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Filomena, a mi pesar

No soy experto en catástrofes, pero… ¿una tormenta grande hace que cierren Barajas, incomunica a la capital por carretera y por tren y el ministro de transportes no se va al paro?

Nevada en Castielfabib (Rincón de Ademuz) FOTO: Eduardo Aguilar

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Manuel Avilés

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He medio plagiado el título de una famosa obra de Gonzalo Torrente Ballester. Filomeno – el nombre verdadero del protagonista- se avergonzaba casi de su nombre y andaba como escondiéndolo por ridículo, una obra en la que el maestro plasma toda su ironía y su saber literario.

Si el 2020 nos fastidió profundamente por motivos pandémicos que todos conocemos de sobra – no seamos palizas repitiéndolos, que ya se encargan las televisiones de macharnos con las estadísticas, metiéndonos el miedo en el cuerpo-, el 2021 no parece tener mejor cara. El virus no afloja y, dejando a un lado a los irresponsables de los botellones y los fiestorros, nos tiene acojonados y encerrados como si la policía política franquista anduviera detrás de nuestra pista. Una multitud con muchos disfrazados de payasos, aunque todos los sean, monta un golpe de estado empujado, alabado y publicitado por el gran fascista Trump, y asalta el Capitolio americano con la misma facilidad con que uno se apuntaba antes a los viajes del Imserso.

Avisan los meteorólogos una y otra vez de que viene una borrasca por el sur y va a chocar con una masa de aire frio del norte. Lo dicen mil veces y el gobierno –con un director de emergencias en cada comunidad autónoma, uno de protección civil y concejales de seguridad como para enterrar-, parece que lo tiene todo preparado, pero la tormenta perfecta los pilla en bragas por más que salgan en todas las televisiones Ábalos, Marlaska y un señor que parece borgoñón por la quijada y atiende por Franco, diciendo que todo está controlado, que lo han hecho muy bien y que las aguas vuelven a su cauce. Digamos en su favor que hay gente que se pasa por el forro las advertencias y van a hacer senderismo con el aviso de borrasca porque “las cosas siempre les pasan a otros”.

Todos son iguales hasta en tirarse los trastos a la cabeza y echar la culpa al contrario, cuando todos patinan con idéntica minuciosidad

No colecciono vídeos ni recortes de prensa de catástrofes, pero recuerdo que pasó más o menos lo mismo, mandando Rajoy, cuando en enero de 2018 se quedaron tirados no sé cuántos coches – con sus conductores dentro- en la autopista de la Coruña. Don Pablo Iglesias decía entonces: “La falta de previsión es un clásico cada invierno. Muchos vivas al rey y mucha bandera, pero la corrupción y la incompetencia son la realidad de este gobierno”. En medio de la tormenta perfecta sube la luz para darnos la puntilla. Lo que predicaban era una publicidad de los que se llaman de izquierdas, como lo de quedarse a vivir siempre en Vallecas e ir a trabajar en metro. Ya verás.

No hay nada nuevo bajo el sol. Me reafirmo en mi teoría: todos son iguales hasta en tirarse los trastos a la cabeza y echar la culpa al contrario, cuando todos patinan con idéntica minuciosidad. Mientras escribo esto, acto publicitario al canto: el señor Casado, pala en mano quitando nieve en el centro de Madrid. Eso es lo rentable un líder político trabajando de pocero.

No soy experto en catástrofes, pero… ¿una tormenta grande hace que cierren el aeropuerto de Barajas, incomunica a la capital por carretera y por tren y el ministro de transportes no se va al paro? Desde Finlandia hasta Rusia y desde Polonia a Noruega ¿cómo hacen para seguir funcionando cuando nieva? Yo no digo que no quede incomunicado Posada de Valdeón en los Picos de Europa o que no cierren la carretera de Sierra Nevada en Monachil, pero Madrid… ¿Recuerdan la frase de doctores tiene la iglesia? Aquí los doctores brillan por su ausencia y estamos copados por oportunistas e indocumentados. Eso sí, todos hombres de partido, lo tengo claro. Podría dar el ejemplo de algún director de emergencias, pero no quiero buscarme más enemigos que ya tengo bastantes. La tormenta ha sido fuerte y la imprevisión también. Lo mismo estos que los anteriores, aunque quieran redimirse dando paladas ante las cámaras de televisión.

Desde Finlandia hasta Rusia y desde Polonia a Noruega ¿cómo hacen para seguir funcionando cuando nieva?

