Quizá el presidente del Gobierno gane poco, para alguien en su puesto, y necesite 21 vehículos para desplazarse a La Coruña junto a su séquito de ministros y asesores para reunirse con Olaf Scholz. Pero la ética también está en la estética y la de Pedro Sánchez es deplorable: la imagen de cesarismo despilfarrador, lo sea o no, es suficiente para reprobarlo. Se puede dar ejemplo, y el suyo siempre es malo.