El líder del PP debe desarrollar toda la resistencia necesaria al formidable aparato que protege y maquilla al Gobierno mientras estigmatiza a sus rivales.
Pablo Casado abrió de facto el curso político con un acto que Mariano Rajoy puso de moda y ya se ha convertido en costumbre en el PP: la celebración de un encuentro en Galicia, donde el poderío y buena imagen de Feijoó son buenas razones para comparecer en su presencia y ofrecer una imagen ganadora más allá de Madrid.
El líder popular se comprometió a dar a España "la vuelta como un calcetín" cuando llegue a La Moncloa, algo que los sondeos indican como probable si la atomización del voto de centroderecha, verdadera razón del "éxito" de Pedro Sánchez, da paso a una concentración en dos partidos, el segundo de los cuales sería sin duda Vox.
Esa promesa de Casado no debe llevársela el viento y su afán reformista no puede ser un mero eslogan electoral que, una vez logrado el objetivo, se lleva el viento: ocurrió en parte con Rajoy, incapaz de invertir una parte del caudal de su abrumadora mayoría absoluta en conculcar la agenda más sectaria de Zapatero.
Y no puede volver a ocurrir con Casado, llegado el caso, pues la hoja de ruta de Sánchez ha sido aún más frentista, delirante e ideológica que la de su predecesor en el PSOE. Y desde luego mucho menos representativa del ciudadano común, que tiene otras preocupaciones bien distintas al revival antifranquista, la eutanasia, el adoctrinamiento o la ideología de género que caracterizan el proyecto de ingeniería social del sanchismo.
Pero hay que atreverse, y eso no es sencillo en un país acogotado por la incesante presión que este Gobierno y sus aliados imprimen para imponer sus postulados y estigmatizar toda alternativa. Un indicio de que Casado tiene el valor necesario para no achantarse ante eso lo ha dado en Galicia al atreverse a preguntar por qué se celebra el espanto de Afganistán como una enorme victoria.
No amilanarse, en estos tiempos, es tan importante como tener ideas, capacidad y equipo. Y ahí Casado debe dar pruebas de que también está a la altura y no se deja influir por la atronadora maquinaria que rodea, protege y tapa los infinitos destrozos de este Gobierno y, en particular, de su nefasto presidente.