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Caos en el AVE y apagón: el Gobierno incompetente que todo lo hace bien

Este Gobierno, experto en relatos triunfalistas, no reconoce errores. Cuando todo falla, Sánchez y sus ministros optan por el silencio o la propaganda, como si los ciudadanos no merecieran explicaciones.

El presidente del Gobierno, Pedro SánchezDiego Radames

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España vive instalada en el desconcierto, y el Gobierno de Pedro Sánchez parece incapaz de asumir responsabilidades. Primero, el apagón masivo del 28 de abril, un colapso eléctrico sin precedentes que dejó a millones sin luz, paralizó el transporte y sumió al país en el caos. Días después, la causa sigue siendo un misterio, con Red Eléctrica apuntando a un déficit de generación y descartando ciberataques, pero sin respuestas claras. Ahora, un robo de cable en la línea AVE Madrid-Sevilla ha atrapado a 6.300 pasajeros en 18 trenes, en un nuevo episodio de descontrol que el ministro Óscar Puente califica de “sabotaje”. La Guardia Civil investiga, pero el patrón es idéntico: problemas graves, excusas rápidas y cero autocrítica.

No, el Gobierno no robó el cable, pero la reiteración de fallos en infraestructuras públicas levanta sospechas sobre su gestión. ¿Acaso Adif, empresa estatal, vigila adecuadamente las líneas de alta velocidad? ¿Es casualidad que 300 metros de cable desaparezcan en cuatro puntos distintos, causando estragos en los sistemas de seguridad? ¿Y qué decir de Red Eléctrica, que recibió avisos previos de inestabilidad en la red eléctrica y no evitó el blackout? La respuesta siempre es la misma: culpar a factores externos, desde supuestos sabotajes hasta el azar, mientras se presume de una gestión impecable.

Este Gobierno, experto en relatos triunfalistas, no reconoce errores. Cuando todo falla, Sánchez y sus ministros optan por el silencio o la propaganda, como si los ciudadanos no merecieran explicaciones. Quizás, si Adif invirtiera más en seguridad y menos en autobombo, o si Red Eléctrica priorizara la robustez del sistema frente a intereses particulares, estos desastres serían menos frecuentes. Pero no: aquí todo se hace bien, y los problemas siempre son de otros. Mientras tanto, los españoles pagan el precio de una incompetencia que se acumula, sin visos de corrección. Urge un cambio: menos excusas y más soluciones

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