| 03 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
El candidato de EH Bildu a lehendakari, Pello Otxandiano, con el president de Catalunya, Pere Aragonés
El candidato de EH Bildu a lehendakari, Pello Otxandiano, con el president de Catalunya, Pere Aragonés

Elecciones y rebajas

Con el respeto que las campañas publicitarias del comercio me merecen, las campañas electorales de los partidos políticos se me antojan parejas, aunque menos justificadas y legítimas.

| José María Lozano Edición Valencia

Con el absoluto respeto que las campañas publicitarias del comercio me merecen con su objetivo evidente, y legítimo, de incrementar sus beneficios y aligerar sus supuestos stocks, las campañas electorales de los partidos políticos se me antojan parejas, aunque menos justificadas y legítimas.

En todo caso, echo de menos algunas regulaciones en las segundas que las primeras sí tienen. Así como la existencia de algún organismo semejante a las organizaciones de consumidores a quien dirigir una reclamación efectiva por el exceso en la propaganda o por el incumplimiento de lo publicitado. Por mucho que las correspondientes juntas electorales se suponga que puedan jugar un papel parecido en la defensa de los derechos del votante.

De manera que si en las rebajas se controla que no haya habido previamente una elevación ficticia de los precios para que en la práctica no resulte una pura artimaña y se vigila que la calidad del producto rebajado se mantenga, las campañas electorales -además de ofrecer un “todo a cien”- suelen vender más humo que otra cosa, cuando no directamente mercancía averiada. Se atribuye a Tierno Galvañ, un cínico en estado puro que gozó de gran predicamento, aquello de que las “promesas electorales están para no cumplirlas” y al acervo popular corresponde la más castiza de “prometer hasta meter …”.

Sigo con cierta distancia la rocambolesca campaña en Euskadi que amaga con tener una insólita repercusión nacional y, al parecer, además ha disparado las alarmas, tanto en el hasta ahora hegemónico PNV, como en el propio PSOE, uno y otro recreados apenas hace unos días en sus peligrosas compañías. Hay que reconocer que en tiempos de sus respectivos fundadores, Sabino Arana y Pablo Iglesias, las cosas eran distintas. Y más serias. Y si Felipe González las vio venir y le dio la vuelta a la tortilla (la de Suresnes), no así Xavier Arzalluz que, ofuscado con el meneo del nogal y la recogida de las nueces, llegó a “no creer bueno que ETA fuera derrotada” (sic). Leemos declaraciones de sus candidatos actuales -y de sus mentores nacionales- que son simple y llanamente una falta de respeto por su alejamiento de la realidad. (El PP en solitario, Vox acosado, y de los proetarras mejor no hablar).

Las siguientes de Catalunya, tampoco ajenas al resultado de éstas, barruntan ser una jaula de grillos -descartados los grilletes para sus principales protagonistas- en la que la filosofía buenista del que dan por ganador en los prematuros sondeos, se aproxima más a un derridismo simplificado y banal que a los principios kantianos que siempre confundió el antiguo líder de Podemos (hoy metido a tabernero influencer). No faltarán peroratas grandilocuentes y simplemente ajenas a la verdad, muy probablemente aderezadas con victimismos, suprematismos y grandes dosis de desfachatez. De hecho ya se están produciendo. Valgan por todas la reciente intervención de Pere Aragonés en el Senado o los estertores en tierra gabacha del fugado en un maletero.

De manera que llegaremos, exhaustos, a la cita  con  Europa de fondo -muy condicionada entre el electorado nacional por los equilibrios inestables de las dos anteriores- pendientes de los efectos de las jodidas contiendas bélicas y salpimentada por la incipiente rebelión gala contra la señora von der Leyen, a la que se ha apuntado también Josep Borrell.

La oportunidad de “comprar dos por uno” -o pagar uno y llevarte otro gratis-, todo un clásico de las ofertas, es una opción potencial que permiten las probables posteriores coaliciones de ocasión y que, al parecer, goza de éxito en algunos sectores de la ciudadanía. Debieran esclarecerse con antelación al voto.

Sea como fuere, esta suerte de largo viernes negro (black friday) que se inició hace un par de semanas y durará prácticamente hasta el verano, va a dejarnos sin un duro en el bolsillo y con un montón de inservibles cachivaches en las instituciones. Malditas rebajas políticas.