovación con saludos, Oreja y Silencio (tras dos avisos)

Emilio de Justo. Ovación con saludos, Silencio y Ovación con saludos.

Al terminar el festejo fue obligado a saludar el mayoral de la ganadería, Félix Majada.

 

Cuadrillas:

Destacaron en varas: Germán González; en la brega: Juan José Domínguez, Agustín de Espartinas Y Morenito de Arles. Y en banderillas: Angel Gómez, Curro Vivas y Juan José Domínguez.

 

Premio "Oreja de Oro" al triunfador de la Prensa:

Con casi el 52% de los votos, Paco Ureña ha resultado ser ganador del trofeo Oreja de Oro, premio con el que la Asociación de la Prensa reconoce al triunfador del festejo, en esta ocasión según el veredicto de la votación popular.

El 30,7 % de las papeletas fueron para Emilio de Justo, mientras que algo más del 17 % de los votantes decidieron dejar desierto el premio.

Los votos fueron depositados en las urnas situadas en las puertas de acceso a los tendidos, y el recuento estuvo supervisado por el notario Luis Enrique García Labajo.