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El fármaco común que podría frenar el desarrollo del cáncer y que millones toman sin saberlo

Nuevas investigaciones apuntan a que un medicamento de uso diario tendría un efecto inesperado sobre varios tipos de tumores.

Los efectos secundarios de estos fármacos son conocidos y pueden ser graves si se toman sin control médico

Los efectos secundarios de estos fármacos son conocidos y pueden ser graves si se toman sin control médicoGrace Cary

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Un estudio reciente ha sacudido a la comunidad científica al revelar que un analgésico cotidiano, presente en casi todos los hogares, podría tener propiedades anticancerígenas. El hallazgo sugiere que un fármaco usado durante décadas para aliviar el dolor y la inflamación podría desempeñar un papel inesperado en la prevención de ciertos tipos de cáncer.

Los investigadores aún piden prudencia, pero los datos son llamativos. El medicamento, disponible sin receta en cualquier farmacia, parece afectar directamente a los mecanismos biológicos que permiten a las células tumorales crecer y sobrevivir. Detrás del descubrimiento se encuentra una idea cada vez más sólida: la inflamación crónica es un terreno fértil para el cáncer, y controlar ese proceso podría ser una de las claves para frenarlo.

El nombre detrás del hallazgo

El medicamento en cuestión es el ibuprofeno, un antiinflamatorio presente en cualquier botiquín. Lo que durante décadas fue sinónimo de alivio rápido frente al dolor podría esconder un papel mucho más relevante en la medicina preventiva.

Varios estudios han observado que, además de reducir la inflamación, el ibuprofeno parece interferir en genes vinculados al crecimiento tumoral, como HIF-1α, NFκB y STAT3. Estas proteínas ayudan a las células cancerosas a resistir el tratamiento y a adaptarse a condiciones adversas, como la falta de oxígeno. Al inhibirlas, el fármaco podría hacer que los tumores fueran más vulnerables a la quimioterapia.

Cómo actúa realmente el medicamento

El compuesto pertenece a la familia de los antiinflamatorios no esteroideos, o AINE, un grupo que incluye fármacos tan conocidos como la aspirina o el naproxeno. Su mecanismo se basa en bloquear enzimas llamadas ciclooxigenasas (COX), responsables de generar las sustancias que provocan inflamación.

Al inhibir la COX-2, el medicamento reduce la producción de prostaglandinas, moléculas que no solo causan dolor e hinchazón, sino que también están implicadas en el crecimiento celular y en la proliferación de células tumorales. Esa acción bioquímica, aparentemente simple, es la que ha despertado el interés de los oncólogos: menos inflamación, menos señales que alimenten el cáncer.

Si futuros ensayos clínicos confirman los datos, este analgésico podría incorporarse a estrategias de prevención en grupos concretos de riesgo, del mismo modo que la aspirina se utiliza ya en ciertos protocolos cardiovasculares.

Una promesa que requiere cautela

Los científicos insisten en que, por ahora, no hay evidencia suficiente para recomendar su uso como prevención. Los efectos secundarios de estos fármacos son conocidos y pueden ser graves si se toman sin control médico: úlceras, sangrados gastrointestinales, daño renal o incluso problemas cardíacos. La automedicación, en este contexto, puede convertir una posible ventaja en un riesgo real.

Aun así, los resultados abren una nueva vía para la investigación. Si futuros ensayos clínicos confirman los datos, este analgésico podría incorporarse a estrategias de prevención en grupos concretos de riesgo, del mismo modo que la aspirina se utiliza ya en ciertos protocolos cardiovasculares.

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