Filomena, el nombre de una santa inexistente, y voy con mi batalla de abuelo cebolleta aunque el De Manuel me acuse –falsamente- de ser de derechas. Como es mi amigo me puede acusar de lo que quiera. Corría el periodo pleistoceno, los mamuts andaban por la tierra y yo era un joven estudiante de filosofía en la Universidad de Granada. Filosofía, esa materia rara que los analfabetos quieren eliminar de los planes de educación. Historia del Cristianismo – que no catequesis- era una preciosa asignatura que impartía un doctor sabio, muerto hace unos meses a los 98 años. Don Manuel Sotomayor, que hizo la tesis doctoral sobre “San Pedro en la iconografía paleocristiana anterior al siglo VI”, un trabajo enciclopédico sobre “Sarcófagos romano-cristianos de España” y era el mayor experto en los yacimientos ibero-romanos de “terra sigillata”, una cerámica riquísima en Andújar. Además de sabio, sin concesión retórica alguna, no he conocido a un hombre que explicara mejor las cosas y con más sentido del humor, pese a ser jesuita. Yo creo que era un agnóstico creyente que, ponía en tela de juicio hasta el suelo que pisaba. Si Dios existe –no se preocupa en absoluto de nosotros- y si hay alguna otra vida en otro sitio, seguro que lo tiene a su lado solo por los buenos ratos que nos hacía pasar y por lo que desasnaba a aquellos borricos que éramos nosotros.

Os voy a poner un ejemplo – decía un día en clase y lo recuerdo como si lo viese ahora- en el siglo XIX, igual que ahora, todos los pueblos querían tener un patrón, un santo cuanto más poderoso y protector, mejor.

Un cura que gobernaba un pueblo italiano sin patrona se fue a las catacumbas romanas a encontrar una santa adecuada –el doctor Sotomayor dejaba ver aquí su afición por las excavaciones y los ladrillos antiguos-. Conocía este cura –que no era de misa y olla- el mito griego de “Filomela”[1] – lo siento pero mi ordenador no tiene letras griegas para poner el nombre bien-. Ovidio lo refiere en su “Metamorfosis”. Filomela era una joven a la que su cuñado violó y le cortó la lengua para que no lo denunciase. Ella se vengó cocinando al hijo del violador y dándoselo a comer. Los dioses condenaron a los tres a convertirse en pájaros pues los tres habían pecado.

Filomena nos ha dado un primer toque en este año. Creíamos que todo iba a empezar a ir bien y, junto con los asaltantes “Trumpfascistas”, nos ha dejado las vergüenzas al aire a la menor oportunidad

Una deformación de Filomela es “Filomena” – del griego “Fileo”, que significa querer, unido a la terminación del participio pasivo “menos”. ¡Mierda de ordenador que no tiene las letras para escribirlo bien!-.

El cura italiano del que hablamos entró en las catacumbas que, como todos saben, están llenas de inscripciones pues allí vivían y enterraban a los cristianos en los primeros siglos. En todos los enterramientos del mundo hay inscripciones: Tu esposa que te quiere –suele ser una mentira piadosa-. Tus hijos que no te olvidan –otra-. En fin que el cura coge dos ladrillos en una catacumba, uno con la inscripción “Fileo” y otro con la terminación del participio “Menos”. Junta los dos y vuelve al pueblo alborozado: ¡Ya tenemos santa patrona y protectora! ¡Ya no somos un pueblo dejado de la mano de Dios! Fileo+Menos es igual a Fileomena y ahí tenemos a una santa radiante, con la solera que dan las catacumbas y recién inventada.

Decía el profesor Sotomayor, un genio, que hubo épocas en que se escribían vidas de santos para exhortar a la gente a ser buena. Se las inventaban para excitar la piedad del personal y tenían éxito como ahora los culebrones sudamericanos. Los inventores ponían al santo lejos en el espacio y en el tiempo, pero la gente era tozuda y buscaba hasta encontrarlo para seguir la fiebre. Ya tenemos ahí el negocio de las reliquias: huesos, trozos de ropa, un zapato, el libro que leía… La superchería y la credulidad no tienen límite.

Filomena, la santa que no existió, nos ha dado un primer toque en este año 2021. Creíamos que todo iba a empezar a ir bien y, junto con los asaltantes “Trumpfascistas”, ha dejado claro que nos deja las vergüenzas al aire a la menor oportunidad.

[1] Ver Chantraine P. Dictionnaire etymolologique de la langue grecque.

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