Un congreso de navidad: el PSOE y los tres espíritus
Margarita Santana Lorenzo nos revela los fantasmas que acechan al partido del Gobierno: las divisiones internas, los escándalos de corrupción y las mentiras que, como las promesas rotas, se convierten en una carga insostenible para su líder.

Sanchez en el Congreso del PSOE en Sevilla
En una Sevilla engalanada para la Navidad, el PSOE celebraba su congreso federal. La reelección de Pedro Sánchez como secretario general con un aplastante 90% de los votos parecía sellar su liderazgo, pero entre los aplausos y discursos, el ambiente estaba cargado de dudas, tensiones internas y una lista creciente de escándalos. Como en el clásico de Dickens, aquella noche Sánchez fue visitado por tres espíritus que le ofrecieron una mirada a su pasado, presente y futuro. Lo que vio no fue precisamente una postal navideña.
El espíritu del pasado: las promesas y el ego
El primer espíritu lo transportó a sus primeros años como líder socialista. Allí estaba el joven Sánchez, prometiendo transparencia, ejemplaridad y justicia social. “No pactaré con populistas, ni con independentistas, ni con corruptos”, se escuchaba en un eco incómodo, mientras las imágenes de indultos, acuerdos secretos y escándalos judiciales se superponían.
El caso de Koldo García Izaguirre, su jefe de seguridad, volvió a aparecer como un recordatorio de las grietas tempranas en su discurso. Promesas incumplidas y una creciente sensación de que la ética era un accesorio más que una convicción. “Criticabas los casos del PP como si fueras un ejemplo de pureza”, dijo el espíritu. “¿Qué diferencia hay ahora entre tu partido y aquellos a los que despreciabas?”. Sánchez no respondió, pero el silencio era más revelador que cualquier palabra.
El Espíritu del Presente: Escándalos y Desconfianza
El segundo espíritu le mostró la actualidad. Las tensiones internas en el PSOE eran solo el preludio de problemas mayores: el caso Víctor Aldama, un empresario vinculado al partido que recientemente declaró ante la justicia por contratos sospechosos que salpicaban no solo a la administración socialista, sino también a figuras clave del gobierno. Las sospechas de que miembros leales del círculo de Sánchez podrían haber recibido pagos a cambio de tratos de favor eran cada vez más difíciles de ignorar.
El espíritu también le mostró cómo su esposa, Begoña Gómez, y su hermano David Sánchez, estaban siendo investigados por su posible participación en el desvío de fondos. Las imágenes de titulares de prensa y debates parlamentarios eran un recordatorio brutal de cómo la sombra de la corrupción había alcanzado incluso a su familia.
“No se trata solo de lo que se sospecha”, dijo el espíritu. “Es la credibilidad que has perdido. Las críticas ya no vienen solo de tus adversarios; incluso tus bases dudan de ti”.
La visión se desplazó a la DANA que azotó Valencia, donde la falta de una respuesta adecuada por parte del gobierno central se convirtió en un símbolo del abandono de la España más necesitada. Mientras las imágenes de los ciudadanos desesperados se proyectaban, el espíritu señaló: “¿Qué pasó con la España que prometiste no dejar atrás? Tus prioridades estaban en otros asuntos, mientras ellos sufrían”.
El Espíritu del Futuro: Condena y Caída
El tercer espíritu fue el más inquietante. Mostró un PSOE en ruinas, dividido y sin rumbo. Sánchez veía cómo las investigaciones judiciales avanzaban, y las sospechas sobre él y su círculo se transformaban en condenas. Las similitudes con los casos de corrupción del PP, que tanto criticó, eran imposibles de negar. “No puedes liderar un partido y un país mientras intentas evitar la cárcel”, le dijo el espíritu.
El futuro también le mostró un escenario personal devastador. La posibilidad de ser procesado, junto a sus colaboradores más cercanos, lo empujaba a aferrarse al poder como único escudo. Pero los ciudadanos, hastiados de promesas incumplidas y mentiras, ya no lo respaldaban. Sin poder y sin credibilidad, el final del camino era inevitable.
Un despertar inquietante
Cuando Sánchez despertó, el frío de la madrugada sevillana le recordaba que el congreso seguía adelante. Pero los espíritus le habían dejado una lección: un líder no puede construir el futuro ignorando los errores del pasado o disfrazando las verdades del presente. En un partido donde la unidad parece un eslogan más que una realidad, las luces navideñas no logran ocultar las grietas.
En el cierre del congreso, Sánchez habló de esperanza y de un PSOE renovado. Pero entre los asistentes, muchos sabían que el discurso no podía borrar los fantasmas que acechan al partido: las divisiones internas, los escándalos de corrupción y las mentiras que, como las promesas rotas, se convierten en una carga insostenible.
Sin embargo, como en el cuento de Dickens, el cambio no llega solo con la intención, sino con decisiones firmes y honestas. ¿Será capaz de liderar ese cambio, o seguirá acumulando fantasmas que acabarán por devorar el legado del PSOE?