| 29 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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No están para nadie

¿Qué principio científico expone que un animal “está” para comerlo? Nuestro imaginario colectivo tiene muy interiorizado que todo lo que existe nos pertenece.

| Raquel Aguilar Edición Valencia

El uno de noviembre se celebra el mundial del veganismo. Y en esta vorágine de inmersión en odio permanente en que nos encontramos, no es infrecuente que las personas que hemos decidido excluir de nuestra dieta a los animales seamos diana de todo tipo de comentarios y argumentos que tratan de entre ridiculizarnos y criminalizarnos.

Imagino que es inherente al ser humano rechazar lo que desconocemos y, desde luego, agarrarse férreamente a aquellos privilegios que consideramos de pleno derecho. Y en ocasiones, ponernos ante el espejo que nos muestra aquello que hacemos, puede ser doloroso.

La última conversación que tuve respecto a la necesidad de comer animales, hace tan solo unos días, comenzó con un comentario que ponía el grito en el cielo porque había quien reclamaba que las gallinas estuviesen sueltas en las granjas cuando hay personas que no tienen una casa donde vivir.
Por supuesto que hay que reclamar un mínimo de dignidad en la mísera vida de los animales obligados a vivir en granjas, argumenté. Porque tienen capacidad de sentir y sufrir y lo contrario es inhumano. Y porque una injusticia, no justifica otra. Si algo es injusto, debemos trabajar por cambiarlo, no cometer otras injusticias amparadas en aquellas que consideramos más graves.

La conversación continuó con el argumento de la libertad para comer animales, que están para eso.
¿Qué principio científico expone que un animal “está” para comerlo? En nuestro afán antropocentrista, el imaginario colectivo tiene muy interiorizado que todo lo que existe en el planeta (y también fuera de él) nos pertenece. 

Esa visión incluye a los animales, a los que oprimimos, ignorando sus propios intereses, pero esa supuesta realidad, construida sobre la base de nuestra conveniencia, es cuestionable. Y claro que una persona puede comer lo que quiera con tranquilidad, mientras la legislación lo permita, como es el caso de muchas especies de animales, pero que algo sea normal, e incluso legal, no quiere decir que sea ético. Simplemente es algo que llevamos haciendo durante toda nuestra vida, algo que han hecho las generaciones anteriores, y que hemos asumido como normal, sin siquiera cuestionarlo.

Del mismo modo, hay y han habido demasiadas costumbres que implican dominación y el ejercicio de privilegios de unos sobre otros a quienes se considera inferiores y conforme las hemos ido cuestionando, las hemos ido abandonando.

La defensa de que debemos comer animales continuó con cuestiones de nutrición y prosiguió con la economía. En la actualidad está demostrado que una dieta saludable, equilibrada y que aporte todos los nutrientes necesarios, puede ser 100% vegetal. De hecho, existe informes científicos que relacionan una mayor probabilidad de padecer cáncer si se consumen las llamadas carnes procesadas y carnes rojas.

Respecto a la cuestión económica y qué pasaría con quienes se dedican a la producción de carne si se dejase de comer animales, como ha ocurrido siempre que se ha producido un cambio en un sector económico, deberían reorientarse (recordemos que nadie cuestionó el que los móviles llevasen incorporada cámara de fotos, aludiendo al perjuicio ocasionado a las empresas fotográficas).

Por poner un ejemplo de nuevas oportunidades de negocio, en la actualidad ya hay empresas en nuestro país facturando millones de euros y exportando a decenas de países productos que ya se consideran sucesores de la carne, sin renunciar a la calidad nutritiva ni a sus características organolépticas.

De hecho, hay muchas compañías dedicadas al sector lácteo que están produciendo bebidas vegetales, sustitutivas de la leche o cárnicas que están produciendo fiambres y otros productos vegetarianos y veganos.

Al final de la conversación, aunque sé que esta persona seguirá comiendo animales (al menos, en un futuro inmediato), sentí que había cuestiones para las que no se había planteado nunca una respuesta. Y el hecho de poder tratar este asunto con tranquilidad implica escuchar y reflexionar.

Esto es, en cierto modo, normal. Vivimos en una sociedad en que continuamente nos bombardea con información de ámbitos muy diversos y no solemos indagar en aquello que ni nos planteamos deba cuestionarse, como el hecho de que oprimamos, matemos y nos comamos a otros animales, que como tú y como yo, tienen capacidad de sentir y sufrir y sólo tienen una vida, la suya, que deberían disfrutar en libertad y con dignidad.

Estoy segura de que, de planteártelo, no te gustaría ser una gallina, ni un cerdo, un cordero o una vaca. Así que, si has llegado hasta aquí, te invito a que investigues y te cuestiones si realmente merece la pena, por unos minutos de placer en el paladar, generar tanto dolor y sufrimiento, cuando tienes a tu alcance infinitas alternativas y puedes encontrar miles de recetas exquisitas, sin animales. 

Ellos no están para nadie. No comas animales.