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El funeral de un Estado donde chirrían personajes como Sánchez y Mazón

Los Reyes consuelan a un familiar de una de las víctimas de la dana

Los Reyes consuelan a un familiar de una de las víctimas de la danaRober Solsona

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El funeral de Estado por las víctimas de la DANA ha terminado dejando al descubierto algo más que el dolor. Ha mostrado, con toda su crudeza, la distancia entre el país real y sus gobernantes.

Felipe VI volvió a representar la serenidad y la cercanía que deberían ser norma y no excepción. Su gesto —contenido, sin imposturas— recordó lo que significa estar al servicio de una nación. A su lado, la rigidez y el artificio de quienes viven del poder y no del deber: Pedro Sánchez y Carlos Mazón, incómodos, impostados, midiendo cada movimiento, como si el protocolo pudiera esconder el desdén.

El acto quiso ser un homenaje, pero acabó pareciendo un escaparate de propaganda controlada. Se apartó a la gente para evitar los abucheos, y con ellos se separó también la autenticidad. No hubo emoción sincera de la política, solo cálculo y frialdad. El Gobierno se blindó del pueblo, otra vez.

España no llora solo a sus muertos. Llora también un Estado que llega tarde, improvisa, no aprende. Un país gobernado por quienes temen el contacto con la realidad y creen que la empatía se puede ensayar.

Felipe VI se ha ganado el respeto porque actúa sin impostar. Los demás solo posan. Y donde la Corona une, el poder divide.

Porque el Rey encarna la España que todavía responde; los políticos, la que ya ni escucha. Él representa la permanencia; ellos, la descomposición. Y en ese contraste está la triste —aunque gran— foto: la de Don Felipe junto a las víctimas, de este funeral de Estado en entredicho.

A.M. BEAUMONT

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