Escapada a Miami
Un viaje con amigas a Miami: playas, compras, neones y confidencias
Un vuelo directo desde Barcelona, amigas con ganas de pasarlo bien y una ciudad vibrante como escenario. Playas infinitas, noches con ritmo, brunches de película y compras improvisadas marcan un viaje inolvidable, repleto de risas y anécdotas que quedarán para siempre.

Icónica torre de vigilancia de Miami Beach
Todo empezó con un “¿Y por qué no Miami?” y, dicho y hecho, allí estábamos. Te cuento cómo llegamos, dónde dormimos y todo lo que vivimos… o casi todo. Ya sabes: lo que pasa en Miami, se queda en Miami.
Más allá del sol y las palmeras, Miami late con ritmo propio: mezcla de culturas, arquitectura art déco, rutas naturales y una escena gastronómica cada vez más potente. Recorrer sus barrios es entender por qué este rincón del sur de Florida sigue marcando tendencia.
Si buscas desconectar, reír, bailar y darte un capricho con tus amigas, pocas ciudades lo ponen tan fácil. Estos son nuestros planes favoritos: una mezcla de relax, fiesta y esa energía tropical que lo impregna todo.
Una de las primeras cosas que nos sorprendió al llegar es que todo el mundo habla en español. No parece que estés en EE.UU. porque hay carteles en nuestro idioma por todas partes.

Dos hoteles, dos ambientes: playa en South Beach o ciudad en Coral Gables. Ambos con piscinas perfectas para empezar el día.
Cómo llegamos y dónde nos alojamos
Nosotras optamos por dividir la estancia entre dos zonas y dos estilos, para conocer la cara A y B de la ciudad. Empezamos por la vibrante Miami Beach y terminamos en la serena Coral Gables. Nos alojamos en dos hoteles, un par de noches en cada uno, ambos de la cadena Loews y ambos de 4 estrellas.

Hotel Loews de South Beach en primera línea de playa en South Beach
Despertar con vistas al Atlántico y disfrutar de un brunch memorable
Aprovechamos para descubrir las SOAK Cabanas del hotel, un espacio VIP con camas balinesas, terraza privada, aire acondicionado y mayordomo incluido (sí, sí, como en un rodaje de Hollywood). Puro lujo playero. Allí estábamos, todas en albornoz blanco, comenzando el día con una copa de champán en mano, como si el brunch fuera un ritual de bienvenida a Miami.
Como el hotel tiene acceso directo a la playa, después nos fuimos a hacer cientos de fotos —porque nunca son suficientes— dentro del agua, fuera y, por supuesto, al lado de cada una de las torres de vigilancia, diseminadas por la arena como pequeñas esculturas pop. Estas casetas, diseñadas por el arquitecto William Lane tras el huracán Andrew en los años 90. Cada una está pintada de forma distinta, con colores vivos y formas originales, y juntas componen un paisaje único. Son una de las señas de identidad más reconocibles de esta legendaria playa.

El estilo único de Miami nace del contraste entre fachadas Art Decó y clubes modernos como Nikki Beach.
Paseo por el gran Art Decó, Miami Beach de día
Para comer, paramos en Ocean Bistro, el restaurante que hoy ocupa el histórico Cavalier Hotel (1936), todo un referente del estilo Art Déco de Ocean Drive. El ambiente mantiene ese aire clásico con vistas al mar, y nos atendieron como en casa. Las ensaladas, el ceviche, la pasta, los cortes de carne… todo excepcional. ¿El broche? Mojitos de 10 para brindar por la vida frente al Atlántico.
Uno de los momentos que más esperábamos era el brunch del domingo en Nikki Beach. El ambiente es glamuroso pero desenfadado: camas balinesas, música suave, camareros encantadores, acceso directo a la playa y un buffet que parecía sacado de Pinterest. Desde sushi a estaciones de comida mexicana, pasando por frutas tropicales, postres y champagne sin límite. Pasmos allí varias horas, entre brindis, risas y fotos con el mar de fondo. Es uno de esos lugares que combinan bien con un viaje de chicas: comida deliciosa, decoración muy chic y ese toque de “esto hay que celebrarlo”.

