| 27 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La excusa para el agresor

El detonante del arrebato y la obstinación es fruto de comunicar su pareja la “separación”, algo que se produce constantemente en casos de violencia de género

| Enrique Arrúe Edición Valencia

Hemos visto en las noticias la excusa perfecta para que una familia “no se relacione con su entorno” con motivo del confinamiento. Fausto, del caso “del Molar”, al parecer se encontraba obsesionado con el aislamiento de su familia, no sabiendo realmente qué pasaría por su cabeza en los momentos en los que perdió la cordura para presuntamente cometer esos asesinatos de su familia… ¿Una pérdida del control?, ¿una depresión por las circunstancias?… Cuestiones que todavía se preguntan sus vecinos que según afirman los medios, eran una familia de lo más normal.

 

Lo que tenemos claro es que el aumento de los actos impulsivos se produce por una serie de circunstancias negativas (o percibidas cómo negativas) vividas que van drenando la capacidad del ser humano para resolver sus problemas. En ocasiones se cruzan los límites del aguante de una persona, y en otras, simplemente se perciben cosas que no son reales, ni conscientes, en las que no podemos explicar que es lo que hace que un ciudadano cometa una tropelía súbita en la que acaba con la vida de otros. En ocasiones vemos esto, pero no lo podemos entender.

En el caso mencionado nada tiene sentido.

En ciertas intervenciones, cuando un supuesto maltratador acostumbrado a la violencia pierde el control, el dominio que tiene sobre la supuesta víctima, la agresividad aparece en todas sus formas incluyendo previamente la intimidación y la amenaza, algo completamente psicológico que no se puede detectar en el interior núcleo familiar. Todo lo que suceda después es ciertamente imprevisible, incluso a veces también para el supuesto maltratador. Cada caso es distinto.

 

Por otra parte, la noticia escalofriante del último caso de violencia de género en Massamagrell (según fuentes de la prensa) y esa brutalidad homicida de once puñaladas, indica el ánimo, el dolo, de querer un resultado lesivo máximo. Afortunadamente, hubo personas que lo detuvieron con su valentía como pudieron y al parecer los vecinos se unieron para que no escapara. Los policías locales y Guardias civiles fueron también esenciales para que la mujer pudiera salvarse, la urgencia del caso requería rapidez y nervios de acero.

 

Felicitar a esos civiles valientes que actuaron tan rápido, y que por supuesto son los ángeles de la guarda que impidieron la desgracia. El agresor tenía prismáticos (para vigilarla y no perder el control), y al tener tantas armas blancas en el vehículo indica que es un acto meditado con una preparación para su ejecución y no súbito como ocurre en otras ocasiones.

El detonante del arrebato y la obstinación es fruto de comunicar su pareja la “separación”, algo que se produce constantemente en casos de violencia de género y que debería ser objeto de mayor vigilancia incluso por los antecedentes policiales de “partes de servicio” para establecer unas medidas de seguridad más severas, pero algo complicado en tiempos de coronavirus, con menos personal disponible y organigramas o instrucciones de trabajo diferentes en cada lugar.

Funcionar con los datos disponibles sobre hechos a nivel policial es muy interesante, y recoger las intervenciones violentas susceptibles de ser repetidas en el tiempo es algo exigible para después poder demostrar con estos datos “que están ocurriendo cosas graves” susceptibles de repetirse y que no constan datos penales porque no se denuncia.

 

Que “la excusa” no les sirva para dañar a nadie.