| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El Gobierno Sánchez y la transparencia opaca

Más trabajar y menos aparentar que se trabaja, que los índices de paro -y de enfado- pueden crear un clima social muy agresivo que ya parece calentar Podemos delante de su socio Escrivá

Por más que me esfuerzo en seleccionar acontecimiento en el que detenerme prioritariamente que no sea esta resignación obituaria, esta necrológica colectiva y permanente que, en rol de negra esquela abre a diario periódicos, radios y televisiones, encuentro serios problemas de elección.

Aunque es tal la perplejidad que me produjeron las palabras de relevo del candidato ministro Illa, que todavía no me he repuesto. “Carolina (Darias), vas a disfrutar”. (Decía Carlos Herrera a propósito del tema, aunque por otra cuestión, “que en todas las historias se necesita un villano”, y yo me he quedado dándole vueltas).

Es obvio que no pretendería el candidato filósofo frivolizar con el luto del traspaso ministerial, ni con su legado de muertos y desaciertos. Es más, una inusual sonrisa en su constante cara de fatiga, indicaba deseo de empatía y buena voluntad hacia su colega.

Para la profesora de filosofía de la Sorbona Léa Barbisan, la transparencia utópica y estética de la casa de cristal devino en utopía política con su materialidad, para convertirse finalmente en la “pesadilla de la vigilancia totalitaria”. Habíamos estudiado el optimismo por la transparencia de Walter Benjamin -aunque acabara en aquel extraño suicidio de Portbou-, el de André Breton y Paul Scheerbart, entre otros. Los arquitectos valencianos más viejos recordamos con Tomás Llorens a Broadbent y el simposio de Portsmouth, y su rica confrontación entre los procesos de diseño de
“caja negra” y “los de caja transparente”.

Menos falsa transparencia y más gestión eficiente

Y entre nuestros teóricos no han faltado los defensores de una “transparencia conceptual” ajena a la condición material. Incluso de una transparencia ética o de una ética de la transparencia.

De manera que la transparencia nos ocupa intelectualmente, siempre vinculada a razón de honestidad y verdad. Y coincido con mi amigo Joan Margarit, ufano -no sé si olvidado de su primera reacción- al recibir el Cervantes de manos del Rey Felipe en emotiva ceremonia privada en Barcelona, cuando nos recuerda que no siempre la verdad es bella. Ni siempre la belleza cierta querido Joan.

La “transparencia opaca” en la que ha derivado el objetivo con el que se constituyeron observatorios, oficinas, comisiones y el propio Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, con el que se han dictado leyes y decretos nacionales, autonómicos y municipales, se compadece muy probablemente con la preocupación por la pesadilla totalitaria de la que se hace eco la profesora parisina.

La reiterada solicitud de información sobre actividades del Presidente del Gobierno (uso del Falcon, de las residencias oficiales, acompañantes, etc.) por parte del Consejo han sido resueltas con ceses o remociones entre su personal más molesto. Aún se espera conocer los nombres de comités de expertos reducidos e inexistentes o tan amplios como laborioso resulta listarlos. Los ministros se enredan con las cifras, los porcentajes y las tablas, ya sean de fallecidos, del IVA, o del PIB, del endeudamiento y las previsiones de crecimiento económico, o de fatal desempleo. 

“Vas a disfrutar” dice un candidato ministro a su sucesora, “lo volveremos a hacer” dice un candidato delincuente a su parroquia. Se me antojan formas también de transparencia opaca especialmente sofisticada. Se dice la verdad y se dice impunemente al amparo de la Constitución que denuestan el uno y el otro (viejos compañeros de enjuagues nacionalistas y antiespañoles).

“Por sus obras los conoceréis” (Mateo 7, 15-20), o si prefieren algo más castizo, “obras son amores y no buenas razones”. Y menos cuento.

Menos falsa transparencia y más gestión eficiente. O lo que es lo mismo más trabajar y menos aparentar que se trabaja, que los índices de paro -y de enfado- pueden crear un clima social muy agresivo que ya parece calentar Podemos delante de su socio el ministro Escrivá. Desde el Gobierno contra el Gobierno, en un alarde de transparencia.