Sánchez escucha de Page lo que ningún socialista se atreve a decirle: “Está en un laberinto” y hay que salir “honrosamente”

El sapo que tuvo que tragarse Pedro Sánchez el sábado pasado, al estrechar la mano, poner buena cara e impostar una agradable sintonía con Emiliano García-Page, apenas le valió 24 horas de tranquilidad. En cuanto que el presidente de los castellanomanchegos tuvo la palabra el domingo en su congreso territorial, dejó bien claro que el PSOE “no puede ser el partido que defienda privilegios para nadie”, y que “eso no es de izquierdas”.

Volvió Page a darle a su secretario general donde más le duele: en ese acuerdo alcanzado por Sánchez con la derecha catalana independentista tras la que se esconde el perseguido por la Justicia, Carles Puigdemont. Es la misma alianza que se firma en Waterloo, pasando por su Suiza y que desde Ferraz y desde Moncloa se ha vendido como parte de un conglomerado progresista que realmente no lo es. No lo es, si no fuera porque al jefe del Ejecutivo nunca le han salido las cuentas para que -después de llegar a serlo- pueda mantenerse gobernando.

Cinco días después de que Page sacara los colores al sanchismo, el presidente de Castilla-La Mancha vuelve a la carga. Lo hace en cuanto que se certifica lo inevitable, que el Gobierno de coalición arranca el año en el Congreso de los Diputados de la misma forma en que lo cerró: acumulando derrotas parlamentarias y aireando sus carencias en forma de debilidad, por mucho que PSOE y que Sumar quieran seguir citándose todos los martes en el Consejo de Ministros.

La lectura que hace Page de los acontecimientos es la única que se escucha públicamente entre los líderes socialistas. No en vano, el presidente castellanomanchego se ha erigido como el único contrapeso del sanchismo en las filas del Partido Socialista Obrero Español.

“Laberinto sin salida”

“Esto es un laberinto sin salida. Nadie tiene certeza por dónde salir”, asegura Page, quien además se pone en la piel de Sánchez al reconocer que la situación “es torturante para cualquiera”. Reconoce que “se puede acabar la legislatura” y pide en voz alta lo que muchos esperan: “que la salida sea digna, sea honrosa y sea razonable. Creo que ahora mismo nadie sabe cómo salir de un laberinto. Nos metimos en él y ahora, literalmente, nadie sabe por dónde salir”.

Laberinto, bloqueo o punto muerto. La clave es saber si Sánchez está dispuesto a reconocer la evidencia y dar el paso para volver a pasar por las urnas. Un escenario poco probable si se tienen en cuenta sus declaraciones del pasado mes de septiembre, donde admitió sin rubor que estaba dispuesto a gobernar “con o sin el apoyo del poder legislativo que, necesariamente, tiene que ser más constructivo y menos restrictivo”. Al margen de las intenciones del presidente del Gobierno, lo que parece evidente es que hoy estamos más de cerca de nuevas elecciones que ayer.