OPINIÓN
Mazón: tarde, mal y casi nunca

El president de la Generalitat, Carlos Mazón, llega a la comparencia de renuncia.
Al irse, sin despedirse del todo, enganchado a la lapa del aforamiento, Mazón eligió el patio gótico del Palau, símbolo de la naciente burguesía valenciana en el siglo XV, para cantarnos el “¡ya no puedo más!” de aquel Camilo Sesto desesperado por amor; en el caso de Mazón, amor al cargo de president de la Generalitat, ahora transmutado “en funciones” y con amago de baja médica —¿mental?— para evitar la prolongación del martirologio acusador en las Corts Valencianes. Aquellos polvos dialécticos de convicción para un cargo televisivo, allá en El Ventorro de las Mil y una tardes, traen estos lodos políticos para un PP tocado, pero no hundido.
De hecho, según hemos sabido por círculos próximos al ya expresident, quien quiso irse definitivamente hace un par de semanas, siguiendo el consejo de la familia más cercana, fue él; pero Feijóo, con el ánimo de ganar resuello dejando que arda Mazón inmolado —aunque evitando otros incendios colaterales de dirigentes peperos en ayuntamientos, diputaciones y otros niveles de la administración autonómica—, dio la orden de que el mea culpa público y notorio no fuera replanteado hasta este lunes. Las razones quedan claras, o mejor dicho, quedarían si supiéramos el contenido de las últimas conversaciones entre Núñez Feijóo y Abascal, líder hoy sin fisuras en un Vox al que aúpan las últimas encuestas. Obviamente, el líder de la extrema derecha —no por ello menos democrática que la extrema izquierda (a la Constitución debemos remitirnos)— quiere sacar partido en futuras alineaciones de un Gobierno autonómico capaz hasta la próxima convocatoria. Pero también quiere presentarse ante la sociedad española, y valenciana por supuesto, como una alternativa real al enquistamiento bipartidista. Vox, nos guste o no, ya piensa en grande.
Se van a forrar los técnicos informáticos judíos —posiblemente los mejores del mundo— en extraer, desentrañando tiempos, llamadas y mensajes de los móviles mayormente implicados. Pero eso llevará su tiempo, y aún tardaremos en conocer con veraz exactitud lo que, de momento, todo son comunicaciones internas e incomprobables, que solo conocen los propiamente interesados. Aunque no es menos cierto que en la gatera de los juzgados más de uno/a quedará despeluchado cuando la Fiscalía apriete y las preguntas, también de la acusación popular, arrinconen, tapando salidas imaginarias.
Carlos Mazón, en pose victimista, expurgando todas sus culpabilidades e imputando mayormente a la incontenible madre naturaleza, arremetió después contra el Gobierno de Pedro Sánchez, buscando repartir responsabilidades. Y tampoco puede negársele que su irrebatible razón llevaba, porque Madrid-Moncloa no se puede sustraer al mayor del Gobierno, el de la nación española, en un desastre de tal calibre como una DANA y los desbordamientos en diluvios posteriores. Pero eso no lo exculpa de errores fatales, como mismamente ha reconocido; algo que podría haber hecho el día siguiente del desastre del barranco del Poyo, asumiendo que nada podía variar dándole tiempo al tiempo. La inutilidad o falta de arrojo político entre sus asesores más directos queda sobradamente manifiesta, tal vez por el desesperado e insolidario intento de mantener sus magros sueldos.
No solo piden prisión —¿permanente?— desde la izquierda y el nacionalismo ultraísta para el vapuleado, sino poco menos que un show en directo con fusilamiento público en el campo de Mestalla o garrote vil en la Plaza de la Virgen; salvo que el reo, condenado apriorísticamente por las tertulias, opte por morir en la cámara de gas, televisado su ajusticiamiento por La Sexta y La 1 de TVE, para que todos lo veamos dando las últimas bocanadas estertóreas mientras le cae la bilis por la comisura de los labios, en justa reparación para estos tribunales autoinstituidos, tan convencidos ellos cual si el “su presunto” genocida justiciable a mayor pena hubiera ahogado con sus propias manos, al cuello, a todos y cada uno de los 228 muertos por la dana y las secuelas aluviales.
Mazón no ha estado oportuno ni inteligente ni en los tiempos ni en las formas. Cuando dentro de unos meses me lo encuentre por el Mercado Central de Alicante haciendo su compra sabatina, le preguntaré inter nos por tanto fleco sin aclarar que finalmente lo ahogó a él también. Y ahora van a por Núñez Feijóo, disparando primero el bocazas de escasas luces Óscar Puente, y después la aniñada y madridista Diana Morant, ministra de relleno con menos chance en Les Corts Valencianes que una mona gibraltareña, porque para los socialistas se trata, en definitiva, de revertir lo que, contra ellos, está marcando la demoscopia más contemporánea. Es por ello que tiene tanta prisa el PSPV en convocar elecciones ya, mientras Vox espera que lo que le quitó Mazón se lo devuelva Mazón.