| 29 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Rajoy se malicia movimientos externos a la política contra él.
Rajoy se malicia movimientos externos a la política contra él.

Rajoy suma a su teoría de la conspiración a un juez con ganas de estrellato

El líder del PP juega la carta de su “manejo de los tiempos”, pero también tira como coartada de oscuras conjuras. El partido que lo sostiene es hoy una olla a presión llevado del ronzal.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Con las variantes de rigor, Mariano Rajoy se esfuerza en transmitir a propios y extraños que controla la situación y que todos los pasos que ha dado en las últimas semanas están cuidadosamente meditados. Resulta bastante difícil de creer este mensaje cuando, corroído por un incontenible desprestigio, su pretensión pasa ya por jugárselo todo a la ruleta rusa de una nueva convocatoria en las urnas.

El presidente del Gobierno en funciones se está dejando en esa gatera las plumas que le quedan. Como síntoma no puede ser peor para la causa del PP, siendo cierto que tampoco ha ayudado el rechazo de Pedro Sánchez y de Albert Rivera a negociar cara a cara con Rajoy.

El propio Mariano Rajoy aún sigue relatando con todo lujo de detalles que en su reunión pre-navideña con Sánchez en La Moncloa careció de oportunidad siquiera de proponer nada porque aún estaba sentándose y el secretario general del PSOE le espetó: "Ni te voy a dar mi apoyo a ti, ni a tu partido". Con ese buey hubo de arar.

Rajoy se malicia una conjunción de poderes económicos escocidos por algunas medidas y dispuestos a sacarle de La Moncloa

Los acontecimientos le han servido a Rajoy de coartada para presentarse, al menos ante sus fieles, como un político acosado por una pinza PSOE-C´s, del poder patronal que anhela su defenestración y de unos medios de comunicación que les hacen el juego. Mariano Rajoy obvia haber tenido España al albur de la buena voluntad de su poder. Pero su tesis le permite precisamente decirse objetivo de turbias maniobras desatadas en venganza por molestas demostraciones de fuerza contra algunas élites durante la pasada legislatura.

Todo encaja, claro está, en esa particular interpretación de la realidad para derribar al todavía líder popular con, por ejemplo, la reforma energética, de lo "más molesta" para la alta clase empresarial y financiera. En descargo del centro-derecha, debe admitirse que los distintos llamamientos del "grueso club del millón de euros anuales" (léase, entre tantos otros, el ex ministro Eduardo Serra) a favor de un Ejecutivo PSOE-Ciudadanos con la abstención gratis et amore del PP resultaron un colosal despropósito. Con todo, el recurso a la conjura de lobbies económicos con complicidades políticas contra Mariano Rajoy evidencia una interiorización de fin de ciclo como algo irreversible.

El presidente se atornilla a la silla por miedo a que un juez estrella le meta en los escándalos del PP

Hay quien también sostiene que Rajoy se ha atornillado al sillón por miedo a que un magistrado-estrella se apodere de un arrebato y pretenda colocarlo al frente del batallón de derribados por los escándalos populares. Lo que desde luego pasa el filtro del mero rumor es cierta querencia preventiva del jefe del Ejecutivo en funciones por tocar madera cada vez que oye mencionar el eventual cerco judicial.

Es verdad que la marca está lejos de ser una resplandeciente patena donde brilla la virtud sin mácula, pero ese grave quebranto de la imagen del partido tiene mucho que ver con la ineficacia del propio Mariano Rajoy para combatir los constantes casos de corrupción.

Haya o no pinzas, Rajoy debe ser consciente de que se ha terminado una etapa y dejar espacio para que otros en sus filas se consoliden. Condiciones le sobran a algunos para conseguir la recuperación electoral del PP, aunque resultaría imperioso la convocatoria de un congreso en el que el actual líder ceda los bártulos y espere el juicio de la Historia, que sin duda será mucho más ecuánime de lo que ahora mismo parece.