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El anacrónico uniforme de Capitán General de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro SánchezEuropa Press

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Nicolás Maduro se ha coronado dictador. Pedro Sánchez camina a toda prisa a vestirse de autócrata. Maneras nunca le han faltado al presidente español. La ocupación sanchista de instituciones que deben ser de todos ha chirriado estos años. El uso y abuso de los organismos públicos para su beneficio no era la mejor manera de convencer que tenía un talante democrático.

Ahora, su penúltima pirueta ya no deja ninguna duda. Como hay “acusaciones particulares” que denuncian a mi esposa, Begoña Gómez, acabemos con ellas. ¿Que las ampara la Constitución? … Peccata minuta. Ahí tenemos a Conde-Pumpido para arreglarlo.

Como hay jueces que investigan a mi esposa, quitémosle de las manos esa potestad. El fiscal del Estado (“¿De quién depende? Pues eso”, Sánchez dixit) se hace cargo de todo. No importa que Álvaro García Ortiz esté imputado por haberse metido en una cacería sin nombre contra una rival política como Isabel Díaz Ayuso. El fin justifica los medios.

Aquí lo único realmente fundamental es que “la lucecita” de La Moncloa la siga encendiendo cada noche Sánchez. Todo lo demás, si hay que destrozarlo, se hace añicos. Indultos, amnistías, inscripciones increíbles de jugadores de Fútbol del Barça, persecuciones inhumanas a rivales políticos, cacicadas, cacerías contra jueces incómodos. Cuando avisó el miércoles Sánchez que Franco podía volver, quizá, en sus adentros, pensaría lo bien que iba a sentarle a él el uniforme de Capitán General. 

A.M.BEAUMONT

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