| 27 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Que la entierren ya, por caridad

Los británicos se han acogido a suelo norteamericano, tras soltar lo que ellos consideraban "lastre" de la Unión Europea. Con el tiempo veremos si erraron o acertaron en su decisión política

| Mónica Nombela Edición Alicante

Cuando decíamos mecánicamente descanse en paz ante el fallecimiento de alguien, no nos imaginábamos que estas tres palabras pudieran ser tan necesarias en un momento como el actual, tras la muerte de la reina Isabel II de Inglaterra. Cuando escribo estas líneas han transcurrido ya diez largos días desde que ocurrió el óbito, y aún no han terminado las honras fúnebres en honor de la monarca, que todavía no ha encontrado el reposo terrenal. Los memes que circulan se han ido multiplicando a lo largo de los días en este país de gente salerosa; hay uno que me ha hecho especial gracia, que reza: “dicen de las bodas gitanas, pero vaya tela los entierros ingleses”. Y es que este hecho luctuoso se está alargando hasta un extremo realmente sin precedentes y se ha convertido en un espectáculo mediático de primer orden. Se calcula que el entierroserá seguido por unos cuatro mil millones de personas. Es, por otra parte, una exhibición de músculo del Reino Unido ante el mundo y la puesta de largo, francamente accidentada y desmesurada en su exigencia, para la novata y parece que ambiciosa primera ministra, Liz Russ. Es curioso que a Tony Blair le sucediera algo parecido cuando lo de Ladi Di, recién llegado al cargo.

Parece que la premier británica está celebrando reuniones con varios de los 500 líderes mundiales, que se han ido congregando con motivo del último adiós a la soberana británica. Obviamente no tiene tiempo de verlos a todos, pero sí a los más fundamentales, Joe Biden aparte, a quien irá a visitar personalmente en Nueva York. Este gesto es un movimiento que ofrece mayor protagonismo al norteamericano, al sacarlo de la ronda de visitas destinadas a otros dirigentes, como Emmanuel Macron -a todo esto, Sánchez missing. Los británicos se han acogido a suelo norteamericano, tras soltar lo que ellos consideraban el lastre de la Unión Europea. Con el tiempo veremos si erraron o acertaron en su decisión política, si bien en este mundo que se mueve tanto por las apariencias el fallecimiento de la reina Isabel ha situado a su país en el mapamundi sin ambages y a todo color, en las televisiones de cada último rincón del planeta. El impacto publicitario positivo es sin duda enorme, tanto es así que estoy convencida de que los próximos años se pondrá de moda ir de viaje a Londres y visitar los sitios en los que residió Isabel II, que los mitómanos convertirán en lugares de culto. Aparte de esto, que es puramente anecdótico, la exhibición de poder de atracción de las masas, muchas de ellas fanáticas y que siguen llorando el fallecimiento -habría que ver las lágrimas de muchos de ellos en el entierro de sus propios padres-, demuestra la fascinación del público en general por el boato, la realeza y todo lo que la circunda que, para muchos de nosotros, es como una peli de Disney. También la idolatría popular nos puede hacer pensar que estamos lejos de ser una sociedad madura y actual, como correspondería teóricamente, o así nos creemos, al siglo XXI: a la gente le encantan los royalsy también sigue habiendo mucho analfabetismo funcional.

Juan Carlos I ganó el pulso a la Moncloa y a la Zarzuela, dado que se impuso en su deseo de asistir al funeral de su prima

Mientras muchos asistimos atónitos a las colas kilométricas, de horas, de gente esperando para presentarle sus respetos a la difunta, nuestros reyes, los actuales y los dimitidos, se han desplazado a Londres para asistir a las exequias fúnebres. Se ha sabido que el presidente Sánchez no ha asistido a los funerales, al parecer, para no coincidir allí con el rey emérito. Huyendo de la foto. Juan Carlos I ganó el pulso a la Moncloa y a la Zarzuela, dado que se impuso en su deseo de asistir al funeral de su prima Isabel II. Sin embargo, no parece una decisión muy acertada la ausencia de Sánchez, dado que había quedado claro que Juan Carlos I acudía en viaje privado al funeral, no como representante de nuestro país. Una cumbre mundial de estas características ha de ser un lugar de encuentro fabuloso para tratar de otras cuestiones, que es a lo que principalmente se dedicarán los restantes presidentes que sí han asistido al encuentro. Sánchez se lo ha perdido, pero evidentemente con dos reyes no puede y en su afán de protagonismo no iba a destacar.

Visto lo visto, después de tantas idas y venidas con el féretro de la soberana, y sin contar con los problemas de la posible incontinencia urinaria de algún asistente al evento, lo de menos son las tres horas que parece que durará en sí el funeral, después de cómo han decidido alargar todo el ritual y la parafernalia. Esperemos que den por fin hoy lunes, once días después, sepultura a la difunta reina, como a cualquier cristiano. DEP.

  • Mónica Nombela
  • Letrada directora de Nombela Abogados