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Óscar Puente va de política a la prensa rosa y se hunde: “rostro del Paleolítico"

Sin estilo para vestir y analizado por una cirujana plástica, el ministro de Transportes ha ocupado las páginas del corazón de La Razón, muy a su pesar

El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente,.

El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente,.MARIAN LEON - EUROPA PRESS

David Lozano
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Óscar Puente siempre ha jugado en el terreno de la política con un estilo propio: directo, sarcástico y con la ironía como carta de presentación. Pero esta semana, tras sus comentarios en la red X sobre los incendios de Castilla y León, el ministro de Transportes ha dado un giro inesperado. De repente, su nombre no solo circulaba en columnas de opinión y crónicas parlamentarias, sino en las páginas del corazón de La Razón. Sí, Puente ha cruzado esa línea invisible que separa la política de la prensa rosa, y lo ha hecho para salir peor parado que en un debate en el Congreso.

Porque lo que se le reprocha esta vez no son sus palabras, sino su estilo. Y no hablamos de estilo político, sino del más literal: el de la ropa que lleva y la imagen que proyecta. A esa rueda de prensa sobre incendios acudió con camisa de cuello Mao y náuticos, un conjunto tan desenfadado que parecía más propio de una comida de domingo que de un discurso sobre un drama social. El contraste, claro, alimentó las críticas: reprochar a la oposición que estuviera de vacaciones cuando uno mismo aparece vestido para la playa en Alicante rozó la autoparodia.

El análisis estético fue más allá. En el retrato que de él se hace, Óscar Puente aparece como alguien correcto en lo básico, pero descuidado en los detalles: corbatas mal anudadas, chaquetas algo cortas y un Apple Watch en la muñeca izquierda que parece ser el accesorio más pensado de su repertorio. Un estilo, dicen, arisco y sin gracia, un espejo perfecto de la imagen que muchos perciben en sus redes sociales.

Pero la crónica no se detuvo en la ropa. Ahí fue cuando la política se transformó en rosa puro: cirujanos estéticos opinando sobre cómo mejorar su mentón, especialistas recomendando cirugías mínimamente invasivas para levantar la mirada o incluso la conveniencia de un blanqueamiento dental. La conclusión era casi cruel: con una sonrisa más blanca y un rostro retocado, Puente podría hasta mejorar su carrera política. En definitiva, un retrato más próximo a la crítica de una gala televisiva que a un análisis ministerial.

Así, el ministro ha descubierto lo que supone habitar las páginas del corazón: un terreno en el que las batallas no se libran con discursos ni estadísticas, sino con relojes, nudos de corbata y comparaciones que llegan a tachar su físico de “primitivo”. Si en la política Óscar Puente se defiende con verbo afilado, en la estética parece no tener escapatoria. Y en esa travesía de lo político a lo rosa, el resultado ha sido unánime: el ministro, por primera vez en mucho tiempo, no salió vencedor.

Pero en el diario de Planeta lo tienen claro y sentencian a Puente por su peculiar cara: “Su rostro, que recuerda al de hombre del Paleolítico, podría beneficiarse de algún retoque porque planta tiene”.

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