| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Ni un minuto más, señora Montero

338 beneficiados ( y subiendo) por la Ley del solo sí es sí, son 338 razones impepinables para pedir perdón e irse a su casa

| Ely del Valle Opinión

Si Máximo Huerta, ministro de Cultura, dimitió debido a una antigua deuda con Hacienda que ya había pagado; si Carmen Montón tuvo que renunciar al cargo de ministra de Sanidad a causa del trato de favor a la hora de obtener un máster en una universidad pública; si en su día Jose Luis Corcuera salió del ejecutivo de Felipe González al día siguiente de que el TC declarara inconstitucionales dos apartados de la Ley de Seguridad Ciudadana; si Alfonso Guerra dejó su cartera de vicepresidente del Gobierno por los negocios de su hermano, Cristina Cifuentes la presidencia de la Comunidad de Madrid por robar dos cremas y amañar un máster, y Camps la de la Comunidad Valenciana por hacerse dos trajes, ¿alguien entiende que Irene Montero, responsable última, que no única, de que casi 400 depredadores sexuales se hayan beneficiado de una Ley chapucera que sigue defendiendo a capa y espada, continúe calentando sillón en el ministerio de Igualdad?

El escándalo, pese a quien pese, es morrocotudo, las consecuencias, nefastas, y la caradura de una señora que llegó a la política supuestamente para limpiarla, de acero inoxidable. Se atrinchera la auto proclamada de defensora de unas mujeres a las que ha dejado con el culo al aire, en que tiene que seguir en el cargo para asegurarse de que la esencia de un cambio legislativo, que según ella está en el consentimiento, se mantiene, cuando es algo que siempre ha existido porque de toda la vida de Dios, una relación sexual no consentida ha sido delito. Pero ahí sigue ella, convertida en el máximo ejemplo de la soberbia, con el aplauso de los que han visto reducida sus penas y las orejas gachas de un “jefe” más preocupado en manejar la calculadora electoral que en depurar responsabilidades, no vaya a ser que sus socios le monten un guirigay que le sal-pique.

Gracias a una ministra incapaz, máximo exponente del dime de qué presumes y te diré de lo que careces, y de un presidente con una tragaderas del tamaño de los túneles de la M-30, hoy me siento, como mujer y como ciudadana, víctima de una de las mayores estafas contra la decencia política que se han visto en las últimas décadas. Y como yo, miles, así que aunque solo fuera por usted misma, por su madre, por su hija y por todas las mujeres de su familia que, como las demás, mañana pueden compartir ascensor con alguno de los premiados por su incompetencia, ni un minuto ni un segundo más, señora Montero. Ni uno más.