La inevitable descomposición de Unidas Podemos
Los socios de Sánchez están tratando de mostrar un peso político e institucional en el Estado que no está sustentado por una penetración real y efectiva ni en el Gobierno ni en la calle.
Unidas Podemos ha echado el resto en los últimos días para hacer notar su presencia institucional y su peso político. Por un lado, liderando los debates en el Congreso sobre los proyectos de ley de bienestar animal, la ley trans y la reforma de la ley del aborto; y por otro, situándose en la cresta de la ola de indignación por el vídeo de la broma machista y soez del colegio mayor Elías Ahuja, bien secundando eso sí por el PSOE y buena parte de los medios. Pero lo cierto es que el alcance real y efectivo de estas acciones institucionales y políticas es bastante limitado y es la expresión más evidente del grado de deterioro que sufre la coalición de extrema izquierda.
Las fracturas y peleas internas han propiciado, casi desde los orígenes de la organización, ese proceso de desgaste, rebajando de manera notoria su influencia y su visibilidad dentro de la acción de un Ejecutivo personalizado en las figuras de Pedro Sánchez y de Yolanda Díaz. A ello hay que unir la ruptura de puentes entre los morados y la sociedad, la "gente" en cuyo nombre dicen hablar: la falta de sintonía crece a diario entre los dirigentes podemitas en la calle.
Ni el interés general ni la Constitución ni la sensatez más elemental asisten a los proyectos de ley defendidos por Unidas Podemos. Más bien parecen la manifestación de una huida hacia adelante de un grupo de políticos, encabezados por las ministras Montero y Belarra
De ahí que, casi a la desesperada, hayan tratado de reivindicarse con los proyectos de ley antes citados, nacidos de debates muy limitados y vergonzosamente sectarios y entre una inquietante inconsistencia legal. Tanto es así que colectivos de la propia izquierda han criticado duramente algunas de esas propuestas, en especial la ley trans.
Ni el interés general ni la Constitución ni la sensatez más elemental asisten a estos proyectos de ley, ni en general a la salud de la democracia y las libertades de nuestro país. Más bien parecen la manifestación de una huida hacia adelante de un grupo de políticos, encabezados por las ministras Montero y Belarra.
La búsqueda de la propia supervivencia es el primer propósito de este grupo de políticos. Y el segundo es emponzoñar y destruir, hasta donde les sea posible, la convivencia en la sociedad española y el régimen constitucional, que aborrecen desde un discurso ideológico absolutamente excluyente.
Por suerte, la descomposición de Unidas Podemos parece imparable. Y solo el auxilio que le prestan Pedro Sánchez y del PSOE permite que ese hundimiento no sea más acelerado; una complicidad por la que tendrán que rendir cuentas algún día, aunque quizá antes tengan que pagarlo muy caro en las urnas.