| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Perro invisibilizado en un zulo.
Perro invisibilizado en un zulo.

Seguimos avanzando en la desprotección animal

La ley no sólo niega protección estos perros y otros animales utilizados para la caza, si no que abandona a su suerte a aquellos perros que son obligados a ejercer otras funciones.

| Raquel Aguilar Edición Valencia

Hace apenas unos días el Congreso aprobaba el “Proyecto de Ley de protección de los derechos y el bienestar de los animales”, que deberá pasar ahora por la aprobación del Senado antes de su definitiva publicación en el BOE y su posterior aplicación. Junto a este proyecto de ley, se aprobaba también una modificación del Código Penal, relacionada con los animales.

Algunos celebraban que habían hecho historia al aprobar una supuesta ley de protección animal. Junto a sus aplausos, resonaban los de los escopeteros, que habían conseguido que les permitieran seguir ejerciendo su violencia, ahora con total impunidad, sobre los perros que utilizan como instrumentos para cazar y que son lanzados dentro de sacos con piedras al fondo del río o colgados de encinas cuando ya no les sirven.

La ley no sólo niega protección estos perros y otros animales utilizados para la caza, si no que abandona a su suerte a aquellos perros que son obligados a ejercer otras funciones, como el pastoreo, la búsqueda y rescate, las terapias asistidas, las competiciones deportivas y los utilizados para guardia y defensa. Como si un perro lo fuese o no en función de cómo lo utilicemos.

Y todo esto, por no hablar de aquellos que nunca se ha pretendido que formen parte de la ley, como los toros, vacas y becerros masacrados en las calles y plazas de nuestros pueblos y que, tras tal despropósito inimaginable de ley, han quedado en el más oscuro de los olvidos. Estas modificaciones legales imagino que habrán sido bien celebradas (y no quiero pensar cómo), por quienes explotan sexualmente a los animales.

Porque, para quien no lo sepa, la inclusión como delito de la explotación sexual de animales en el Código Penal tuvo lugar en 2015, tras un trabajo muy intenso de organizaciones animalistas, de juristas y de psicólogos/as y educadores/as. Sin embargo hoy, 8 años después, en lugar de eliminar cualquier resquicio para penar la zoofilia, quienes se lucren sometiendo a vejaciones sexuales a los animales (evidentemente, sin su consentimiento) lo podrán hacer siempre y cuando no haya un informe veterinario que certifique lesiones.

Sabemos que excluir a los perros instrumentalizados de la ley responde a concesiones a los lobbys que se lucran de ellos, a saber a cambio de qué, pero en el caso la explotación sexual, me gustaría saber con qué colectivos se han sentado a negociarla y qué justificación se puede alegar para retroceder ante tal aberración.

¿Y qué tal mencionar la satisfacción de saber que por menos de lo que cuesta pernoctar en un hotel, quedas limpio tras maltratar a una animal, aunque se demuestre de forma fehaciente tu culpabilidad, porque las penas de cárcel se van a poder reemplazar por multas?

Tal es el despropósito que INTERcids Operadores Jurídicos por los Animales ha calificado este proyecto como la peor reforma realizada en el Código Penal en relación con el maltrato animal desde que se tipificó como delito en el año 2003.

Que la que vaya a ser primera ley en materia de protección animal a nivel estatal sea tan deficiente que quienes deben aplicar la ley se estén llevando las manos a la cabeza y los maltratadores la estén celebrando es, cuanto menos, preocupante y nos muestra cuán progresistas son en realidad quienes dirigen este país.

Con estas modificaciones legales, que incluyen retrocesos tan aberrantes, como excluir a individuos contra los que se cometen auténticas monstruosidades, poner una alfombra roja a quienes los explotan sexualmente y que con una multa se cancele una pena de prisión, dejando libres a psicópatas e invitándoles a volver a delinquir, hay bien poco que celebrar. Vemos estos días como hay partidos que contra viento y marea, defienden sus proyectos de ley, con puntos y comas, pese a sus consecuencias. Lamentablemente, cuando se trata de los otros animales, el marketing va siempre acompañado de excusas y concesiones.

Eso sí, cuando lleguen elecciones, todos los partidos, sin excepción, mostrarán a sus dirigentes acariciando perritos y utilizando, de nuevo, a los animales como herramienta propagandística, aunque su única intención sea rascar votos de la creciente sensibilidad animalista de nuestra sociedad.

Porque su preocupación por los animales, más allá de los votos que proporcionan, hemos podido comprobar, una vez más, que es tan volátil como el humo que nos tratan de vender.