Mogarraz, el pueblo de Salamanca que la Guía Repsol señala como destino imprescindible: un museo al aire libre con 388 retratos en sus fachadas
Este rincón de la Sierra de Francia se ha hecho mundialmente famoso por los rostros de sus vecinos pintados en las casas, una tradición que se suma a su encanto rural, su gastronomía y el paisaje otoñal que lo envuelve
Los rostros de los vecinos del pueblo decoran las fachadas de las casas. Foto: Hugo Palotto.
Salamanca esconde pueblos de gran belleza, pero pocos sorprenden tanto como Mogarraz. La Guía Repsol lo ha destacado como uno de los destinos rurales imprescindibles de España, y no es casualidad: sus calles empedradas y su arquitectura tradicional se mezclan con un proyecto artístico único en el mundo, en el que 388 retratos miran desde las fachadas de sus casas. Un lugar que en otoño alcanza su máximo esplendor y que se ha convertido en parada obligatoria en la Sierra de Francia.
El pueblo donde los vecinos te observan desde las paredes
Recorrer Mogarraz es como adentrarse en un museo al aire libre. En sus casas cuelgan los retratos de cientos de vecinos realizados a partir de las fotos del DNI de 1967, gracias a la iniciativa del pintor Florencio Maíllo. Hoy, esos rostros son parte inseparable de la identidad del pueblo y atraen cada año a miles de curiosos que buscan vivir esta experiencia única.
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Patricia de la Torre
Tradición, chimeneas y sabores serranos
La esencia de Mogarraz no se queda solo en sus murales. El olor a chimenea en otoño, las fachadas de madera entramada y los platos típicos de la Sierra (como el cabrito lechal o los embutidos ibéricos) convierten cada visita en un viaje sensorial. La Plaza Mayor y sus callejuelas estrechas son escenarios donde el tiempo parece detenido.
Recorrer Mogarraz es como adentrarse en un museo al aire libre
El brillo otoñal de la Sierra de Francia
La Guía Repsol también resalta la riqueza de la comarca en la que Mogarraz se enmarca. Muy cerca se encuentran La Alberca, primer Conjunto Histórico-Artístico de España; San Martín del Castañar, con su castillo-cementerio y el Bosque de los Espejos; o Candelario, con sus famosas batipuertas y regaderas. Sin embargo, es Mogarraz quien se lleva los focos por haber sabido transformar el arte en identidad sin perder la autenticidad de su vida rural.