ESdiario

Zapatero y ETA: las cesiones que marcaron una rendición política sin precedentes

Las revelaciones sobre las maniobras del expresidente socialista con el entorno terrorista confirman que aquel proceso no fue un camino hacia la paz, sino una claudicación que debilitó al Estado y traicionó a las víctimas

El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero

El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez ZapateroEuropa Press

Publicado por
Mariola López

Creado:

Actualizado:

Las nuevas informaciones publicadas por The Objective destapan con crudeza lo que muchos intuían: el proceso de José Luis Rodríguez Zapatero con ETA no fue una negociación, sino una rendición política. Un viraje que desarmó al Estado y dejó heridas aún abiertas.

El expresidente socialista reconoció ante el fiscal que en 2006 la banda terrorista marcó la agenda, imponiendo condiciones mientras el Gobierno aceptaba el marco de la conversación. El Estado de Derecho se relegó, la autoridad moral se diluyó y el relato de las víctimas se dejó a un lado.

Zapatero presentó aquel proceso como un camino hacia la paz, pero lo cierto es que cedió en puntos esenciales. La foto de un presidente dispuesto a “dialogar” con quienes asesinaban inocentes fue utilizada por los terroristas como una victoria propagandística. El resultado fue un refuerzo de la narrativa de la banda y un desprecio al sacrificio de quienes lucharon contra ETA.

Más allá de las conversaciones, lo revelado sobre las transferencias de dinero público añade un componente aún más indignante. Según ha desvelado The Objective, el Ejecutivo canalizó fondos a ONG vinculadas al entorno de ETA bajo la coartada de la cooperación internacional. En la práctica, esos recursos terminaron alimentando estructuras señaladas por su proximidad a la red de extorsión.

Es decir, mientras la sociedad española soportaba décadas de sangre, miedo y amenazas, el Gobierno socialista financiaba indirectamente a quienes legitimaban ese terror. Se llamó ayuda humanitaria a lo que fue un blanqueo político del brazo social de ETA. Un insulto a la inteligencia y, sobre todo, a las víctimas.

La supuesta paz alcanzada bajo ese marco no fue fruto de la firmeza del Estado, sino de la debilidad de un Ejecutivo obsesionado con dejar un legado histórico. El legado, sin embargo, no fue otro que abrir la puerta a que el entorno de la banda se reinsertara en la vida pública sin arrepentimiento ni condena real de la violencia.

Zapatero cambió justicia por complacencia. Reemplazó memoria por cálculo político. Entregó concesiones a cambio de un relato que el tiempo ha demostrado falso: no hubo negociación digna, sino claudicación. Y lo hizo en nombre de una sociedad que nunca fue consultada ni informada con transparencia.

Hoy, casi veinte años después, las revelaciones confirman lo que las víctimas denunciaron desde el primer día: aquel proceso no honró la democracia, sino que la degradó. El Estado quedó debilitado, ETA se marchó con un relato envenenado y la memoria de los asesinados se utilizó como moneda de cambio en un acuerdo que jamás debió producirse.

tracking