| 02 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Operarios de TRAGSA recogen pellets de plástico, en la playa de Aguilar, en Muros de Nalón, Asturias.
Operarios de TRAGSA recogen pellets de plástico, en la playa de Aguilar, en Muros de Nalón, Asturias.

Sumergidos en microplástico

No todos los aditivos y sustancias químicas que se añaden al plástico tienen la misma toxicidad y peligrosidad. En su gran mayoría no son nocivos para la salud, aunque no siempre es así.

| Raúl Martínez Edición Valencia

Galicia revive la pesadilla de la contaminación marina. Una marea blanca de microplásticos cubre sus costas 22 años después del naufragio del Prestige, creando nuevamente la alarma por sus posibles efectos nocivos sobre el medio ambiente costero y sobre la salud de los habitantes del litoral.

Los conocidos popularmente como gránulos o péllets son en realidad granza plástica, materia prima para la industria de fabricación de plásticos por extrusión. Permite obtener productos acabados a partir de material fundido a través de un molde o matriz. La materia prima, de un tamaño de 5 mm, puede estar formada por un único polímero plástico, como el PET, el polipropileno o el polietileno, o
por plástico reciclado, que se tritura, lava y funde para formar los pequeños gránulos.

Los microplásticos son partículas plásticas de tamaño inferior a 5mm, pudiendo llegar a ser tan diminutas que a simple vista no son visibles. Se originan por la degradación y descomposición de los materiales y fibras de plástico en partículas cada vez más pequeñas. Migran al medio ambiente, pasando al aire, alcanzan al suelo, entran en contacto con el agua llegando a los ríos y mares,
contaminándolos.

Se calcula que consumimos unas 100.000 partículas microplásticas al año

Estas pequeñas partículas se mueven libremente en el agua, en el aire, en el suelo, pasan a los alimentos por contacto, y es inevitable que acaben entrando en nuestro organismo. Una vez en el cuerpo los plásticos de tamaño nanométrico pueden atravesar las membranas celulares. Se calcula que consumimos unas 100.000 partículas microplásticas al año. Es un problema tan nuevo que no se
sabe aún a ciencia cierta qué efectos tendrá sobre la salud, pero se intuye que vivir sumergidos en microplástico no presagia nada bueno.

Los plásticos no son potencialmente peligrosos por sí mismos. Su peligrosidad la ocasiona las sustancias químicas que se le agregan para proporcionarle sus características. Los plásticos tienen como materia prima polímeros inertes a los que se añaden aditivos y productos químicos, que son los que les dotan de propiedades específicas y permiten prolongar su vida útil. Mediante estos
aditivos químicos el plástico tiene color, mejora el rendimiento, resiste la degradación por radiación de luz ultravioleta, aguanta la acción del moho, las bacterias y a la humedad. Son estos aditivos los que garantizan su capacidad de resistencia mecánica, térmica y eléctrica, y los que permiten que sea
prácticamente indestructible. Estas sustancias químicas escapan cuando el plástico se degrada, liberando al medio su potencial toxicidad.

No todos los aditivos y sustancias químicas que se añaden al plástico tienen la misma toxicidad y peligrosidad. En su gran mayoría no son nocivos para la salud, aunque no siempre es así. Existen plásticos que se aditivan con sustancias tan peligrosas como los policlorobifenilos (PCB), los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), con metales pesados, endurecedores como el bisfenol A (BPA) y plastificantes como los ftalatos. Una vez que estos químicos están dentro de nosotros, incluso en dosis bajas, tienen efectos perjudiciales para la salud.

Los ftalatos alteran las hormonas. Están asociados a la pérdida de la calidad del semen



Se sabe que los policlorobifenilos generan inmunotoxicidad, debilitando el sistema inmunológico. Producen cambios en las hormonas tiroideas y esteroideas, afectando a la función reproductiva. Está demostrado que los PCB causan cáncer.

Los hidrocarburos aromáticos policíclicos producen cefalea, náuseas, mareo, desorientación, confusión, inquietud, pérdida de consciencia y depresión respiratoria. La intoxicación por metales pesados provoca daño a órganos.

El bisfenol A es un disruptor endocrino. Su estructura molecular se asemeja a la estructura de los estrógenos naturales. Esta peculiaridad molecular es la que le permite afectar al sistema endocrino. Impide su correcto funcionamiento al desregularlo, modificando la producción de hormonas. Pueden causar alteraciones en el aparato reproductor masculino y femenino, en el cerebro y en el comportamiento, sobre el metabolismo y el sistema cardiovascular, sobre la tiroides, el sistema inmunitario y el intestino. Estas sustancias tienen efectos carcinogénicos comprobados.

Los ftalatos alteran las hormonas. Están asociados a la pérdida de la calidad del semen, causan daños en el ADN de los espermatozoides, reducen la producción de hormonas sexuales en hombres y causan infertilidad. La exposición prenatal a los ftalatos se relaciona con la disminución de testosterona en la descendencia masculina.

 


(*) Experto en Salud y Medio Ambiente. Biólogo