Programa, programa, programa
Es conveniente que nuestros políticos eleven el discurso, y nosotros, como ciudadanos, tenemos el deber de formarnos en todo aquello que no entendamos

Programa, programa, programa
Sí, confieso que he tenido que retrotraerme hasta Julio Anguita para poder escribir la columna de esta quincena en EsdiarioCV, y es que, aunque se viaje años atrás en el tiempo, hay cosas que no cambian. Y una de esas cosas que nunca cambia es la necesidad de hablar de programa y políticas concretas.
Estamos a las puertas de unas de las citas electorales más inciertas y apasionantes de la historia de nuestra joven democracia. Los partidos ya empiezan a desvelar sus candidatos y candidatas para las principales ciudades y autonomías de nuestro país. Caras nuevas, viejas, escisiones, peleas y hasta algún discurso trasnochado se cuelan en nuestras televisiones cada mediodía y cada noche.
Pisando suelo, tenemos en Valencia también una cita electoral más que incierta. Nadie se atreve a aventurar lo que pueda pasar, y aunque sería en este contexto donde más deberíamos sorprender con propuestas y soluciones para los problemas de los vecinos de Valencia, nos hemos encasillado hablando de carriles bici, reinas magas y poco más.
El acento abierto o cerrado de la palabra Valencia también ha dado para hacer correr ríos de tinta y para sonsacar las pasiones más folklóricas de unos y otros.
La política, amigos, es mucho más que todo eso. La fiscalidad, la transparencia, el modelo urbanístico y de movilidad, la trama urbana, las conexiones con los pueblos y ciudades vecinas y también la ideología a la hora de administrar tienen mucho que ver.
A mí, como espectador y vecino ocasional de la ciudad de Valencia me gustaría una oposición que ofreciese alternativas serias para poder valorar si lo que hay es mejorable o no. Más allá de quitar reinas magas o acentos, hay que gobernar. No podrán pues María José Català o Fernando Giner competir con VOX sólo con estos argumentos, puesto que al final los de Abascal aportarán dos huevos duros a las propuestas de los primeros.
Es conveniente que nuestros políticos eleven el discurso, y nosotros, como ciudadanos, tenemos el deber de formarnos en todo aquello que no entendamos. Porque no hay democracia sin información, y sin información no hay democracia.