Luces de neón, sabores mediterráneos y buena vibra: así se vive la noche en Miami Beach.
Miami Beach, de noche, la otra cara de la ciudad
Una de las noches, la más tranquila, cenamos en Motek South Beach, un restaurante israelí que nos sorprendió por su ambiente relajado, su decoración cuidada y, sobre todo, por su carta deliciosa. Nos sentamos en la terraza, con música suave de fondo y farolillos colgantes, y pedimos para compartir: hummus cremoso, sabich, falafel, una ensalada fresca con granada y un shawarma que todavía recordamos con nostalgia. Es el sitio ideal para una cena sabrosa y diferente, con ese punto mediterráneo que se agradece tras varios días de hamburguesas y tacos.
La segunda noche fuimos directas a Mango’s Tropical Café, uno de esos sitios que amas o amas. Cena con música en vivo, bailarines sobre la barra, mojitos gigantes y la sensación constante de estar dentro de un videoclip. Miami Beach tiene ese punto canalla que a veces se agradece. Y si te gusta bailar, es un imprescindible.
Aunque han pasado décadas desde que Don Johnson patrullara estas mismas calles en su Ferrari blanco, el espíritu de Miami Vice todavía se respira entre las palmeras, los neones y los trajes claros. La ciudad ha cambiado, pero esa mezcla de glamour, intensidad y energía tropical sigue muy viva.
Ojo: en Miami, la fiesta arranca temprano… ¡y muchas veces termina antes de lo que esperas! Consejo de amiga: empieza pronto, cena ligero y lleva zapato cómodo.

Calles con nombre español en Coral Gables: un paseo entre raíces mediterráneas y casas señoriales.
Coral Gables: el barrio más español de Estados Unidos
Diseñada como una ciudad jardín con aires mediterráneos, Coral Gables destaca por su arquitectura elegante, calles arboladas, casas con tejados de teja roja y fachadas que parecen traídas de Andalucía. Es como un pedacito de España en Florida. Aquí se respira tranquilidad y buen gusto. La Venetian Pool, una piscina pública de agua natural rodeada de palmeras y piedra coralina, es uno de sus rincones más singulares. Muy cerca, el parque J. Fritz y Frances Gordon ofrece senderos, esculturas y estanques que refuerzan ese aire sereno y armonioso de esta elegante comunidad.
Salimos a dar una vuelta por los alrededores del hotel, entramos en algunas tiendas, recorrimos Málaga, Catalonia, Sevilla, Almería, Valencia, Andalusia, Aragón, Minorca, Navarre, Majorca, Giralda, Alhambra, Alcázar, etc., todas ellas, bocacalles de la Avenida Ponce de León. Después del recorrido, comimos en Pura Vida Miami, un espacio saludable y trendy con productos frescos y buen ambiente.
Antes de volver al hotel, tomamos una copa en Bulla, a unos minutos andando, un restaurante de tapas con aire español. Coral Gables es ideal para bajar revoluciones sin dejar de disfrutar. Un ambiente pausado que nos vino muy bien después del trajín de la noche anterior.
Para cenar, optamos por el restaurante del hotel, que nos sorprendió mucho. El Americana Kitchen, cuyo chef ejecutivo es Ricardo Jarquin, sirve comida clásica americana con toques creativos. Terminamos nuestra cena con cócteles de autor deliciosos.

Toda la esencia cubana en una calle de Miami.
Un paseo por Little Havana: esencia cubana en cada esquina
Pasear por esta calle es como cruzar un puente invisible hacia el Caribe. Esta zona de fuerte identidad cubana conserva un ritmo propio que se palpa en cada esquina: los jubilados jugando al dominó en el parque Máximo Gómez, los músicos tocando en la calle y el aroma a café cubano flotando en el aire. Entramos en un estanco donde una señora liaba habanos de forma artesanal.
Uno de los lugares que más me sorprendió fue el Cubaocho Museum, un café-museo en el que se pueden admirar obras de arte cubano mientras suena jazz en vivo o se brinda entre sofás y vitrinas antiguas. Todo aquí desprende una atmósfera cálida, vibrante y acogedora. Un imprescindible para conectar con la esencia más genuina de esta ciudad mestiza. Pedimos unos mojitos (sí, era la una de la tarde, pero quién mira la hora en vacaciones) y nos dejamos llevar por la conversación con la gente de allí. Más tarde, a la salida de una pequeña cafetería, empezó a sonar música en la calle y, sin pensarlo, nos pusimos a bailar. Allí, todo es posible. Un cambio de ritmo que nos encantó: más auténtico, más cultural y lleno de vida.

Caimanes en la Granja de Everglades Alligator
Un toque de naturaleza en los Everglades (porque a las chicas también nos gustan las aventuras)
Visitamos la Everglades Alligator Farm, una granja rodeada de manglares, hogar de caimanes y aves exóticas. El paseo en lancha de hélice (airboat), atravesando canales a toda velocidad y viendo caimanes de cerca, nos dejó sin palabras. No fue el típico plan de chicas, pero recorrer los pantanos nos conectó con una Florida salvaje y distinta.
Para comer, paramos en el animado Robert Is Here, una granja muy especial donde compramos fruta excepcional y tomamos zumos naturales con mezclas tropicales a elegir. Y después de tanta naturaleza, cambiamos de registro con una visita a la Bodega Redland de Schnebly, que elabora vinos con frutas como guayaba o aguacate. Su propuesta de tour, almuerzo y cata es tan original como recomendable.
Fue el día más diferente del viaje, y quizá por eso el más memorable. Un plan inesperado que equilibró a la perfección tanto glamour y elegancia, lejos del bullicio.

