| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Feijoo, en el centro, no muy visible
Feijoo, en el centro, no muy visible

Feijóo, cuenta la leyenda que sigue vivo

Es el presidente de otra comunidad histórica con lengua propia, pero no se le ha escuchado decir nada de Cataluña. Una reclusión voluntaria en Galicia para no quemarse ni mojarse.

| Buendía Opinión

 

 

En tierra de bruxas, de santas compañas y de conxuros, afirmar tajantemente que alguien está del todo vivo o del todo muerto puede ser precipitado. El mejor ejemplo de ello es el propio presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, quien encarna como nadie el generalmente absurdo tópico gallego: con él, y es una excepción, es cierto que no se sabe ni sube o si baja, aunque sí deja claro que lo suyo no es ni quemarse ni mojarse.

La autoridad de Feijóo para hablar contra el secesionismo sería enorme, pero sufre un ataque de mudez

Que su acto más ilustre de los últimos días/milenios haya sido el que aparece en esta imagen, la inauguración de la sede en Santiago de Compostela de la Fundación Laboral de la Construcción, lo dice todo precisamente por no decir nada.

En pleno desafío secesionista, la autoridad del presidente de otra comunidad histórica, con lengua propia y un acervo cultural único, resonaría como pocas y contribuiría a frenar esa idea tan injusta y ridícula de que la única manera de ser un buen catalán es ser a la vez un mal español.

Galicia es la prueba de lo contrario, de un exquisito cuidado por lo propio sin perder apego por lo colectivo, de una mezcla impagable de los versos de Rosalía con la prosa de Galdós, de pucheros glosados por Cunqueiro en una pota gallega con grelos donde también pueden bailar los garbanzos castellanos.

Un silencio inducido

Pero no, Feijóo, está mudo, y su flamante mayoría absoluta a duras penas rebasa los límites de Os Ancares en la frontera con Ponferrada: apenas viaja por la AP-9, esa autovía de peaje que une Coruña con Vigo y que controla -no es una metáfora- Madrid para cabreo de todo el arco parlamentario gallego.

Tal vez olvidan sus señorías que uno de los suyos está en Moncloa. O que otro, con ese llamativo autismo autoinducido, piensa en estarlo algún año de éstos. O no.