Los síntomas de Ortega Smith en el mitin de Vox que las cámaras no captaron
"Me da más miedo este Gobierno que el coronavirus", me dijo una simpatizante de Vox al comienzo del acto. El secretario general del partido no tuvo su mejor día, pero nadie sospechó nada.
Javier Ortega Smith ha dado positivo por coronavirus. Con toda probabilidad no se contagió el domingo en Vistalegre. El periodo de incubación es mayor, pero sí pudo transmitirlo.
Yo estuve allí. Me salté las normas para la prensa y permanecí de pie, fuera del área reservada para nosotros, sin nadie alrededor, durante toda la mañana.
Apenas dos días antes, dos amigos del 112 Emergencias Madrid me habían dicho: “Yo no iría”. Es más, me mostraron su sorpresa, casi indignación. No entendían que el Gobierno no hubiera anulado no solo el acto de Vox, sino, más grave, las manifestaciones del 8-M del domingo u otros espectáculos de masas, como la Liga para que se jugara a puerta cerrada.
El Gobierno lo ha hecho este martes, como los vuelos a Italia que llevan semanas viniendo atestados de gente sin ningún control. ¿Por qué no antes?
Al final, fui a Vistalegre, pero tomé mis precauciones. Me acerqué a saludar sin dar manos a la mayoría. Palmaditas en el hombro y fuera de los grupos rápidamente. El coronavirus estaba muy presente en las conversaciones del público con el que hablé, pero el entusiasmo les podía más.
“Ni el miedo al virus ha podido con la fidelidad de los simpatizantes de Vox”, pensé al ver la plaza prácticamente llena. “Me da más miedo este Gobierno”, me dijo Mabel, una señora instalada con sus dos banderas (Vox y España) en la barrera de Vistalegre.
En las dos horas de espera al inicio del acto, Mabel, desde luego, no mostró ningún síntoma… Cantó, bailó, pitó a Irene Montero al aparecer en las pantallas gigantes, respondió a cada pregunta del speaker (“¿Quién es la derechita cobarde? … ¡¡el PP!!”) y aún tuvo fuerzas para gritar “¡¡guapos, valientes, campeones!! a Santiago Abascal y su equipo cuando aparecieron en la plaza.
Este fue un momento crítico. Pensé que saldrían directamente por el escenario para evitar contactos. Pero no. Abascal, Ortega Smith, Iván Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio y el resto de la cúpula del partido entraron por el fondo e hicieron todo el pasillo central hasta el escenario dando manos y abrazos.
Seguí la escena en las pantallas gigantes, tratando de escudriñar algún mínimo gesto de protección en ellos, pero no lo había. Confieso que pensé en que alguien podría contagiarles, pero no que alguno de ellos ya estuviera contagiado.
Todos saludaron desde el escenario y luego tomaron asiento. Ortega Smith, junto a Abascal.
Comenzaron los discursos: Rocío Monasterio, Macarena Olona, Ignacio Garriga, Jorge Buxadé... Nada destacable. Mabel y los suyos, como toda la plaza, seguían sin descanso agitando banderas, gritos y aplausos.
Desde mi posición lateral y aislada, salvo de los miembros de seguridad, junto al escenario, veía al siguiente interviniente esperando su turno entre bambalinas para salir.
Allí estaba Javier Ortega Smith, esperando a que Buxadé acabara. Le vi inquieto, bebiendo mucha agua y me pareció que tosió un par de veces, pero lo interpreté como los nervios previos al discurso o que calentaba la voz. Incluso pensé: “Se está enfadando porque Buxadé se está enrollando demasiado”.
Por fin llegó su turno. Un video de presentación y al atril, ante 9.000 personas. Su aspecto, impecable como siempre con su pelo engominado. Ortega Smith saca sus notas de la americana y muestra la fuerza dialéctica, casi marcial, de siempre en sus discursos.
Empieza recordando a los militares de la Patrulla Águila muertos en acto de servicio y recordando su visita a la Academia de San Javier, en Murcia. Vistalegre se viene abajo. “Hoy es 8-M”, continuó, “el día que comenzó en 1917 la Revolución rusa -dice obviando al feminismo-, que desde entonces ha dejado 100 millones de muertos por la lacra del comunismo”.
El fervor sigue en la grada y en el albero. Los contraplanos de la realización en directo muestran sonrisas y aplausos en las pantallas gigantes. Ortega Smith aprovecha los aplausos para beber agua. Tenía la boca seca. Esto sí me llamó la atención. Ni Monasterio, ni Olona, ni Garriga había usado, creo recordar, la botella bajo el atril. Solo Buxadé y Abascal después, en su intervención.
El secretario general de Vox no muestra síntomas de debilidad. Mantiene su tono. “¡Somos la alternativa!”, proclama. “Hace cinco años éramos un puñado de amigos. Luego, nos demonizaron los medios y el resto de partidos, pero aguantamos, nos unimos, resistimos y entramos en las instituciones”, señaló. “Ahora toca demostrar que somos de fiar; que lo que decimos, lo hacemos. Que no cambiamos de discurso”. Aldabonazo al PP y nuevo trago de agua.
Ortega Smith tuvo fuerzas al final para acabar gritando: “¡Viva Su Majestad el Rey y Viva España!”. El micrófono queda abierto y al bajar se escucha en la plaza: “He sido breve, ¿verdad?”.
Con el discurso de Santiago Abascal llegó el delirio a Vistalegre. Ortega Smith lo sigue sentado junto a Rocío Monasterio. Al acabar, Ortega Smith le da un abrazo a su presidente, cara con cara.
Luego, el silencio y el respeto que merece escuchar el himno nacional y vuelta al escenario. Abrazos, besos y fotos entre todos los dirigentes del partido mientras vuelan el confeti y las tiras de papel al más puro estilo “Champions”.
Antes de irse, corrillos y fotos con militantes. A un dirigente le bromeó: “Si hoy no hemos cogido el coronavirus, ya no lo cogemos”. Se ríe y reconoce que debatieron qué hacer. Ya lo teníamos allí.
Al acabar el acto, me despedí también de Mabel. Conservaba milagrosamente la voz y aún tenía fuerzas para seguir agitando las dos banderas a la vez. Por ella, la cosa podría haber empezado de nuevo. Es el fervor que genera, sin duda, Vox entre los suyos. Hasta con coronavirus.