ESdiario

San Agustín de Hipona y las bases filosóficas del Papa León XIV

Para conocer al Papa León XIV más allá de su biografía, hurgamos en sus raíces filosóficas y espirituales a través del pensamiento de San Agustín

El cardenal Robert Prevost, Papa León XIV, el Papa número 267 de la historia, comparece ante sus fieles, en el balcón de la Basílica de San Pedro, a 8 de mayo de 2025, en La Ciudad del VaticanoEuropa Press

Publicado por

Creado:

Actualizado:

¡Habemus Papam! El pasado jueves hubo fumata blanca en la Capilla Sixtina y salió León XIV al balcón central de la Basílica de San Pedro para hacer su primera aparición como Sumo Pontífice. De perfil discreto, poco a poco vamos conociendo capas de la biografía del estadounidense con alma peruana, pero igual de importante que su historia son sus pensamientos, su doctrina, su filosofía, que nos puede dar pistas de su Papado.

Cierto es que, en la práctica, Robert Prevost comparte con Francisco -además del dogma común y los valores cristianos- aspectos como su compromiso misionero y la obligación con los pobres, con los más necesitados. Aun así, entre el primer Papa jesuita y el primer Papa agustino hay ciertas diferencias filosóficas, de raíz, que no necesariamente signifiquen un distanciamiento con las formas del argentino, pero sí puede apuntar a ciertos matices.

Para ello, resulta útil poner la lupa en San Agustín de Hipona, el padre de la escuela filosófica y espiritual de León XIV. La influencia de San Agustín en León XIV es evidente; tanto que el Pontífice decidió citarlo en su primera aparición papal: "para vosotros soy Papa, con vosotros soy cristiano", dijo el nuevo Papa, haciendo referencia a una frase donde Agustín retrataba la cruz que carga aquel que es Obispo, cuyo peso se aligera con la gracia de ser cristiano.

Razón y fe

Lejos de la confrontación que se suele imponer entre la fe y la razón, San Agustín no sólo consideraba que no eran incompatibles, sino que al contrario eran necesariamente inherentes en la búsqueda de la verdad. "Entiende para creer y cree para entender". Agustín, por experiencia propia, afirmaba que, en primera instancia, la razón ayuda al hombre a alcanzar la fe, y luego la fe ilumina a la razón.

El mal no existe

En su primer discurso como Papa, León XIV dijo que "el mal no prevalecerá". Fue precisamente el mal una de las grandes inquietudes de la vida de Agustín, una que el maniqueísmo -del que formó parte durante años- no pudo solventar.

Tras convertirse al cristianismo, Agustín llegó a la reflexión de que Dios es el bien supremo y que, dentro de su omnipotencia, todos los bienes del mundo derivan de él. Entonces, para responder la cuestión del mal, concluye: si Dios es el bien supremo y todo lo que sale de él es bien, entonces el mal no existe. San Agustín dice que no existe el mal per se, el mal como sustancia, sino que es la ausencia del bien. Como la oscuridad, que no existe, sino que es la ausencia de luz.

La percepción agustina del mal puede llevarnos a imaginar que la postura de León XIV se asemejará a la de Francisco en cuanto a su intervención en conflictos geopolíticos. El argentino durante su pontificado se reunió con líderes de todo tipo, incluyendo a autoritarios y dictadores, y podríamos pensar que la misión de León XIV será también intentar acercarlos al bien. Claro que esto no es nada nuevo, y de por sí en el dogma cristiano está inscrito que Dios no descansará hasta que todos sus hijos se sienten en su mesa (el hijo pródigo).

Dios y el alma

El pensamiento agustino afirma que en el alma reside la esencia del hombre y es ahí donde se encuentra Dios. "Conócete, acéptate, supérate", dice San Agustín; es decir, sólo a través de la introspección espiritual, de la iluminación del alma, se puede llegar a Dios. Una propuesta muy similar a la de Dante en la Divina Comedia.

Agustín escribe en su libro Confesiones sobre esta conclusión, desde el punto de vista de su propia experiencia, cuando dice una de sus más famosas frases: "Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva. Tarde te amé, y tú estabas dentro de mí y yo afuera. Y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.

Asimismo, afirma que el alma es por naturaleza inquieta. Debido al pecado original, el alma nace inclinada hacia el mal, pero es aventurera, curiosa, va en busca de lo eterno, de lo absoluto, y sólo encontrará descanso cuando llegue a Dios, la verdad absoluta. "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".

tracking