Doña Sofía, rota, incapaz de olvidar al general fallecido: su amigo íntimo en Zarzuela
El militar Barrós fue durante más de una década el Jefe de Seguridad de la Casa Real y, en ese tiempo, labró una entrañable amistad con la ahora Reina Emérita

Doña Sofía, este pasado martes 17 en Madrid.
Este jueves, en el corazón del Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía, no se celebrará solo un congreso. Se rendirá también un homenaje. Porque cuando la Reina Doña Sofía clausure el II Congreso Internacional sobre investigación de la ELA “Manolo Barrós”, no lo hará solo como impulsora institucional de la ciencia en España, sino como alguien que ha convivido de cerca con el sufrimiento, la pérdida y la urgencia de hallar respuestas frente a una enfermedad devastadora.
Organizado por el Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas (CIEN), dependiente del Instituto de Salud Carlos III, en colaboración con la Fundación Reina Sofía, este encuentro se ha convertido en un referente internacional para investigadores, sanitarios, expertos y asociaciones de pacientes que comparten una misión común: avanzar hacia un futuro en el que la Esclerosis Lateral Amiotrófica —la ELA— deje de ser una condena silenciosa y sin cura.
Pero esta cita tiene también un nombre propio, y un rostro querido para la Reina: el del general Manuel Barrós, cuya memoria preside el congreso que lleva su nombre. No es un gesto institucional, ni un simple detalle simbólico. Es la expresión de un vínculo personal profundo.
Barrós, fallecido en abril de 2022, fue durante 14 años jefe del Servicio de Seguridad de la Casa de Su Majestad el Rey. Estuvo al lado de Doña Sofía en incontables actos, viajes y momentos privados durante más de tres décadas. Fue un hombre discreto, leal, riguroso. De esos que, en la Corte, no pasan por alto pese a no estar bajo los focos. Cuando le diagnosticaron ELA, la actual Reina Emérita vivió su deterioro con la misma cercanía con la que había compartido tantos años de servicio. A la Emérita se la ha visto llorar incluso en actos públicos por el fallecimiento de su querido amigo, un apoyo muy personal e íntimo tras los fríos muros de La Zarzuela. No es casual que haya querido que este congreso lleve su nombre. Es un homenaje desde la institución, pero también desde el afecto.
Como también lo es su implicación directa en esta causa desde hace más de veinte años. La Reina Sofía ha convertido la lucha contra las enfermedades neurodegenerativas en una de las banderas más sólidas de su legado. Lo ha hecho desde la Fundación que lleva su nombre, pero sobre todo desde el convencimiento personal. Y es que no ha sido una espectadora ajena: ha perdido amigos y figuras de su entorno por culpa de esta cruel dolencia. El profesor Lora-Tamayo, el banquero Francisco Luzón, el diplomático Juan Ramón Martínez Salazar… nombres de peso, historias humanas.
Este II Congreso no solo actualiza el estado de la investigación sobre ELA. Presenta los avances del proyecto que también lleva el nombre de Barrós, centrado en el hallazgo de biomarcadores diagnósticos en vesículas extracelulares, en colaboración con las universidades alemanas de Bonn y Colonia. Ciencia de vanguardia con apoyo directo de la Fundación Reina Sofía.
En España, más de 4.000 personas conviven con esta enfermedad. Con una esperanza de vida media de apenas cinco años desde el diagnóstico, la ELA sigue siendo un misterio biológico que se cobra vidas a la espera de un tratamiento que aún no llega.
El gesto de la madre del Rey Felipe VI al cerrar este Congreso no es menor. Su presencia habla de compromiso, continuidad y memoria. Y, también, de una Reina que no olvida a los suyos. Y Barrós, lo saben todas las fuentes de Palacio consultadas por ESdiario, era más que especial para Doña Sofía, un apoyo diario en sus tiempos más delicados.