| 29 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El primer ministro de la India, Narendra Modi, practicando yoga.
El primer ministro de la India, Narendra Modi, practicando yoga.

Hogueras de vanidades

El primer ministro de la India vanidoso y populista donde los haya, está dispuesto a cambiar el nombre del país por el ancestral Bharat y exige una declaración de perdón histórico a UK.

| José María Lozano Edición Valencia

He pactado con el director de EsdiarioCV suplementar mis habituales columnas semanales durante -no se asusten- esta convulsa antesala de la Investidura. Sean cuales sean las previsiones, por el momento, solamente una está programada en tiempo y forma y, en consecuencia, corresponde el singular. Tal vez producto también del riguroso silencio al que me he sometido este verano a modo de una cierta terapia vacacional, por más que entre asesinatos macabros e indeseables besos furtivos, no hayan faltado temas morbosos que añadir a la aparente frialdad con la que se perfilan asuntos políticos en el candelero (¿aceptamos “candelabro”, puestos a aceptar extravagancias lingüísticas?) de extrema gravedad.

Mutatis mutandis traigo hoy a colación a Tom Wolf, a quien leí en mi juventud -no sin cierta indignación- aquello de “¿Quién teme al Bauhaus feroz?” y, más relajado, la obra que da título a esta opinión de hoy. Con permiso de mi amigo Joan, la prefiero a las “Plegarias atendidas” del gran Truman Capote. Aunque una y otra, descaradas y brillantes, ponen en solfa el mundo del poder real, el de la pasta, y el de la cultura a menudo en manos de sus esbirros, empalagosamente representados por sus actores y agentes de una u otra militancia.

Frente a una realidad acuciante y pertinaz que tiene que ver con las cosas de comer, del vivir y convivir, nuestros políticos de todo signo -con honrosas excepciones- parecen estar más cómodos en la estéril estrategia del “tú más” (o del “me too”) en un alarde de cultivo de egos -y olvido de hemeroteca reciente- que sus respectivos voceros y tuiteros se encargan de difundir y acrecentar. Tampoco faltan mis colegas opinadores, muchos de ellos de indiscutible prestigio, empeñados en marcar las líneas a seguir por aquellos, además de marcar su propio paquete. Entre unos y otros alimentan las bajas pasiones de ciudadanos, quizás desconcertados, que encuentran un efímero protagonismo pronunciándose en las redes sociales y en los grupos de Whatsapp. Más agresivos que sus propios líderes encienden polémicas artificiales y alimentan hilos que resultan soporíferos.

Mientras, se marginan o ningunean los criterios de los expertos. Incluso cuando no resultan todos coincidentes y responden a legítimas y argumentadas interpretaciones discrepantes. Hasta llegar a un relativismo absoluto como el que encierra la frase -consigna más bien- “en derecho cabe todo”, que sonrojaría al más conspicuo de los letrados formados en Deusto. Y que viene a ser el “todo vale” extendido desde el arte a la literatura, desde el cine hasta la arquitectura (no sé si en la biología, la medicina y las ciencias exactas).

No excluyo a los medios, aunque con algunas diferencias cualitativas. Como un bloque -bloques por todas partes- los propensos a la izquierda, encabezados por ese diario que otrora gozara de un reconocido prestigio y es hoy la hoja parroquial de Moncloa. Y dispersos -¿fuego amigo?- los más cercanos a la derecha; empeñados en marcar diferencias y tendencias en ocasiones autodestructivas.

Dos famosos dirigentes, del mismo género -parlamentarios- y distinto sexo, acaban de abandonar sus escaños -paso a un lado, dizque- tal vez abochornados por lo que se avecina. Declarando, eso sí, su inquebrantable lealtad a las siglas que han servido. O de las que se han servido. Vanitas vanitatis.

Por lo visto son los tiempos que corren. Y en todas partes cuecen habas. El primer ministro  de la India, Narendra Modi, vanidoso y populista donde los haya, está dispuesto a cambiar el nombre del país por el ancestral Bharat al tiempo que exige una declaración de perdón histórico a UK. Así lo anunciará en la cumbre del G20 de Delhi, que al parecer no contará con algún presumido que yo me sé, ausente por razones sanitarias (¿justicia poética?). Curiosamente alineada con Lulla en el respaldo a Putin en su invasión de Ucrania, la “potencia silente” (Florentino Portero dixit) acaba de celebrar apenas tres cuartos de siglo de independencia y de frágil democracia no tutelada, asentada en las sólidas bases sociales, económicas y técnicas que dejaron precisamente los ingleses.

Veré esparcirse las cenizas de todas estas hogueras como las pavesas de nuestras Fallas.