| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El cambio de discurso de Oltra que señala a Puig las restricciones a decretar

La vicepresidenta ha ido virando de no considerar obligatorias las mascarillas apelando a la madurez del pueblo a exigir continuamente más recortes que impiden la libertad individual

| H. G. Edición Valencia

"No entendemos que se nos tenga que obligar a algo que hacemos por nuestra salud y la de nuestros seres queridos", señalaba hace apenas medio año la vicepresidenta del Gobierno, Mónica Oltra. Lo hacía cuando se le inquiría por la obligatoriedad de taponar bocas y narices de la ciudadanía con mascarilla.

Por aquel entonces todavía no se había impuesto esa exigencia. Por aquel entonces Oltra apelaba a "la responsabilidad individual". Incluso destacaba que "el pueblo valenciano tiene la madurez suficiente" y anteponía esa responsabilidad/libertad de cada habitante para proteger su salud y la de sus conciudadanos. "Una cuestión de sentido común", tal como recalcaba.

Hace un par de meses -"comprenderán porque estoy desatada desde noviembre", indicaba en la rueda de prensa posterior al pleno del Consell del pasado viernes- Oltra emprendió la dirección contraria: la de exigir continuas restricciones. 

La coalición de partidos de la que ejerce de portavoz, Compromís, pero, sobre todo, la propia vicepresidenta, han enarbolado los decretos de restricciones. Se empeñó en cerrar completamente la hostelería, a pesar de que otras autonomías -sin que se demuestre que sus políticas son erróneas- la mantienen abierta, con limitaciones, o dejan, como mínimo, las terrazas.

Ha incitado también a la clausura de comercios a partir de las 18 horas y se ha convertido en adalid de los encierros, renombrados con el inexacto vocablo de ´confinamientos´. Ha pasado de esa especie de aplicación del liberal "laisser faire, laisser passer" a la situación pandémica, que confía en la libertad individual y en que el juicio atinado de la mayoría -"una cuestión de sentido común", como decía la propia Oltra en julio- acaba orientando a la sociedad, a un maternalismo exacerbado, a una postura intervencionista del Consell que coarta tanto la libertad del ciudadano que le priva de cualquier incentivo para salir de casa.

El argumento, al final, se cimenta en la nueva versión del manido "es por tu bien", que ahora puede traducirse en "la salud es lo primero". Preguntada por el motivo de tanta exigencia, aprovecha esa tarima privilegiada que supone la portavocía para insistir en que "lo único que está demostrado es que los contagios se producen por contacto entre personas". Sin más base científica ante una sociedad que mira al Consell entre atónita, exhausta y asustada.

Atónita, porque no acaba de comprender en qué se asienta cada nueva restricción, de qué estudio u opinión autorizada parte para que el Consell la decrete. Porque al final, no lo olvidemos, un sanedrín de políticos del tripartito botánico, reunido bajo el ampuloso nombre de comisión interdepartamental, adopta las decisiones que recortan los movimientos de cinco millones de valencianos. Sin técnicos. Sin expertos. Únicamente políticos.

 

Exhausta, porque cada nueva medida restrictiva constituye una muesca más en la minada moral colectiva e individual. Una demostración añadida de que el túnel se antoja demasiado largo y la luz todavía no se atisba en la Comunidad Valenciana. De que esto es como el largo invierno nocturno lapón o como un agotador maratón (palabra de género masculino, por cierto, aunque tantas veces se cite con artículo femenino) de 42 kilómetros para alguien que no ha participado en carreras de más de diez. Las fuerzas flaquean. Y la paciencia, también. ¡Qué lejos nos queda Australia por la distancia y por su eficiencia contra la pandemia!

Asustada, por las cifras que la vapulean cada día, por los fallecimientos de familiares, amigos, conocidos, por los numerosos casos de contagios entre allegados. Por el bombardeo devastador de noticias, a cual más desoladora y deprimente.

En todo este contexto, y ante la suma de mayores restricciones para este inicio de febrero, la pregunta que más surge en las conversaciones -pocas de tú a tú, sin dispositivo intermediario- que pueden sostenerse estos días es: "¿Servirá de algo todo este sacrificio?". Por el momento, y ante los datos dramáticos, la respuesta claramente consiste en que no. No está sirviendo. Tanto esfuerzo no va dando frutos.

Por mucho que la vicepresidenta, con sus vaivenes desde la defensa de la libertad individual al maternalismo protector, haya ido señalando el camino de los recortes de derechos al president, Ximo Puig. Ojalá acierten, y pronto, por el bien de la sociedad. Ojalá escuchen más a quien pueda saber, por el bien del "pueblo valenciano" cuya "madurez" Oltra alababa en el pasado y ahora parece poner en duda con sus acciones.

 

En cualquier caso, que tengan claro que sus decisiones, que sus estrategias, que sus cambios de criterio, que sus tácticas de oposición dentro del gobierno, tienen consecuencias. Ahora, para el conjunto de ciudadanos. En un futuro a medio plazo, puede que para ellos mismos. "Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo", sentenciaba Abraham Lincoln, uno de los presidentes más aclamados de la historia de EEUU de América.