En la zona de compras del Dolphin Mall puedes pasar el día entero.
Un día de compras en Dolphin Mall: risas, gangas y zapatillas nuevas
Comimos en The Cheesecake Factory, seguimos de compras y terminamos el día en Vivo!, una zona con varios restaurantes y música en vivo —de ahí su nombre—. Nosotras elegimos Sports & Social, un restaurante de cocina americana con ambiente deportivo, donde compartimos hamburguesas y nachos mientras comentábamos nuestras compras. Un día agotador, pero muy divertido.

Paseo en lancha rápida con vistas al distrito financiero y a las casas más lujosas de Miami
Downtown y distrito financiero: una combinación perfecta
Desde allí cogimos una lancha rápida, una de esas excursiones que combinan vistas espectaculares de la ciudad desde el agua, una buena dosis de adrenalina y hasta un recorrido frente a casas de famosos. Nosotras elegimos Thriller Miami Speedboat… y gritamos de la emoción. Te recomiendo llevar chubasquero.
Por la noche queríamos hacer algo especial y elegimos Brickell, el distrito financiero que al caer el sol se transforma. Altísimos rascacielos, terrazas con piscina y bares en azoteas hacen de esta zona un punto de encuentro para quienes buscan cócteles, gastronomía y vistas al skyline.
Teníamos mesa reservada en Sugar, un rooftop con vistas espectaculares, nos arreglamos como si fuéramos a los Óscar y celebramos por todo lo alto nuestra despedida de Miami. El skyline iluminado, el ambiente sofisticado y los cócteles creativos fueron el broche perfecto.

El estadio de béisbol de los Miami Marlins es un ´must´ tanto por fuera como por dentro
Arte y cultura en museos, murales y estadios
El Pérez Art Museum Miami (PAMM) merece una parada: su arquitectura frente a la bahía y su colección de arte moderno y contemporáneo invitan a quedarse horas. Afuera, una escultura de Jaume Plensa nos sacó una sonrisa: siempre emociona encontrarse con arte español tan lejos de casa.
Muy cerca, el Frost Science Museum es ideal si te interesa la ciencia o la naturaleza: planetario, acuario y salas interactivas que sorprendieron incluso a las menos científicas del grupo.
También nos atrevimos con el recién inaugurado Museo del Sexo. Instalaciones inmersivas, arte erótico y una mirada provocadora al tema nos hicieron salir entre risas… y con más de una anécdota.
No podía faltar Wynwood, el rincón más creativo de Miami. Los Wynwood Walls, el Museo del Graffiti y sus murales al aire libre forman una galería urbana vibrante, colorida e irresistible para nuestras cámaras.
Y como creemos que el arte no vive solo en los museos —y que el béisbol y el fútbol americano también son parte de la cultura en EE. UU.—, nos apetecía vivirlos desde dentro.
En el estadio de los Miami Marlins bastaron unos minutos para contagiarnos del ambiente: hot dogs, cánticos y emoción compartida. Pero no solo fuimos por el béisbol: también queríamos ver la obra de Carlos Cruz-Diez que adorna la entrada principal. Chromatic Induction in a Double Frequency convierte el suelo en una experiencia sensorial: los colores aparecen, cambian y desaparecen al caminar sobre ella. A veces, el arte se esconde en los lugares más inesperados.
Con el fútbol americano no tuvimos tanta suerte: esa semana no jugaban los Miami Dolphins en el Hard Rock Stadium. Pero coincidió el Miami Open, así que fuimos a disfrutar del tenis y del ambientazo en las terrazas. Eso sí, con bolsos transparentes —por protocolo— y tacones que desafiaban las gradas. Un broche chic para cerrar el viaje… hasta noviembre, cuando los Dolphins jueguen en el Bernabéu. Cualquier excusa es buena para reencontrarnos y revivir este viaje.
Miami fue todo lo que imaginábamos… y algo más. Un destino perfecto para desconectar, descubrir, vivir, bailar y, sobre todo, compartir. Porque viajar con amigas no es solo cambiar de paisaje: es sumar complicidades, multiplicar risas y volver con historias que contaremos una y mil veces.
Con su mezcla de culturas, su energía y su luz, Miami nos regaló una escapada inolvidable. Viajar con amigas es simplemente fantástico. Y sí, ya estamos pensando en el próximo destino. ¿Nueva York, quizás?