| 28 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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¿Quién teme al lobo Vox?

La primera y más evidente pregunta que se plantea el normal españolito/a te guarde Dios, es por qué desde la izquierda y, todavía más si cabe desde la ultraizquierda supuestamente españolas, amén de los independentismo varios cuyo fin último es hacer de nuestro mapa hispano un recortable, se demoniza a Vox escupiéndoles en la imaginaria jeta del "macho man" o de la hembra sometida, vituperándolos de "fascistas", "ultrareaccionarios", "antifeministas", "españolistas de mierda", "meapilas" ...  y otras faltona lindezas que los hacen tan execrables como a los infectos por la Peste Negra del medievo cuando eran quemados vivos o apartados en cruel lazaretos extramuros de las ciudades.

Personalmente nunca se me ocurría votarlos, como tampoco lo haría con Bildu o Fuerza Nueva rediviva, pongamos por caso, pero quienes aceptamos lo bueno y lo regular de la democracia siempre recordamos aquella cita mal atribuida a Voltaire: "No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo", porque ése es el principio del menos malo de los sistemas políticos; del inexcusable respeto al adversario (que no enemigo) contraponiendo sus ideas (no insultando a las personas físicas – y a sus madres, esposas, compañeros/as... –); e intentando vencerlo en las urnas cuando toque, y nunca por la vía rápida de la ilegalización desde el intolerante y abusivo nepotismo gubernamental.

Si Vox es "fascista", es decir afecto a la doctrina dictatorial de Benito Mussolini, nuestro más alto tribunal, el Constitucional, no debería haber permitido su inscripción y legitimación como partido político, esencialmente en puridad legal por contener en su ideario programático preceptos y evidencias anticonstitucionalistas. Repasemos su acta fundacional y díganme dónde se asaltan, discuten o, siquiera inquieren, los principios de una democracia occidental. Otra cuestión puede ser la puramente interpretativa de sus exegetas contrarios y ferozmente encontrados frente a lo que ellos interpretan como pestilente "facherío", incapaces, hasta el momento, de mandarlos al sumidero de lo "inconnu".

¿Alguien en la Unión Europea se atrevería a pedir la proscripción de formaciones como Identidad y Democracia o el Partido de los Conservadores y Reformistas Europeos, por no hablar de las alas parlamentarias más extremadas de los "torys" ingleses o republicanos estadounidenses? Terminantemente no: en Bruselas se tomaría por una propuesta inconcebible, e irrisoria, salvo algunos trasnochados y trasnochadores pirados intentando recuperar la I Primera Internacional anarco-comunista (Bakunin, Marx y Engels), hoy en día relegada al parque jurásico para los historiadores del XIX.

Lo que ayer era desprecio y pedorreta de matasuegras con zambombas y tamborradas callejeras, ahora se está convirtiendo en un miedo cerval, pero no a las doctrinas en sus antípodas ideológicas, sino a las urnas constitucionales donde su tan manoseado "pueblo" les ha dado la espalda dejándolos en la indigencia de escaños. Los otrora enamoradísimos Irene y Pablo, tragan en acomodado por capitalista retiro de Galapagar, su propia medicina Yolanda Díaz, cuando, como siempre, el sistema acaba engullendo al antisistema. La gran traidora parte y reparte llevándose la mejor parte, dejando fuera incluso al legendario Partido Comunista (IU) cuyo infausto líder, Garzón, ha mancillado la memoria de los Carrillo, Solé Tura, Camacho... El resto, sopicaldo de siglas: ¡joder que tropa! como diría Romanones.

El bipartidismo se vuelve a imponer como un "regreso al futuro". La coalición Sumar más que una regla aritmética es un tótum revolutum creado artificialmente a modo emplaste y apéndice izquierdoso para que el PSOE, partido sanchista obsoleto espurio, no se desangre hasta la necrosis.

A los populares no les queda para gobernar, qué más quisieran, otra salida que pactar con Vox las fichas del tablero conceptual de Yoko Ono (todas blancas), con la lejana esperanza de volver a integrarlos en el partido del que un día desertaron por la chulesca incomprensión de José María Aznar. Pero de momento sólo funcionan los teléfonos, todavía no se han abierto, y eso que mandan prisas, los "face to face" a cara y pecho de lobo bilbaíno contra el zorro gallego. Si el PP intenta humillar con la contable pragmática legal a los de Abascal, estos buscarán la venganza del paciente, pero no por ello menos determinante, si el 28 de julio salen bien librados en las generales logrando otra cincuentena de diputados (o algunos menos, si bien los necesariamente imprescindibles para formar Gobierno de la nación). Ya han adelantado que nada de "gratis total".

¿Quién teme al lobo Vox? Socialistas y podemitas ya han sufrido dentelladas muy profundas en sus propias carnes, pero el PP, extraño amigo de cama con el/la ex, o consigue una mayoría absoluta y harto improbable según demoscopia, o puede acabar emulando a Churchill: "blood, toil, tears and swea" (sangre, sudor y lágrimas, para que nos entendamos en católico, que no protestante anglicano).

No se puede ilegalizar a media Europa con fullerías y llanteras de mal perdedor. Si la verdad nos hace libres, cada cual tiene la suya, incluso Vox, registrado como partido político el 17 de diciembre de 2013.