| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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En memoria de Enrique Cardona Company

Era un policía de seguridad, al que respetaba todo el mundo. Un hombre con una mirada de hielo del western americano que imponía, que hablaba bajito y que al escucharlo la gente obedecía.

| Enrique Arrúe * Edición Valencia

 

El 16 de diciembre de 2020 un compañero policía local se fue súbitamente al cielo de los vikingos, por su condición de guerrero, al Valhala, con una temprana edad de 63 años, ahora que podía disfrutar de su jubilación.

 

A este valiente le pilló desprevenido el enemigo intangible del Covid. Un hombre que fue militar de las C.O.E (Comando de operaciones especiales), policía local emblemático del municipio de Benifaió, polifacético, con muchas tablas y experiencia, que se incorporó al Cuerpo uniformado por verdadera devoción y vocación por esta profesión. Enrique Cardona era un policía de seguridad, al cual respetaba todo el mundo, un hombre con una mirada de hielo del western americano que imponía, que hablaba bajito y que al escucharlo la gente obedecía. Un número uno.

Antaño, cuando trabajamos allí, era el único que no nos trataba a los de fuera como a forasters (forasteros) que era lo típico en aquel lugar de la Ribera, y no le molestaban nuestros acentos completamente castellanos, sino que se adaptaba a nosotros. Un hombre que le gustaba la investigación, que colaboraba con detectives privados dados sus dotes para el camuflaje y detección de sujetos amigos de lo ajeno.

Tirador selecto, que solo tenía un rival en las practicas de tiro, el apodado Cobretti, y que siempre se disputaban el primer y segundo puesto en los campos de tiro. Era un policía del que siempre estabas aprendiendo, un uniformado muy perspicaz que te decía que iba a pasar y cómo se solucionaría antes de que ocurriera. Su astucia y precaución para actuar era sobresaliente.

 

Enrique Cardona salvó la vida a dos policías en distintas intervenciones. Una de ellas fue al colocar los dedos justo en la artería femoral a un compañero que se estaba desangrando tras recibir un disparo en el cuerpo; y otra de ellas fue al intervenir en una agresión a otro compañero que recibió un palazo en la cabeza a traición, que también se desangraba con la cabeza abierta y se tuvo que enfrentar a una jauría de gentuza con pistola en mano en un barrio complicado, advirtiéndoles que quién se acercara lo abatiría mientras lo protegía. Cualidades excepcionales de Enrique Cardona.

 

Nunca entendí porque no le nombraron oficial de policía, pues organizaba correctamente el servicio y solía tomar decisiones que no se discutían. Enrique comentaba que no era amigo de peloteos, ni de escenarios de oficina, que a él le gustaba la calle y sus gentes. Deciros que él era un mando intermedio sin galones, y que merecía sin lugar a dudas ese puesto más que la mayoría. Creo que es justo mencionarlo.

 

En mi caso, lo recuerdo camuflado de paisano subiéndose a lugares imposibles como un ninja, donde se ocultaba invisible hasta que localizaba al caco y lo detenía, era un maestro de las sombras, de los escondrijos, de la cautela y del silencio del cazador.  En otro servicio de un joven traficante a la fuga, lo vi correr como un galgo tras bajar del vehículo patrulla y a pesar de que fumaba, lo alcanzó tras ir detrás de él al menos un kilómetro por toda la población con cincuenta y tantos años. El tipo detenido le doblaba en peso y altura; sin embargo, su táctica marcial era infalible. Pocos se le escapaban.

 

Era un tipo agradable, simpático, pero también muy serio y responsable. Sus historias eran advertencias de lo que te podías encontrar en las calles, adelantándote qué cosas podrían ocurrir y cómo afrontarlas. Su comida era tu comida, su bebida también, a veces traía “coca de llanda dulce” recién horneada que elaboraba su esposa y nos ofrecía todos, se ganaba la confianza de cualquiera y su camaradería era como la de “un marine”, pues él entendía este trabajo así y no de otra forma. Repetía: “Espalda con espalda”. Un hombre honorable.

 

En las intervenciones peligrosas siempre estaba dispuesto a proteger al compañero, y arriesgaba su integridad física constantemente, cuestión que le hacía ser un referente allá donde se presentaba.  Era una persona respetuosa con el público, tratando a todo el mundo por igual, y sabia muy bien como negociar en situaciones muy dramáticas, estresantes, o complicadas. Un encantador de serpientes que resolvía problemas.

 

Enrique era también alguien mañoso, con grandes habilidades constructoras. Con un motor de turismo viejo y una barca de madera estropeada y rota te hacía una lanzadera preciosa para circular por la albufera, sabía arreglar cosas. Si no disparabas correctamente, era él quien te ponía bien los puntos de mira, regulándolos con unos golpes precisos de destornillador y martillo, después comprobaba que era un problema de tu arma, pero, si eras tú el impreciso, corregía tu forma de colocarte, la posición, tu cuerpo, la mirada y la respiración. No le importaba instruirte, perdía su tiempo con cualquier compañero. Si las cosas se ponían mal en el municipio era de los primeros que se presentaba como voluntario para resolver situaciones de crisis.

 

Tan solo 63 años, y vienen injustamente a reclamarnos su vida. Un hombre que en su profesión fue y sigue siendo un icono, un ejemplo, un mito.

 

Descansa en paz compañero.

 

*Oficial de Policía Local. Grupo EmeDdona.