| 28 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El ministro de Universidades, Joan Subirats; la vicepresidenta segunda y líder de SUMAR, Yolanda Díaz, y el matemático Carlos Andradas.
El ministro de Universidades, Joan Subirats; la vicepresidenta segunda y líder de SUMAR, Yolanda Díaz, y el matemático Carlos Andradas.

Derogar el sanchismo ¿incluye la ley de universidades?

Con el estilo propio del sanchismo, agudizado por la militancia podemita de sus actores, se trata de un resultado impuesto, con ausencia absoluta de diálogo con la comunidad educativa...

Entre las muchas composiciones a ejecutar a cuatro manos para piano -siempre complejas- hay una poco conocida, del francés Saint-Saëns, llamada Danza macabra. El producto a cuatro manos de dos curiosos ministros podemitas (he olvidado afortunadamente el nombre del primero; y el segundo no he llegado a aprenderlo; ambos catedráticos de universidad, que en lo académico -ahora que se renueva la polémica taurina- también “hay gente pa tó”, que diría El Gallo) con la universidad española como objeto de deseo, como juguete, y como demostración inequívoca de partidismo ideológico y sometimiento de la razón al interés y capricho personales, es un bodrio que me ha traído a la memoria al compositor -nacionalista- que escribió también el Carnaval de los animales.

Coincidí plenamente con el análisis del sindicato independiente CSIF, tras la aprobación de la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU) que entró en vigor el pasado 12 de abril. En esencia se trata de una Ley que desvertebra y fragmenta -con falsa coartada autonómica- el sistema universitario nacional, debilitándolo en el marco de la política educativa europea; carece de estudio de viabilidad financiera y de un calendario de inversiones razonables que garanticen su hipotética puesta en funcionamiento; y genera, en consecuencia, más incertidumbres que certezas y, por ende, una previsible inestabilidad transitoria de indefinida duración.

Con el estilo propio del sanchismo, agudizado por la militancia podemita de sus actores principales, se trata de un resultado impuesto, con ausencia absoluta de diálogo con la comunidad educativa (sindicatos incluidos), carencia flagrante de informes de expertos, alejada -siquiera en intención- del mínimo consenso social. Y, naturalmente, sin consulta ni informe del Consejo de Universidades, ni del Consejo de Estado.

Pese a su apariencia de modernidad, contaminada de populismo y ajena a una auténtica innovación educativa, no deja de ser una suma de preceptos limitados, exentos de una estructura estratégica que los cubra y justifique. Más próximos a un parcheado de cuestiones molestas, ajenas al humanismo científico y al alma máter del universitario, exacerbadas artificialmente con asuntos identitarios, territoriales o lingüísticos, que la Universidad Española en su conjunto ha sabido gestionar con cordura (aun sin faltar clamorosas excepciones).

Ahorra -porque el olvido sería imperdonable- la internacionalización de la Institución, de sus profesores y alumnos, de su personal en conjunto, siquiera en el marco europeo más cercano. Y ningunea la investigación universitaria, cuando tanto la aplicada como la básica, son el crédito que garantiza una docencia de excelencia.

Y mientras se convierte en un marco constrictor de la autonomía universitaria, alimenta la politización de sus claustros y órganos de gobierno, además de introducir un populismo descarado y execrable en las condiciones para ejercer los unipersonales, incluido el de rector.

Nacionalismo por internacionalización, e ideología por investigación. Es la fórmula mágica de la estulticia preconizada por quien se quiere en poder de la verdad, porque el poder ocupa. La Universidad como una factoría de súbditos obedientes. Pero en la práctica despoja a los Consejos Sociales y los minimiza en sus funciones y responsabilidades. Todo por el pueblo pero sin el pueblo ¿les suena?

La precipitada maniobra de supervivencia del sanchismo, deja la LOSU a día de hoy en un impás con Decretos, Reglamentos y Normativas Académicas  a medio hacer y asuntos de la importancia de las Agencias de Acreditación sin resolver. Y por supuesto, en una auténtica incógnita financiera. 

Así que yo me pregunto ¿no entraría la LOSU en la derogación del sanchismo?. Por el amor de Dios.